La situación se repite todas las madrugadas desde antes de las 6 de la mañana: una mujer grita y corre de un hombre vestido con una chaqueta negra abultada y una gorra negra. El hombre, después de intentar o consumar su atraco, espera junto al puente de la calle 116 con carrera novena un taxi que lo recoge.
Este hecho que se repite a diario, e incluso varias veces por día en el mismo punto de la ciudad, es una muestra más de la inseguridad que reina en la capital del país.
La inseguridad ha llegado al punto que debajo del tramo oriental del puente permanece un hombre de seguridad privada de los edificios de oficinas aledaños, velando por las personas que estos trabajan. Pero es un puente largo, con senderos peatonales a ambos lados, y pequeños parques hacia el occidente que se han convertido en lugares ideales para que los atracadores aborden a sus víctimas, que suelen ser casi siempre mujeres.
La historia de los atracos en el puente de la 116 con carrera novena data de varios años; pero durante un tiempo hubo una relativa tranquilidad gracias a que en uno de los edificios contiguos permanecían cuatro o cinco militares 24 horas, de la escolta de un alto rango. Sin embargo, desde el mes de diciembre la persona que habitaba en ese edificio se trasteó y la presencia militar se fue con él. Desde entonces regresaron las bandas de atracadores y la inseguridad se instauró en el lugar.
Lo que más preocupa es la falta de presencia policial en la zona en las horas que los atracos se presentan, a pesar que el hecho es ampliamente conocido por las autoridades gracias a las continuas llamadas y denuncias de los vecinos del sector. Incluso los rostros de los integrantes de la banda comienzan a hacerse familiares para quienes transitan por ahí a diario. Mientras tanto los ciudadanos, estudiantes y trabajadores que deben caminar por la zona cada madrugada y noche, están solos ante la inexistencia de la anhelada disuasión policial.