La primera vez que vi a esa señora grandotota con el presidente de Fedegán colgado del brazo fue en una foto de coctel. Y la primera vez que supe su nombre (no estoy en la pomada social, qué le vamos a hacer) fue cuando se murió García Márquez. Luego supe que es aficionada a pensar con las yemas de los dedos y a lanzar sapos por la boca como María Mala la del cuento. Y, también, que me recordaba a Caronte, el barquero aquel que se encargaba de guiar las sombras errantes de los difuntos hasta el otro lado del río, camino de los infiernos del Dante. Todo eso supe, casi de sopetón.
“Pronto estarán juntos en el infierno” fue el tuit con el que debutó, junto a una foto de GGM y Fidel Castro, cuando los allegados al Nobel comenzaban a sentir su pérdida y los lectores, a extrañar su pluma. Semejante boutade despertó la indignación general, traspasando, incluso, las fronteras del injustificable matoneo en línea. Presionada, talvez, por sus copartidarios (el país estaba en plena campaña electoral), emitió un comunicado aclaratorio que resultó más chueco que la metida de pata. Aunque hábil sí que fue, intentó saltar del bando ofensor al ofendido; en uno de los puntos alegaba: “compruebo una vez más que la libertad de expresión en el medio colombiano resulta una actividad de alto riesgo, cuando es ejercida por quienes rechazamos la promoción de regímenes que atentan contra la dignidad humana, como lo ha sido el castrismo desde hace 50 años”.
No, señora. Con algunas excepciones —que fanáticos que ven el diablo en quienes piensan diferente, los hay: usted es una muestra—,los colombianos no nos sentimos molestos por sus cuestionamientos a la relación García Márquez-Castro —muchos de nosotros rechazamos los totalitarismos, sea cual sea su apellido, y desconfiamos de la cercanía de la cultura y el poder—, sino de la ligereza y la impertinencia de las que echó mano para dar rienda suelta al superego que parece almacenar entre pecho y espalda: “Las polémicas se arman solas… Yo soy así, políticamente incorrecta… Soy coherente, nunca me salgo de la línea… Me gusta decirle a la gente lo que no me parece bien… No me arrepiento… Así soy yo” (El Tiempo, agosto 24/14). Y si les gusta bien, y si no, también.
Por estos días fue Ángela María Giraldo —hermana de uno de los diputados del Valle asesinados por las Farc en 2007— el blanco de sus dardos. Con la patente de corso que no se sabe quién le expidió y con una irresponsabilidad impresentable en una Madre de la Patria, se aprovechó de una foto que encontró en Twitter en la que Ángela saludaba sonriendo “aparentemente a uno de los negociadores de las Farc en La Habana”. Y como no le gustó, pero sí le gusta decirle a la gente lo que le da la gana, la utilizó para dos apuntes mordaces: “¿Esa que saluda con una gran sonrisa a las Farc es representante de las víctimas?” y “Esta ‘víctima’ saluda a las Farc muy contenta… ¿Síndrome de Estocolmo?”. Las amenazas a la señora Giraldo no se hicieron esperar —la cuenta de la representante a la Cámara tiene fanaticada— y la aclaración de que el de la foto era un delegado del Gobierno, tampoco. Tocaba disculparse de nuevo, qué vaina. Mas como la protagonista no acostumbra dar su brazo a torcer, la explicación fue peor que la sindicación: “¿Y qué quiere, que cada vez que comente una foto les pida el pasado judicial a los que aparecen en la imagen?”. Con razón la impresión que produjo en la afectada fue la de “una persona fría y cruel”.
No porque diga lo que piensa, reitero. A ella, a usted y a mí, nos asiste el derecho a opinar —por eso no estoy de acuerdo con la demanda que cursa en la Fiscalía—; por la manera en que lo dice y los momentos que escoge para decirlo. Así que no trate de darle otra vez vuelta a la tortilla, honorable congresista; la airada contestación que recibe ahora, no es por sus posiciones contrarias a la paz negociada —muchos tenemos más dudas que certezas frente al Proceso y estamos convencidos, además, de que sin disenso no hay democracia—; es porque usted provoca heridas graves con sus reiterados fuera de lugar. Ah, y le cuento: los días en que los amos de las fincas azucareras hablaban y los esclavos callaban, ya pertenecen al pasado imperfecto.
Ahí perdona, me gusta decirle a la gente lo que no me parece bien. Ojalá, en el futuro, usted sea noticia por su trabajo en el Congreso. Para eso la eligieron.
COPETE DE CREMA 1: María Fernanda Cabal es la amiga que no quisiera tener. No es del tipo de persona que me gusta. (No sos vos, ¿oís? Soy yo).
COPETE DE CREMA 2: Esta columna estará ausente por dos semanas. ¡El 18 de septiembre nos reencontramos!