A raíz de las declaraciones de la aclamada autora J.K. Rowling, referentes a que el sexo debería entenderse como una realidad biológica, no sujeta a debate, cabe preguntarse si la ola de críticas que ha sufrido, por supuestamente ser “transfóbica” es síntoma de una sociedad más tolerante o simplemente señal inequívoca de la decadencia del pensamiento occidental, donde con la ideología se pretende negar, lo que los hechos científicos demuestran.
Más todavía cuando la discusión no versa, sobre la libertad legitima que debe tener cualquier persona, para expresar su personalidad libremente o vivir su vida bajo sus propios preceptos(como sería el buscar parecerse al sexo contrario), desde que no vulnere los derechos de los demás, sino en pretender imponer por la fuerza coactiva del Estado mediante leyes o sanciones, el absurdo de pretender que nuestra identificación como hombres o mujeres, no dependa de que poseamos los cromosomas XX o XY(es decir nuestra genética), sino de la voluntad omnipotente de cada quien, para “decidir” a que sexo pertenece o incluso si no se define como ninguno, pese a que nuestro ADN lo siga diciendo certeramente, convirtiendo en una “grave afrenta” la afirmación de una realidad constatable.
Demostrando estos colectivos “discriminados” y sus adeptos, el mismo afán inquisidor, que movía a la Iglesia Católica censurando a las personas como Galileo por afirmar verdades incomodas para su pensamiento, como que la tierra no fuese el centro del universo, prefiriendo al igual que ahora, amordazar al disidente, antes que argumentar de forma razonable si es que la hay, por qué debemos negar los hechos para acoplarnos con la agenda política del momento, en claro retroceso de nuestro avance como civilización, donde desde nuestros inicios ha sido la verificación empírica de las hipótesis, el medio más efectivo para distinguir las reales de aquellas que no lo son. Siendo lamentable, que las luchas legitimas por los derechos civiles de la mujer o los homosexuales, se hayan convertido en un prospecto de dictadura, que mientras dice defender la diversidad, oprime y ataca inmisericordemente, a aquel que no comulgue con todos sus planteamientos, pese al absurdo de muchos de ellos, conllevando más temprano que tarde, el avance de este pensamiento mal llamado “progresista”, si es que ningún obstáculo se le interpone, a un nuevo oscurantismo, que terminará asesinado el pensamiento libre e incluso la propia ciencia, con tal de imponer su distorsionado pensamiento en la generalidad de la población.
Por ejemplo, hechos recientes demostrables, como que más hombres mueren por Coronavirus que mujeres, o incluso datos de la propia OMS que también da al género masculino más mortalidad estadísticamente por suicidio, accidente de tráfico, sida y homicidio desmotan la creencia en que es el hombre un sujeto en general “privilegiado” en la sociedad frente a la mujer, de la cual se dice, son los principales problemas que merecen ser abordados, menospreciando a los del sexo opuesto así sean de igual entidad. Decir estos hechos también será visto como crimen de odio más adelante, por contradecir una perspectiva del mundo” progresista” pese a las tergiversaciones evidentes que la sostienen.
Finalmente, también en otras partes del mundo, en sintonía con las tendencias actuales, se están consolidando los grupos de personas que se sienten identificados como miembros de otra especie, autodenominados “transespecie”, siendo celebre el caso del británico Tom Peters, el cual reclamaba su derecho a ser tratado como un perro dálmata. Quedando nuevamente el interrogante ¿Pasaremos luego a ser reencarnaciones de Hitler, quienes afirmemos que personas así siguen siendo humanas, pese a su arduo empeño por sentirse como miembros de otra especie o aun su creencia vehemente de que lo son?
