Bien se dice que la Big Band es la orquesta de jazz por excelencia; que es el formato en el que mejor se realizan las particularidades poéticas de una música que ha salvado más hombres que todas las iglesias.
Se sabe que la big band de jazz deriva del pequeño conjunto de jazz de Nueva Orleans ampliado posteriormente por fundadores de ese sonido como Fletcher Henderson, Don Redman y Benny Carter, quienes se considera que codificaron las claves de su lenguaje.
Vendría después la migración de las bandas de New Orleans hacia Chicago y New York, y se produciría el milagro de Duke Ellington, de quien se dice que tocaba el piano pero que su verdadero instrumento era la orquesta. Y después, todo lo demás. Es decir, la institucionalización de un sonido llamado swing que cabalgaría por el resto del mundo sobre nombres como los de Glen Miller, Benny Goodman, Artie Shaw, Count Basie, Harry James, Lionel Hampton, entre otros, que tendrían insospechada influencia en la música colombiana impactando muy positivamente en las sensibilidades de hombres como Lucho Bermúdez y Pacho Galán.
Más tarde llegarían nuevos nombres como los Woody Herman, Stan Kenton, Claude Thornhill y Urbie Green; y desde luego las turbulencias sociohistóricas de la vida norteamericana que fueron el caldo de cultivo para una nueva estética: la del Be Bop. Y en ese caso, el desafío de una nueva escritura orquestal con los dramáticos arreglos de esa línea jazzística, y cultores como Dizzy Gillespie, Gill Fuller, Billy Eckstine o Chico O’Farrill.
Vino entonces la reacción de la estética cool con una nueva manera de “swingear” en las partituras de Gerry Mulligan, Shorty Rogers, Gil Evans, Gerald Wilson, Ralph Burns. O la evolución redefinida de todos esos sonidos anteriores con los procedimientos de Charles Mingus, Quincy Jones, Buddy Rich, Thad Jones, Mel Lewis, Oliver Nelson, Toshiko Akiyosi.
¡Y quién pensaría! Un lenguaje de Big Band en el free jazz con planteamientos conceptuales y tímbricos ciertamente revolucionarios en el sonido de orquestas como las de Charles Mingus (otra vez), Sun Ra, George Russell, Carla Bley; y más tarde las impactantes fusiones de Don Ellis, Maynard Ferguson, Vienna Art Orchestra, entre muchos otros.
En fin, todo esto para decir que la gran música contemporánea tiene en el lenguaje de la big band de jazz uno de sus discursos más significativos y prestigiados, y que inscrita en ese código hay una orquesta colombiana fundada y prohijada en Barranquilla que ya ha empezado a dejar interesantes ecos en importantes escenarios del país: Festival de Jazz del Teatro Libre de Bogotá; Barranquijazz, Jazz al Parque en Bogotá y hace apenas unos días en el Concierto del Mes en Barranquilla y en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo de Bogotá.
La Orquesta Atlántico Big Band fue creada hace seis años en Barranquilla bajo el liderazgo del profesor Guillermo Carbó, musicólogo de la Sorbona, importante compositor de lenguajes contemporáneos, vinculado a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, donde anima además un Festival de Jazz Alternativo denominado Atlantijazz.
Quienes hemos tenido la oportunidad de conocer y escuchar en vivo algunas big bands de jazz contemporáneas, formato para el cual existe una muy completa y compleja literatura que ha redefinido desde los años 60 el sonido y el concepto de esta música, sabemos lo que puede significar un esfuerzo de esta clase, especialmente cuando se trata de trabajar con un recurso humano en el que si bien concurren algunos de los mejores atriles de nuestra música popular, también es cierto que se enfrenta a un déficit de experiencia jazzística que seguramente hay que suplir con grandes dosis de concentración, disciplina y estudio, dadas las exigencias de esta música.
Carbó le apostó inicialmente a compositores y arreglistas muy importantes pero muy poco referenciados en nuestro medio como Gabor Zabo, Douglas Fonseca, Paul Sorensen, Jeremy Levy, Yoshi Hayata, Thomas Dunker, Jean Laughlin y Neal Hefti, entre otros, pero ya ha empezado a enriquecer su acervo agregando nuevas plumas como las de Rob Catlender, Philip Moore, Lemer & Loewe, Dubin & Warren; y grandes clásicos como Glenn Miller, Benny Goodman y George Gerswin. Aunque hay quienes quisieran que hubiera en su repertorio cosas de Armando Romeu, Moacir Santos, Pedro Somavilla, Dizzy Gillespie, Gil Fuller, Quincy Jones, Chico O’Farrill, Bebo Valdés, Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Rumbatá Big Band…
La ABB encontró, además, una voz realmente extraordinaria y una intérprete admirable en la cantante Zeidi Bornacelli, que viene del canto lírico pero que ya ha comenzado a lograr la colocación de voz y el fraseo que el canto jazzístico reclama, y a ella han encomendado la asunción de algunos temas que le han dado nuevos colores a la orquesta y un lucimiento diferente.