De entrada, le manifiesto, apreciada Juliana, que yo no comprendo qué hace que el -para mí desconocido- Germán Garmendia haya generado el problema de orden público, en las calles aledañas a Corferias, en la pasada edición de la Feria del Libro de Bogotá. En lo personal, hubiera entendido que ese caos lo hubiera causado la presencia en dicho evento de Lionel Messi , uno de los personajes que mayores alegrías ha traído a quienes somos amantes del fútbol en la última década, y eso no hace de Messi un escritor, ¿o si?
Ver: Así les duela, Germán Garmendia es el mejor escritor del mundo
Esta es apenas una de las múltiples discrepancias que me genera su artículo. En opinión de un comentarista de Facebook, su nota es propia de un "muchachito con la nalga caliente y adolorida". Así lo parecía. Pero la enorme carga de emotividad plasmada en su escrito no me desvía de su denuncia sobre algo muy común en estas épocas: la arrogancia intelectual. Lamentablemente, usted también incurre en esta falla, y es normal.
Le confieso que yo no he leído La Metamorfósis de Franz Kafka o Perdido en el Amazonas de Germán Castro Caycedo, libros a los cuales, creo, usted aludió al principio de su apasionada defensa por las modas de su generación. Lástima que la sometan a leer cosas que sean de su disgusto, pero uno no solo lee por placer, o por obligación. Creo que la lectura -ante todo- es un acto de libertad, y de crecimiento.
Libertad, porque por regla general, leer es una actividad propia de los seres humanos que razonan sin cadenas ni prejuicios. Un acto contrario a la libertad sería quemar los libros de Germán Garmendia, a modo de un actual alto funcionario supuestamente compelido a defender las libertades. Si usted quiere leer a este autor, está en todo su derecho y nadie podrá arrebatárselo. Le sugeriría -si usted quiere- a hacerlo de manera crítica y racional, nada más.
Crecimiento: El hecho de no entender por qué existen admiradores de García Márquez, no significa invalidarlos o condenarlos, como quienes se atrevían a leer los libros del Marqués de Sade. Una sociedad madura, consciente, libre, permite que la expresión escrita y su difusión fluya con todo su esplendor: La suya, la mía, la de todos (as).
Todo ello, sin necesidad de ocasionar un desastre como el del sábado: Ni Messi ni Garmendia, no todo vale.
E igualmente, abandonar la arrogancia intelectual de presumir sobre los autores que leemos, es un acto de libertad y crecimiento. Tristemente, esta clase de comportamientos seguirán floreciendo en el mundo, pero usted ya dio un paso importante, así pareciera un lamento pueril. Lo que sigue es crecer. Es probable que Garmendia le proporcione entretenimiento sobre situaciones cotidianas. La invito a que no descarte que Kafka le enseñe, a través de sus relatos, cosas importantes sobre la vida.
@sebasmoreno8