No se condesciende que el presidente del Congreso por el hecho de salir derrotado en una propuesta de reforma constitucional, brinde el espectáculo desafiante ante el pleno del Senado, como el de esta semana, que rompe el texto del proyecto ante sus colegas y medios de comunicación, como si se tratara de una obligación en el seno de la democracia, a aceptar las locuras que a su personalidad "camaleónica", se le ocurran.
Este personaje exótico que aparece en los recientes tiempos de la política colombiana, se arroga supremacías en esta corporación pública, por el hecho de tener veinte senadoras en las filas que se acomodó, de un movimiento integrado por toda una polifacética variedad de personajes, unos conocidos por su trayectoria en partidos de presunta izquierda, otros de grupos concebidos en indeterminadas ideologías y otros reencauchados de tradicionales partidos que han legislado en detrimento de nuestra sociedad y ahora se presentan como reivindicadores de un pueblo del que se han aprovechado para sus privilegios personales y, sin necesidad de desenmascararlos, porque ya los conocemos, hasta de evidentes autos.
El presidente mayor, que rige los destinos de esta hermosa República, con el embeleco de la "paz total", ahora sale a tuitear, para desconcierto de la ciudadanía y el espectro internacional, diciendo que el secuestro de los policías en Los Pozos, jurisdicción del Caguán, es de su absoluta responsabilidad, encubriendo la incompetencia y desprecio a sus subalternos del comandante de la Policía Nacional en Caquetá, cambiándole de nombre a un delito de lesa humanidad, por un absurdo nominativo inventado por su "escudero", Ministro del Interior: "cerco humanitario".
Evidente desconcierto que al unísono los miembros del gabinete, militantes de su reciente movimiento creado para ostentar hoy el poder y algunos confundidos líderes sociales, con personajes comunicadores sociales, han querido confundir a una sociedad que ama la democracia y respeta los auténticos derechos humanos, cambiando un delito atroz el cual la humanidad ha calificado como el más cruel y terrible, como lo es someter a un mortal a la tortura del cautiverio contra su voluntad, tomando su vida para intimidarle y lo más grave como lo sucedido en los Pozos, ver asesinar a su propio compañero dejándolo por casi dos días a su lado para escarmiento y arrogancia de sus secuestradores, que no son más que bandoleros con máscara de campesinos organizados, pero para delinquir, porque para pedir garantías y prebendas de una empresa particular y autoridades del gobierno, no se requiere recurrir a la violencia practicada solo por la subversión y no por nuestros campesinos de bien, orgullo de Colombia.