Mientras la presidencia y demás poderes dicen “quédate en casa” y piensan que con $ 160.000 mensuales (los que lo reciben) se puede afrontar un periodo de más de 6 meses de inactividad y desorden llamado “cuarentena” o “aislamiento”, los que no contamos con un ingreso dependemos de nuestros escuálidos ahorros y no recibimos de un subsidio gubernamental estamos experimentando una profunda angustia, día a día.
En este panorama que nos coloca entre morir de mengua o por causa del COVID-19 nos movemos entre noches en blanco pobladas de ansiedad y un día lleno de zozobra y desesperación.
No hay nada más abrumador que ver pasar el día entre cuatro paredes, pensando en cómo rendir los precarios ahorros, pasando hojas de vida sin recibir ni una mísera respuesta u opción posible de trabajo y viendo cómo los ahorros de la pensión (que quizá nunca podamos recibir) están ahí y podrían ser una tabla de salvación pero que por una estúpida legislación no podemos utilizar, aún cuando estamos frente a una “emergencia” que, de acuerdo a los que están relajados tras su puesto de poder, se extenderá más allá del 2020.
Sin trabajo, sin ingresos, con arriendo y servicios por pagar; viendo cómo rendir lo poco que hay para un desayuno, un almuerzo o una cena; o tal vez para una sola comida estratégicamente diseñada para el día.
La angustia ese estado de desesperanza y miedo; ese dolor en el corazón que nos despierta a media noche, esa inquietud que nos domina en medio del día cuando vemos un recibo de servicios o pensamos en la amenaza del desalojo; esa angustia que vive agazapada sobre nuestros hombros y que nos pesa aún más cuando un presidente, un alcalde o un senador nos dicen “quédate en casa” mientras cobran millonarios salarios y disfrutan de groseros privilegios.
La desesperación de saber que han destruido la economía, que siguen regocijándose en la más abyecta corrupción, que anhelan llevarnos a un estado todopoderoso de perversa tendencia ideológica donde el populismo, la demagogia y el clientelismo sean los motores ruinosos del sistema económico.
Mientras el crimen está a sus anchas y la impunidad es el premio al secuestro, la violación de menores, el narcotráfico, los actos de corrupción y la violación incesante (de parte y parte) de los derechos humanos, vienen a “conmovernos” con pautas de propaganda mediática donde dicen “quédate en casa”.
Mientras tanto el desempleado sigue ahí, buscando un trabajo, viviendo su angustia, muriendo de a pocos; esperando, como el coronel, que alguien “le escriba”, que llegue esa llamada, que surja ese contrato, que llegue el ingreso para deslastrarse de esa oscura y acechante desesperación que lo persigue día y noche; que lo despierta de sus inquietos sueños y se instala en el estómago ronroneando perversamente y haciendo de la oscuridad un lugar más negro de lo que ya es.
Y ahí quedarán estas palabras, que pocos leen o comparten, porque no somos influencers o youtubers; porque no son el chiste fácil o el baile de moda; porque es mejor taparse los ojos ante la realidad y esperar el próximo debate entre los politiqueros de derecha o izquierda, que seguirán sembrando vientos para cosechar votos y, así, seguir disfrutando arteramente del poder por el poder mismo.