La sensación de angustia generalizada cunde en la ciudad de Barranquilla, es una zozobra cuasi perenne que domina el pensamiento de nuestros vecinos. La felicidad de la que se hace alarde por los mecanismos de propaganda oficiales y no oficiales, poca relación guarda con la verdad. La calidad de vida es un asunto que atraviesa múltiples variables a las que no se les ha dado una solución de fondo.
La inestabilidad laboral es un elemento que afecta a la mayoría de los ciudadanos. Las oportunidades laborales están reducidas en un gran porcentaje a las relaciones políticas y en su defecto a espacios de trabajo con baja remuneración en el sector privado o lo que es peor, a la economía del rebusque, que no es otra cosa que la sobrevivencia a partir de la creatividad y el desespero por alcanzar unas monedas para el hogar y llevar un bocado de pan al estómago.
La imagen de una ciudad imparable contrasta con el padecimiento de una ciudad consumida por la delincuencia común, la marginalidad social, económica, política y cultural, la violencia y el sicariato como producto de las disputas de las bandas de narcotráfico, en un claro pero silencioso fenómeno que todos vemos pasar por nuestras narices. Las violaciones a niños y niñas, a mujeres de cualquier edad, el incremento exacerbado de los feminicidios y los suicidios son el pan de cada día en la ciudad y su área metropolitana. Es un retrato rápido pero certero de una sociedad enferma, agonizante y en decadencia.
La concentración excesiva y perniciosa del poder en manos de un solo grupo político fastidia y alimenta cada vez más la desesperanza de los habitantes, se tiene la idea de que todos los aspectos de la vida cotidiana son dominados y regidos por la casa Char, cual monarquía medieval.
Las pocas voces disonantes son apagadas o cooptadas sin mayor pleito ni resonancia.
Los llamados sectores alternativos están cada vez más atomizados y sin perspectivas de vocación de poder, las “tertulias” y discusiones giran alrededor de las descalificaciones, la ponzoña y la traición entre sí mismos, la podredumbre hecha costumbre y la política abandonada a un plano muy lejano, sin embargo, se creen con el sartén por el mango, tamaño chiste ja ja ja.
Pueda ser que el pueblo se despierte, como dice el poema de Neruda y barra de la historia a estas pobres y mezquinas mentalidades de la esfera política, mientras tanto habrá de sumirse en el falso vacile, que no es otra cosa que la impotencia de no poder hacer nada, por ahora.