Sin duda, el presidente colombiano afronta múltiples dificultades para sacar adelante su proyecto de reformas sociales. Sin embargo, en el plano internacional su liderazgo parece cada vez más notorio, como lo reconoció la revista Time hace 5 meses al incluirlo entre las cien personas más influyentes del mundo en 2023.
Sus intervenciones en los foros globales han sido notorias y sus propuestas no dejan de generar polémica. Ad portas del inicio de la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York, el viernes pasado aterrizó en la Cumbre del Grupo de los 77+China, celebrada en La Habana.
Dicha organización se conformó en 1964, en plena guerra fría, en desarrollo de la llamada "Declaración Conjunta de los Setenta y Siete", durante la primera sesión de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en Ginebra. Su objetivo es promover los intereses económicos colectivos y fortalecer la capacidad de negociación de las naciones del Sur. En la actualidad está integrada por 134 países.
“El mundo les está fallando a los países en desarrollo”, señaló en la instalación António Guterres, Secretario General de la ONU. Llamó también a “alzar la voz para luchar por un mundo que funcione para todos”, de manera que las nuevas tecnologías no sean escritas solo por los países ricos.
En efecto, la discusión se centró en la importancia de la ciencia y la tecnología. Con algunas notorias excepciones y posturas críticas al orden global, la mayor parte de las intervenciones no trascendió el discurso conocido, repetido y bastante timorato, por lo demás, sobre la importancia de acceder a la tecnología en el mundo de hoy.
Pero Gustavo Petro rompió con ese esquema y señaló varios puntos importantes.
El primero tiene que ver con la forma como deben afrontarse los desafíos globales. Insistió en que la ciencia debe ser la base para la construcción de cualquier política progresista. Por ello, si se busca alcanzar un cambio real frente a la crisis climática, principal problema de la humanidad, ese debe ser el punto de partida.
Los más afectados por esta crisis son los pobres del mundo, los parias de la tierra, señaló. La tecnología no puede aislarse de las decisiones políticas. Su uso debe llevarnos a una economía libre de carbón y petróleo. Es una discusión que debe asumirse de manera seria.
El segundo punto se refiere al sistema financiero y la deuda externa de los países. Un asunto central de la discusión es cómo financiar el proceso de transición energética. Señala dos alternativas. La primera es la senda que plantea el gran capital, motivada por la ganancia, la codicia y la rentabilidad. Por supuesto que responde a una visión limitada, de corto alcance, con la que no se puede enfrentar el daño ya causado.
La segunda vía es el incremento de los fondos públicos del mundo. Esto podría hacerse de dos formas. Una, mediante el aumento de la deuda, tal como lo proponen los países poderosos, lo que llevaría a elevar el endeudamiento actual y a profundizar los niveles de dominación en el mundo.
En este punto, dejando de lado su discurso, señalemos que por esta vía se acentúan y perpetúan el ajuste fiscal, el Marco Fiscal de Mediano Plazo, las restricciones al gasto público y la inversión social y todo el fracasado recetario neoliberal.
Gustavo Petro rompió con ese esquema y señaló varios puntos importantes. El primero tiene que ver con la forma como deben afrontarse los desafíos globales. El segundo punto se refiere al sistema financiero y la deuda externa de los países. El tercer asunto es el de la guerra.
La otra vía propuesta por Petro para incrementar los fondos públicos es la disminución de la deuda. Para hacerlo propone la utilización a escala universal de los llamados Derechos Especiales de Giro, DEG, instituidos por el FMI en 1969 como un activo de reserva financiera. Este mecanismo que se usó durante la pandemia, podría utilizarse a gran escala para afrontar con seriedad la transición energética.
Señala que esto implicaría una negociación universal sobre un cambio en el sistema financiero internacional. La emisión de los DEG se haría de manera progresiva, para permitir el pago de la deuda a los acreedores, fortalecer los fondos públicos y financiar la transición hacia una economía descarbonizada. No obstante, como él mismo lo señaló, esto no quedó incluida en la declaración final de la Cumbre.
Lo más importante es que con dicha propuesta se busca que lo público y la planificación a escala multilateral y universal, vuelvan a ser el centro de la transformación económica. Se trata de salvar la vida del planeta, de cambiar de paradigma, del “reconocimiento de que la planificación humana es superior a la inhumanidad del mercado”.
El tercer asunto es el de la guerra. Petro planteó que para adelantar la discusión anterior es necesario superar la guerra de Rusia y Ucrania, pero también todas las demás. Fustigó la doble moral y propuso un gran frente para encarar la ocupación de Palestina por Israel.
Por ello, convocó al G-77 para que les planteara a los poderosos la necesidad de hacer dos conferencias de paz de manera inmediata. Pero esto tampoco quedó en la declaración final.
Por último, se refirió al simbolismo de la Cumbre de La Habana. Se reúnen representantes de más de la mitad de los países del mundo, en un país bloqueado por unos pocos países.
Posteriormente, una vez terminada la reunión, vía twitter fustigó al expresidente Duque, responsable de que EEUU incluyera a Cuba en la lista de los países que apoyan el terrorismo, por no haber entregado a los negociadores del ELN, tal como lo pretendía la extrema derecha colombiana. Como consecuencia, vino un reforzamiento del bloqueo.
Por supuesto que las propuestas de Petro generan escozor entre los poderes mundiales y la ortodoxia económica. Cuestionan las bases mismas de un orden global en crisis, que se resiste a modificarse aun a costa de su supervivencia.