Las guerras que se están produciendo justo en este momento amenazan con desembocar en una conflagración mundial de consecuencias impredecibles.
El esfuerzo hecho por la OTAN para incorporar entre sus integrantes a Ucrania, el país más grande de Europa, y poder así emplazar en la frontera con Rusia todo un dispositivo militar provisto de misiles nucleares, ha suscitado una fuerte reacción de Moscú, que ve en ello una amenaza existencial. La guerra estalló en 2014, con el golpe de Estado y la ofensiva de Kiev contra el Donbass, pero se ha agudizado en los últimos dos hasta producir más de 800 mil muertos, sin contar varios millones de refugiados que han huido de Ucrania.
El gran ganador de la guerra en Ucrania entre la OTAN y Rusia es Estados Unidos, que sin poner un solo muerto ha logrado romper los vínculos entre Europa Occidental y Rusia, debilitar a Europa y a Rusia y hacer grandes negocios vendiendo municiones y armas tanto a Ucrania como a los países europeos.
Sobre el terreno, hasta el momento, la victoria rusa parece irreversible. La superioridad tecnológica, demográfica y económica de Rusia hubiera asegurado una derrota más rápida del ejercito ucraniano de no ser por el masivo refuerzo de la OTAN, que ha invertido miles de millones de dólares en apoyo militar y financiero.
Aun así, los envíos de armas, dólares y asesores no parecen ser suficientes para derrotar a Rusia. Solo la participación directa de grandes contingentes de OTAN podría cambiar el curso de la guerra, pero ya Rusia ha anunciado en todos los tonos que si ve amenazada su existencia, no dudará en usar las armas nucleares.
La posibilidad de un acuerdo de paz en estos momentos depende de que Occidente acepte lo que se está produciendo en los campos de batalla, la pérdida de cerca de la mitad del territorio ucraniano y unos mecanismos para que la parte restante de Ucrania garantice una neutralidad real y verificable que dé seguridad a los rusos de que en un futuro la OTAN no usará el territorio para nuevas agresiones proxy o intermediarias.
Las expresiones de Occidente no apuntan hacia la paz
Las expresiones de Occidente no apuntan hacia la paz. El presidente Macron de Francia anunció el envío de contingentes a Ucrania y en el anuncio se ha visto acompañado por varios de los países limítrofes con Rusia. Paralelamente, aumentan las acciones desesperadas de Kiev, tales como el estallido de una bomba en un centro comercial de Moscú y las incursiones frecuentes en territorio ruso amenazando refinerías e incluso a la central nuclear de Zaporiya, la más grande de Europa. Estas acciones no están en capacidad de alterar el curso sustancial de la guerra, pero reflejan el esfuerzo del gobierno ucraniano por tratar de involucrar directamente a la OTAN en la guerra.
En víspera de unas elecciones presidenciales cruciales, Estados Unidos están paralizados por la oposición republicana, que se opone a enviar más ayuda al gobierno de Zelenski, pero los halcones que manejan a Biden y no se conforman sino con una derrota rusa pueden llevar a que el conflicto se radicalice de tal forma que haga imposible echar marcha atrás ante una eventual victoria de Trump. A Biden no le conviene llegar a las elecciones con otra derrota, sumada a la de Afganistán.
Lo que Trump ha planteado es aceptar el fraccionamiento de Ucrania y dejar el futuro de la guerra en manos europeas, una salida que le permitiría tener las manos libres para un enfrentamiento con China. Pero la situación está tan grave, que una sola chispa puede encender la conflagración. Cualquier decisión aventurera de un gobierno europeo extendería el conflicto en proporciones inimaginables.
En Gaza se vive una situación no menos complicada. Después de las acciones terroristas de Hamás en octubre de 2023, el ejército israelí se ha dedicado a destruir toda la infraestructura de la zona y hasta el momento ha producido más de 33 mil muertos, entre ellos miles de niños. Todos los días las redes sociales documentan en directo los terribles sufrimientos de la población civil palestina.
Crece el repudio internacional y local a las acciones del gobierno israelí, hasta el punto de que aumentan las grandes movilizaciones sociales incluso en Israel pidiendo la renuncia de Netanyahu. Hasta Gran Bretaña y Estados Unidos aparentan desmarcarse, por lo menos parcialmente, de la acción de Israel.
Al sentirse cada vez más aislado, Netanyahu ha optado por copiar la estrategia de Zelensky y trata de extender la guerra a toda la región, a fin de provocar un enfrentamiento con Irán que de alguna forma obligue a Estados Unidos a meterse directamente en el conflicto.
Si no se detienen las maniobras desesperadas de Zelenski y Netanyahu, ambos conflictos escalarán sin remedio en los próximos meses.
Biden ha patrocinado a los gobiernos de Ucrania e Israel con cientos de miles de toneladas de armas y con dinero a manos llenas, pero ahora los dos amenazan con salírsele de las manos y perjudicar su reelección.
La única solución en el caso de Gaza es la creación de un Estado Palestino dentro de fronteras estables y seguras, y en el de Ucrania, un acuerdo de paz que garantice la seguridad de Rusia.
No parece que la administración Biden tenga la posibilidad ni la voluntad de promover ambas soluciones y seguramente, si no estalla una guerra mundial, los conflictos seguirán indefinidamente.