Todas la mañana, poco antes de una intensa sesión de yoga, Angelina Jolie mastica unas cuantas semillas de chía revueltas con un poco de agua. Pasan las horas y ya, sin la presión de aprenderse nuevos guiones, saturada de Hollywood y los paparazzi, apesadumbrada por las constantes infidelidades de Brad Pitt, quien se ha hecho célebre últimamente no por sus películas, sino por los rumores que lo vinculan a estar muy cerca de jóvenes actores de porno gay como Cameron Foxx, y por la renuencia de Zahara, la niña etíope que adoptó hace diez años y que hoy quiere regresar al rancho de paja en Awasa en donde vive su madre verdadera.
Hace más de cinco años que el único alimento que come Angelina en las noches es quinoa. A veces cambia la rutina y mastica un poco de escanda o trigo sarraceno. Eso sí, su dieta se compone exclusivamente de cereales antiguos, que le dan 600 calorías al día, una cifra bastante inferior a las 2000 que necesita, mínimo, una mujer para llevar una vida normal. Esto le ha generado no solo que su piel brille como un cristal recién pulido, sino que su cuerpo empieza a deteriorarse. Hay quienes dicen que la actriz sufre de caquexia o síndrome de desgaste, enfermedad que se manifiesta por su dramática pérdida de peso que la tiene en 37 kilos, una constante fatiga y debilidad que la ha hecho renunciar temporalmente a cualquier rodaje, y, lo más preocupante, la falta de apetito crónica que padece.
La anorexia es un fantasma que ha aparecido más de una vez en la vida de Angelina Jolie. A los doce años, cuando tenía que presenciar las peleas constantes de su padre, John Voight con Marcheline, su madre, la estrella de Tom Raider se desganaba, se encerraba en su habitación y no salía durante días con la firme intención de matarse de hambre. Su nana de esa época, sin que sus padres lo supieran, la llevaba a un hospital para que la tratasen.
Angelina no la pasó bien siendo la hija de un actor. John Voight había saltado a la fama a finales de los sesenta cuando interpretó al triste gigoló de Cowboy midnight. El estrellato repentino le trajo problemas con el alcohol y, aparte de su aparición en Coming home, el clásico antibelicista de Hal Ashby, no tuvo el éxito que auguraba su carrera. Frustrado, Voight se desquitaba con su hija, lo que generó en la joven una pronta adicción a las drogas y a los escándalos.
Con 18 años participó en la filmación del video clip Anybody seen my baby. Mick Jagger, el viejo sátiro, no fue inmune a sus labios carnosos, a sus ojos penetrantes y, por primera vez en su intensa vida de Don Juan, el cantante de los Rolling Stones perdía la cabeza por una joven. El galán otoñal la persiguió en vano: Jolie se había enamorado de Billy Bob Thorton, veinte años mayor que ella y con cuatro matrimonios encima. Los tabloides hicieron su agosto hablando de la estrambótica pareja que tenía como mascota una zarigüeya y, como si de dos vampiros se trataran, llevaban la sangre de cada uno en sendos relicarios que colgaban de su cuellos.
Después de tres años se separan y Angelina se ve envuelta en escándalos sucesivos que la asociaban a orgías. En Hollywood hay una leyenda negra: dicen que Brad Pitt pagó diez millones de dólares por la destrucción de un video en donde se ve a su esposa participando con varios hombres en un Gang Bang.
Solo el matrimonio con el torturado detective de Seven pareció aplacarla. Se alejó de los escándalos y de los rodajes. Eso sí, cada vez que aparecía en una película sus fanáticos desbordaban las salas de cine. Se convirtió en una diosa, en la estrella más luminosa, hermosa y mejor pagada de Hollywood.
Pero ni adoptar seis hijos y volverse embajadora de la UNICEF le hicieron ganarle la batalla a la presión que significa vivir rodeada de paparazzis. Dicen que muchos productores le dieron la espalda por su ego descomunal, que Brad se cansó de lo manipuladora y calculadora que puede ser, que dejó de ser una persona para transformarse en la imagen que los medios se inventaron. Es por eso que ya no quiere actuar y ha decidido dejarse abrazar, tal vez para siempre, por el viejo fantasma de la anorexia