No era la primera vez que El Almirante se hundía. El barco ya lo había hecho dos veces antes. Una fue el pasado mes de mayo. En esa ocasión no hubo ningún herido porque se hundió en el muelle por la noche cuando no había ningún pasajero. La empresa Asobarcos, su propietaria, lo mandó a reparar por la zona y a los pocos días ya estaba recorriendo el embalse con pasajeros a bordo. La otra vez que se hundió fue cerca de una isla del embalse. Por eso no hubo ninguna víctima y la situación fue controlada.
Sin embargo, cuando se hundió por tercera vez el sábado pasado, la suerte no lo acompañó. A los cinco minutos de haber salido del muelle, un fuerte sonido se escuchó al lado del baño masculino, se fue la luz, se encendió la alarma y el agua mojó los pies de todos los que estaban en el primer piso del bote. Navegaba en aguas de más de 20 metros de profundidad con más de 150 personas a bordo. La cifra exacta no se conoce porque no había registro detallado. Siete personas murieron ahogadas.
Una de las víctimas fatales fue Valentina Jaramillo, hija de Luis Jaramillo, propietario del barco. Se encontraba ahí porque estaba encargada de administrarlo. La joven de 17 años iba con su niña de 1 año. La bebé se salvó porque su madre alcanzó a entregarla a uno de los pasajeros que subió al tercer piso.
Los habitantes del pueblo se indignaron después ocurrida la tragedia. Dicen que estaba anunciada y ninguna autoridad le prestó atención. Ninguno se explica cómo era posible que un barco que se había hundido dos veces estuviera nuevamente navegando sin que ningún ente supervisara que estaba en las condiciones óptimas para hacerlo. Tanto la superintendencia de puertos como el ministerio de turismo hicieron presencia en la zona cuando ya era demasiado tarde.
Guatapé es un destino turístico emergente en Colombia. En los últimos cinco años ha tenido mayor crecimiento que lugares como San Andrés o Cartagena. Hasta principios de la década pasada la zona estaba invadida por la guerrilla y no se le veía como un lugar de interés. Por lo tanto, no estaba preparada para convertirse en potencia turística en tan poco tiempo. Así, la regulación sobre los servicios turísticos, como los botes que navegan en el embalse, es inexistente. De igual manera las embarcaciones son fabricadas en la zona y reparadas ahí mismo. La mayoría se hace con conocimiento empírico, madera, y tecnología básica porque en Guatapé no hay ninguna empresa especializada en construcción de barcos.
Asobarcos, la compañía dueña de El Almirante, tenía otros 12 barcos de tres y cuatro pisos que diariamente hacían varios recorridos cada uno por todo el embalse. San Telmo, El Cacique Guatapé, El Rumbero y El Pirata eran otros de la misma compañía. Todos tenían tienda y baños. También los alquilaban para eventos sociales, familiares y empresariales. Se trata de una pequeña empresa regional que operaba desde 2009 y renovó su permiso en 2016. El lunes después del hundimiento, la ministra de comercio anunció vía twitter el cierre de Asobarcos por no tener el Registro Nacional de Turismo. Alejandro Marín, gerente de la empresa y Humberto Vallejo, secretario, han dicho que por lo pronto no van a hacer ninguna declaración ante medios, solo este comunicado que aparece publicado en la página de Facebook de Asobarcos Guatapé: