La amnesia de Venezuela

La amnesia de Venezuela

A nombre del anticomunismo, las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú y Uruguay cometieron crímenes que marcaron para siempre

Por: Hildebrando Ramírez Fuentes
junio 15, 2022
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La amnesia de Venezuela
Fotos: Canva/Wikimedia

Anticomunismo, antisocialismo o antiizquierdismo, no son sinónimos de libertad, por el contrario, a nombre de todos se han cometido grandes atrocidades que oscurecen la historia de la humanidad. Aún hoy el Mccarthismo es una mancha horrenda para la cuna de la libertad y la democracia. Una atrocidad que procesó a cientos de intelectuales, científicos, académicos, escritores, poetas, guionistas, directores y actores cinematográficos, bajo sospechas de deslealtad, solo por ejercer su derecho a la libertad de pensamiento.

A nombre del anticomunismo, y durante la guerra fría, las dictaduras militares de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú, Uruguay y, de casi toda Centro América, cometieron crímenes que marcaron para siempre la vida de esas sociedades, mientras Venezuela emergía, conducida por Romulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez, como modelo de desarrollo que implantó la educación pública, obligatoria, de calidad y de masas, a la par que instauraba los sistemas hospitalario y de salud pública, el sistema público de pensiones y asistencia social y una amplia reforma agraria que le permitió a nuestros campesinos acceder a la propiedad de la tierra.

La construcción de viviendas urbanas y rurales, la estatización de las empresas petroleras y mineras, el fin de las enfermedades de la pobreza y una amplia inversión en cultura, muy especialmente la de Luis Herrera.

Esas políticas nos permitieron vivir durante cerca de 40 años una era de bienestar social, económico, educativo, científico y cultural que no tiene parangones ni en Venezuela ni en la América Hispana. A pesar de la militancia social cristiana de dos de los expresidentes que acabo de mencionar, ese modelo de desarrollo fue inspirado en políticas socialdemócratas y/o de centro izquierda.

Negarlo es negar la historia de Venezuela. Una historia que con errores y aciertos, es una historia de convivencia democrática y de desarrollo que fue modelo para todos nuestros vecinos. Y aunque el modelo de dependencia de la renta petrolera se agotó, y también un sistema educativo que hizo énfasis en graduar profesionales, técnicos y obreros calificados pero olvidó formar ciudadanos y demócratas, con todo no puede decirse lo mismo de las políticas públicas que nos permitieron convertirnos en un país urbano, progresista e inclusivo que hizo posible el surgimiento de la enorme clase media profesional que fue la envidia de América Latina

Los tiempos han cambiado. Esa Venezuela murió asesinada por Hugo Chávez, un golpista surgido de la académia militar, profundamente ignorante y autoritario, con ínfulas de izquierda redentora y cuyo resentimiento aún no terminamos de entender: su padre y sus hermanos disfrutaron del mismo bienestar que nos hizo posible a nosotros. Él no. ¿Porqué? La respuesta es una tarea de biografos y psiquiatras. Un enfermo de poder que sería toda una delicia para Don Gregorio Marañon.

Entiendo la molestia de muchos compatriotas con cualquier movimiento o dirigente que huela a izquierda. Lo que no puede entender es la reacción hacia políticas públicas, defendidas en Colombia, Chile o en cualquier país del mundo, que si bien no imitan las políticas de Betancourt o Leoni, entre otras razones porque ninguna de esas sociedades tienen las mismas capacidades de la Venezuela de los 60, 70 y 80, si están inspiradas por los mismos deseos de cambio inclusivo, progresista y democrático. Ayer leí a un compatriota que aseguraba que la reforma agraria de Gustavo Petro era la misma de Chávez.

De nada sirvió que argumentara que la propuesta del candidato era dar en propiedad millones de tierras, que hoy son del estado Colombiano, a campesinos para que las pusieran a producir, es decir, lo mismo que hizo Betancourt y Leoni, con una diferencia: la mayoría de esos campesinos son víctimas de la guerra civil de 60 años, o más, que ha padecido Colombia. Aún así no entendió. Siguió hablando de expropiaciones. Lo lamento por él.

Venezuela es un país enloquecido que vivió su mayor período de bienestar con adecos y copeyanos, de los que se deshizo para adorar a un teniente coronel fascista y que ahora tiene en sus altares a Trump, Kast, Bolsonaro, Fujimori y a Uribe, entre otros especímenes. Se nos olvidó Betancourt, Leoni, Pérez y a un Luis Herrera que, siendo expresidente, hacía cola ante las puertas del Seguro Social para obtener sus medicamentos. ¡Hermoso Luis Herrera!

Si se nos olvidó de donde venimos, no quiero imaginar hacia donde vamos.

 

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