Llamado a lista
La primera tarea de Milena Henao Melchor cuando regresa a su pequeña finca en el sector de Planadas es llamarlos a lista:
Simona
Mingus, por el músico de jazz.
Chau, por el cantante y activista político Manú Chau.
Beto, por alguna razón.
Gael, por el actor mexicano Gael García Bernal.
Canelo, por el color de su pelambre.
Santa, la que le tiene miedo a la lluvia.
Malena, por el título de la película.
Amelie, también.
Alika, por una cantante de ritmos urbanos.
Tomasa, por la negra de la canción.
Ah, y falta el gato Horacio, porque son once perros y un gato los que conforman su familia.
Milena y Wilson, su novio, son las cabezas de ese hogar peludo y gruñón
El asunto empezó muy temprano. Milena finalizaba el primer año de escuela primaria cuando su padre le entregó a modo de premio por haber aprobado el curso un pequeño morral… con un perro adentro.
“Se llamaba Katia. No la olvidaré jamás, porque ese día sentí nacer dentro de mí un amor infinito por los animales. El mismo amor que me llevó, años después, a plantearme como uno de los objetivos de mi vida tener un pedazo de tierra propio para reunir a mis perros recogidos en la calle, en medio de las condiciones más duras que alguien pueda imaginar : heridos, golpeados, desnutridos, todas esas cosas que los seres humanos somos capaces de hacer”.
Eso y ser maestra, para ayudarles a comunidades olvidadas a salir adelante, dice Milena desde el centro mismo de sus certezas.
Lo de los perros ha sido toda una peregrinación, que la llevó primero a instalarse en Guacarí, en una tierra de alquiler, y más tarde en Planadas, un territorio amenazado el último invierno por inundaciones y deslizamientos.
Pero para ella esto último es solo anecdótico: sigue pagando con puntualidad el préstamo al banco: es la garantía de que sus amigos podrán seguir viviendo a lo bien.
Así dice: a lo bien. Para ello invierte de su sueldo como profesora de lingüística en la UTP y como guionista en el Sena, una suma nada despreciable para un maestro colombiano : cuatrocientos mil pesos mensuales en comida, y cien mil en medicamentos, aparte de la amortización de la deuda contraída con una entidad que atiende animales abandonados.
Eso sin contar los imprevistos.
“Aparte de eso le ayudo a Jackeline, una amiga recicladora residente en Caracol- La Curva, que a pesar de la pobreza encuentra espacio y recursos para compartir con los perros. A ella me acercó el hecho de ver un día, de paso hacia mi casa en Guacarí, una perra en estado de abandono y embarazada de una tanda que final resultó de siete cachorros. Como mi ilusión en la vida no es ser rica, creo que vale la pena destinar plata para que esas criaturas tan agradecidas dejen de sufrir tanto”.
Y no para de sonreír. No para de hacerlo durante la conversación: le sobran razones para esa risa ancha que es quizá su más firme seña de identidad.
Entre el tecnicolor y el blanco y negro
Es viernes 26 de mayo de 2017. Como lo viene haciendo desde hace dieciséis años, Milena Henao se prepara para esa suerte de misa pagana en la que ella es oficiante, los amantes al cine son los fieles devotos y las películas hacen las veces de buena nueva que les permite renovar el rito cada fin de mes.
Bajita, mulata, enérgica y dueña de una calidez bajo la que alienta un dejo de tristeza, acude puntual a la cita en el Teatro de Comfamiliar. Poco a poco, solitarios o en grupo, a eso de las seis de la tarde empiezan a llegar los iniciados y los neófitos: desde los fervorosos seguidores del neorrealismo italiano hasta los fanáticos de La Guerra de las Galaxias.
A muchos los conoce desde las noches en que se movía a sus anchas en la escena punk-rock de los bares y los conciertos subterráneos.
A otros recién empezó a verlos cuando abrió las puertas del Cine Club.
El nombre que Milena le delegó a su Cine Club, va en homenaje al cineasta Hernando Salcedo Silva
“Todo empezó, como tantas cosas buenas, en el Cineclub Borges, esa entidad tan importante en la evolución cultural de la región. Ellos habían empezado con el auspicio de Comfamiliar y luego se lanzaron a hacer gestión por cuenta propia. Entre sus frutos está la incubadora de cineclubes, una propuesta sólida y de contenido. En el principio parecía otro sueño más. Pero aquí estamos, quince años después, con un público fiel que cada fin de mes responde al llamado. En ese recorrido hemos reflexionado sobre un catálogo entero de películas que abarca desde los días del blanco y negro, hasta llegar a la era digital, pasando por ese descubrimiento mágico que fue el technicolor.”
Para compensar su fidelidad, Sandra Milena escoge las películas de cada trimestre con obsesiva minuciosidad. A veces las agrupa por épocas. En otras ocasiones piensa en ciclos de directores o en determinadas corrientes o géneros, siempre con la intención de motivar el diálogo: no por casualidad su propuesta lleva el nombre de Hablemos de Cine, en un intento por revivir el espíritu de los viejos Cineclubes.
En su caso, le rinde además tributo a uno de los más recordados críticos de cine en Colombia: el maestro Hernando Salcedo Silva.
Esta tarde proyectará la película Dos mujeres, una producción de 1960 dirigida por el maestro italiano Vittorio de Sica y protagonizada por dos grandes divas e la época: Sofía Loren y Eleanora Brown.
Que los perros vengan a mí
Milena habla con el mismo fervor de perros y películas. Como si los primeros se hubieran colado en algún guion o las cámaras se aproximaran a los animales para permitirles convertirse en la estrella de la jornada, igual que aquella inolvidable Marly and me, historia en la que un célebre columnista de prensa cuenta su relación con un perro abandonado.
“Para octubre, escogido como el mes de los animales, en tributo a la memoria de san Francisco de Asís, programamos la proyección de la película En busca de Hagen, una de esas historias de todos los días donde se borra por completo la frontera entre la realidad y la ficción.”
Hagen es, desde luego, un perro.
Cuando se refiere a ciertos directores como el español Alex de la Iglesia su voz alcanza unos niveles de devoción que obligan a pensar en alguien muy cercano. Lo mismo le sucede con el actor Gael García Bernal.
Pero los perros son otra cosa. Les compra comida, los lleva al veterinario, les cura las patas lastimadas y sobre todo los consiente: desde hace muchos años la mujer decidió, con esa clarividencia propia de las cosas esenciales, que los perros serían el centro de su vida.
En el intermedio están las canciones. En los años noventa se sintió en su elemento, transitando el aire denso de los conciertos en bares, garajes y subterráneos.
En esa aventura descubrió a Punkies y cerebros, una agrupación colombiana creadora de unas letras agudas y a veces brillantes que le devolvían al punk la esencia de sus tiempos de gloria: la rabia y el escupitajo contra el establecimiento.
En esas andanzas descubrió a la banda Ska-p y una de sus canciones: Insensibilidad. Desde ese momento se convirtió en su himno.
En declaración de principios frente a una sociedad insensible, cuando no hostil ante el sufrimiento de los semejantes y, sobre todo, de los animales.
Días de radio
Con la obstinación propia de su temperamento Milena encuentra tiempo también para dedicarle a la radio, esa otra forma de narrar y dialogar, que en contravía de quienes vaticinaron su muerte, sigue tan campante, no a pesar sino gracias al advenimiento de la televisión y más tarde de internet: si a veces hasta pareciera que se alimenta de sus competidores.
Por eso asiste con puntualidad a un programa dirigido por la profesora Cecilia Caicedo en la Emisora Cultural de Pereira.
En ese espacio se habla de literatura y música. De vez en cuando, Milena aprovecha un resquicio y lanza sus dardos contra los maltratadores de animales.
Eso la devuelve a sus días en la estación radial de la Universidad Tecnológica de Pereira. Allí combinaba desde el dial todas las formas de lucha: compartía reseñas de películas en la sección Hablemos de cine y promovía acciones en favor de los animales, entre ellos las varias decenas de distintas razas que comparten el campus como otro estudiante más.
Ya es parte del paisaje ver a un número creciente de muchachos haciendo milagros con el refrigerio para repartirlo entre los perros abandonados en el vecindario de la universidad.
Alika y Simona
Ya es tarde en la noche de este viernes 26 de mayo. De vuelta a casa, Milena los nombra para confirmar su presencia:
Simona
Mingus
Chau
Beto
Gael
Canelo
Santa
Malena
Amelie
Alika
Tomasa
Ah, y el gato Horacio, con perdón.
Cuando los contempla —es decir, durante buena parte de su tiempo libre— la mujer intuye su valentía, sus miedos, sus recónditas alegrías y su enorme fragilidad.
A veces cree que los perros ven pasar la vida como una película.
En algunas ocasiones es un relato de juegos sin fin, en los que corretean pájaros a través de la pradera mientras el color verde se despliega en todas sus tonalidades. Pero en otras es una historia de terror en la que los humanos desnudan su faceta más despiadada.
Por eso piensa que, de una u otra manera y por los caminos más insospechados, todos los perros van al cine.
*Publicación original en La cebra que habla