En este país en el que los candidatos, desde los de la alcaldía de Chupamestepenco, hasta los de la presidencia de la República, sacrifican hasta la madre con tal de recibir dineros así provengan de los mismos infiernos; resulta anormal, ilógico extraño y hasta exótico, que Peñalosa, según lo contó la revista Semana, no les vaya a recibir aportes económicos “a una serie de empresarios que lo buscaron para ofrecerle plata a su campaña.” Quienes se la ofrecieron -que duda cabe- lo hicieron estimulados por los buenos resultados de éste en las encuestas, que eventualmente lo podrían convertir en el próximo presidente de los colombianos.
Lo normal es que los elegantes empresarios de saco y corbata, a plena luz del día, le ofrezcan dinero absolutamente legal a las campañas políticas mejor posicionadas; como también aquí es normal, que en las sombras, lo hagan narcotraficantes, contrabandistas y paramilitares de todas las pelambres. Porque tanto para unos como para otros, es muy rentable recibir jugosos dividendos en poder y en contratos; así como echarle -de paso- una manito a la democracia para presumir, en el club o en la fábrica o desde alguna caleta.
Y lo normal es que lo reciban todos, o casi todos: porque Peñalosa, según lo cuenta la revista Semana, no lo va a hacer, pues considera que puede adelantar la campaña presidencial con el reembolso por los votos de la consulta, solicitando el anticipo estipulado por la ley. Esa es una noticia espléndida para la democracia, para el “no todo vale” mockusiano; porque la independencia que piden a gritos los ciudadanos del próximo presidente, no es solo frente a los paramilitares, o frente a las FARC, o frente a los parapolíticos; sino también con relación a los grupos económicos quienes son los que, generalmente sin vergüenza alguna, utilizan a sus senadores lacayos, previamente comprados con sus aportes legales, para fabricar leyes a su medida, de la misma manera como fabrican cerveza o papel higiénico.
El país no debe olvidar que hace solo unos años, en Colombia uno no sabía quien mandaba más, si el presidente de la república de turno, o Augusto López Valencia, quien lo hacía como mandante de un conglomerado económico que producía prácticamente de todo, cuyo propietario, Julio Mario Santodomingo, ni siquiera vivía en el país.
Se decía que su poder era solo comparable con el de la casa de Nariño. El Exministro Jaime Arias Ramírez, quien tenía porqué saberlo, decía que “"Allá (en el Congreso) ya casi nadie es liberal o conservador: Las lealtades reales de los parlamentarios son más con Augusto López y con Carlos Ardila Lulle; y en menor grado con el cartel de Medellín y el de Cali". Y la cosa no ha cambiado, porque ahora están de moda las lealtades con las EPS, con el cartel de la contratación, con las empresas mineras o con los parapolíticos encarcelados, pero no con las mansas ovejas de los electores.
Ahora, para su intento reeleccionista, Santos, ya indigestó con mermelada a su maquinaria electoral de la Unidad Nacional, y agrupó tras de sí a empresarios y gremios que han sido beneficiarios directos de las leyes del régimen de privilegios de este cuatrienio, las mismas que han originado la reacción de los indignados y emputados.
Hasta ahora, las encuestas indican que habrá segunda vuelta, y que la verdadera confrontación electoral se va a dar entre el candidato-presidente y Peñalosa. El primero rodeado, como ya dije, por los empresarios del régimen y por los políticos profesionales alborotados, enloquecidos y enceguecidos por el dinero, como tiburones ante la sangre; y el segundo, que se la está jugando por la trasparencia y la independencia, como en las buenas épocas de Mockus. Pero ¿Le alcanzará?
Sesudos analistas aseveran que Peñalosa debe perder porque le hace falta plata y máquina; yo afirmo lo contrario, puesto que candidato-presidente que se respete debe ganar en la primera vuelta, circunstancia de la que está muy lejano Santos. Una segunda vuelta le daría ventajas insoslayables a quien quede de segundo, y ese, hasta hoy es Peñalosa.
Y me gustaría que fuera el presidente, por que es el único de los candidatos que se la juega por la anti-política, como cuando, en una decisión anormal, ilógica extraña y hasta exótica, determinó cerrarle la puerta a recursos de los empresarios, que aunque legales, no han dejado gobernar bien a ningún presidente.