A las cinco de la mañana del 18 de marzo del 2022 el experimentado periodista Hernando Garnica lo taladraba una úlcera. Él era el encargado de llevar a Ibagué a los más de 50 periodistas acreditados que deberían cubrir los tres días del Jamming. Garnica fue tal vez el primer testigo de lo que se vendría encima: lo que iba a ser la celebración de la primera década de uno de los festivales más concurridos del país, se convertiría en el escándalo del año. Impotente vio como los cincuenta comunicadores tenían que esperar, con maleta al hombro, en la entrada de Playa Hawaii. En ese lugar, ubicado a las afueras de Ibagué, un centro recreacional que alberga a cientos de personas cada fin de semana ofreciendo atracciones como una playa artificial lejos del Caribe.
El sol, y el viaje nocturno de Bogotá los tenía achicharrados a los periodistas. Cuando, a las 7:30 de la mañana, se hizo oficial la cancelación del evento, se desató un verdadero pandemónium. La seguridad contratada por la familia Casallas, ante el no pago de lo convenido, decidió cobrar por mano propia lo que no les iban a dar y literalmente se llevaron lo que encontraron por delante, incluidas esculturas, pinturas y todo lo que tenían para vender como es el caso del escultor Mauricio Giraldo quien relató en este video el horror que vivió, perdiendo una inversión de 12 millones de pesos.
Todos, desde periodistas hasta comerciantes, al igual que las más de 100 mil personas que habían comprado boleta desde septiembre, buscaban a un rostro para culpar, para cobrarle el saqueo, las pérdidas. Y ese no es otro que Alejandro Casallas. Amante del Reggae utilizó como primera sede del evento, realizado en el 2012, en la emblemática Casa Babylon en Chapinero. Esa primera vez fueron 200 personas para ver a la gran estrella invitada, Damian Marley, el hijo de Bob, precursor del género. En esa época quería que el Jamming fuera sólo un festival con músicos de reggae. Pero debido a la popularidad alcanzada los grupos y los géneros empezaron a agrandarse.
Aunque el gran sueño de Casallas era traer algún día a Manu Chao pudo tenerlo en el festival 2016. No hubo un solo año en el que el festival no creciera. Pasó de la estrechez de Casa Babylon al Parque Deportivo de la 222 o a un campo gigante en Briceño, además de Melgar. Llegaron a tener 2.000 personas la organización. Se convirtió el Jamming en una fundación que entregaba juguetes a los niños más pobres en Bogotá o ropa y carpas para las familias que lo habían perdido todo en invierno. Incluso realizaba intensas jornadas para inculcarle a la gente la necesidad de utilizar compostaje para cuidar el medio ambiente.
Después de la pandemia, Casallas tenía ganas de marcar historia con un super-mega festival que superaba cualquier otro que se hubiera realizado en Colombia. Los nombres abarcaban todo tipo de generaciones y de géneros musicales, desde Shaggy hasta Silvestre Dangond. Fueron mas de 100 artistas los invitados a tres días de música que se harían en las afueras de Ibagué, justamente en el centro recreacional Playa Hawaii. En octubre, a principios, en el centro de eventos de la 222 en plena autopista Norte, se realizó un prejamming con grupos como Aterciopelados, Alkolyrkos, Herencia de Timbiquí. Alarmó que ese día no compraran la boleta todas las personas que se esperaban. Fue un mal augurio. Los nubarrones de la tormenta se iban acumulando. Las cancelaciones de artistas como Black eyed peace, la ausencia de confirmaciones de los grandes invitados, fueron los prolegómenos que terminaron con los huevos que en la mañana del 18 de marzo le están lanzando a Casa Babylon en Chapinero por parte de los miles de personas que pensaban viajar desde Bogotá hasta Ibagué.
Pocos creen que Casallas vuelva a tener una oportunidad. Desde las afueras de Ibagué personas como Germán Garnica o Mauricio Giraldo están pensando en que tendrán un puente de terror y tienen pocas posibilidades de devolverse pronto.
Es el caos total. En Ibagué los hoteles están llenos. Nadie estaba preparado para este infierno.