La Alianza Verde no tiene otro camino que ser progresista

La Alianza Verde no tiene otro camino que ser progresista

Todo lo que ha venido sucediendo en materia ecológica, no hace sino profundizar los objetivos políticos de la Alianza, fruto del Partido Verde y Progresistas

Por: Jorge Ramírez Aljure
agosto 04, 2023
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La Alianza Verde no tiene otro camino que ser progresista

Sin duda el elemento unificador de lo que se conoce como La Alianza Verde es su afinidad con la Naturaleza y por ende su defensa como origen y entorno del ser humano. Noción trascendental que la ha hecho digna del reconocimiento electoral de muchísimas personas que por varias temporadas han decidido depositar su confianza en sus dirigentes para adelantar una de las tareas irrenunciables en estos momentos extremadamente difíciles que transitamos.

Heredera de los movimientos políticos contestatarios o de oposición que en la Unión Europea surgieron tras similar causa, el cariz del nuestro no se podía alejar de su tendencia a ser un partido de izquierda, por oposición a otros partidos como el inocuo Centro, neoliberales de César Gaviria, conservadores o abiertamente de derecha que, por principios, defienden procesos incompatibles con los hechos de explotación y destrucción del entorno y riquezas ecológicas que padecemos.

Lo de la Alianza Verde -dado el inamovible cultural nuestro que ser de izquierda significa transitar por sectores vedados a la moral o las buenas costumbres- bien puede calificarse su apuesta como del más hondo progresismo, una palabra que va poco a poco haciendo camino en el terreno ideológico con una de las banderas más destacadas que pueda albergar la posmodernidad: la salvación de la especie.

Por eso la actuación de La Alianza en 2018 y 2021 en las coaliciones del llamado Centro -escampadero táctico de políticos neoliberales para esquivar los terribles resultados del modelo economicista sobre nuestra sociedad- liderado por Sergio Fajardo, y para su exclusivo beneficio en las elecciones presidenciales que ganó Gustavo Petro, desconcertó a muchos de sus fieles seguidores.

Con aquellos acercamientos, que probablemente surtieron algunos efectos electorales favorables, se fue erosionando el trasfondo progresista que implicaban sus objetivos ecológicos, tornándose afín a una sociedad conservadora en lo económico y social, y fanática -sobre todo en los últimos 34 años- de la explotación de hidrocarburos, del extractivismo minero, de la destrucción de bosques y del monocultivo agrícola extensivo propios del capitalismo salvaje, sin consideración por los daños que se le hacían al entorno biodiverso del que éramos dueños, y, por supuesto, a los pueblos que vivían en sus cercanías e inmediaciones.

Por eso a mediados de 2023, y luego de la derrota de una de sus más destacadas líderes en su aspiración a la presidencia del Senado a manos de un compañero de bancada que, contra lo que había decidido el partido, decidió postularse a nombre propio con el fin exclusivo de acaparar los votos de la derecha -y no de cualquier derecha sino de la que pretende recuperar el poder a mansalva- y ponerse de alguna manera a su servicio, la vocación progresista del partido quedó prácticamente en entredicho.

Una vocación que por cualquiera de los bordes por donde se mire, no puede ser desestimada -sobre todo hoy que sus objetivos se hacen cada vez más dignos de defensa- sin consecuencias para sus desconocedores, pues los enemigos de un planeta sano, o de uno que aún nos permita seguir viviendo en él, no pueden argumentar que hacen parte de su cuidado.

Pues de hecho defienden en Colombia el único modelo económico vigente, el del capitalismo salvaje -el no ideologizado según pregonan sus apóstoles todos los días- que rechaza que el Estado, fuera de suministrarles el dinero, los recursos y la protección para su franco desarrollo, se inmiscuya en regular sus excesos o en defender una política estatal justa que permita atender a sus asociados más pobres y colocados en peligro.

Y desde luego los frutos de la ganancia indetenible de unos pocos desequilibrados que multiplican la destrucción del entorno, gracias a que sus ganancias aseguradas por lo regular dependen de la exportación en bruto de sus productos, de la desalmada competencia tecnológica para extraerlos y de alimentar el hiperconsumo irracional del mundo, fundamentos de su continuidad suicida.

Y como productor incremental del dióxido de carbono que aumenta el calentamiento del planeta cuando este ya supera, según los diferentes organismos mundiales de investigación sobre el clima, los límites en que correría riesgos la supervivencia humana. De ahí al empobrecimiento y aniquilación anticipada de nuestra gente humilde expuesta a las acciones destructivas de una naturaleza obligada a transformarse ante los abusos de algunos seres humanos que lo poseen, no hay siquiera un paso.

Y menos cuando el Secretario General de la ONU, António Guterrez -gracias a los datos que son de su entero dominio- ha dicho que el mundo entró en ebullición. Tal vez no solo refiriéndose a las altísimas temperaturas que azotan a buena parte del mundo sino a algo menos conocido, pero igual o peor de grave como es la posible alteración, luego de incontables años, de la corriente marítima del Caribe que lleva el calor que adquiere en este lugar y lo lleva al Norte del planeta, con consecuencias estabilizadoras para el clima.

Entonces, ante perspectivas tan aterradoras, que la Alianza Verde termine haciendo parte de las corrientes de Centro, que no representan nada frente a los riesgos que enfrentamos, o peor, de la derecha o sus extremos que comienzan por negar los hechos evidentes para favorecer sus -por grandes- nimios intereses sin molestarse demasiado por sus consecuencias, sería el mayor de los contrasentidos políticos.

Si bien en su nacimiento, el 25 de noviembre de 2005, los objetivos de Opción Centro no eran marcados, los hechos indudables que se han venido sucediendo y corroborando, en especial en los últimos 34 años, en materia de destrucción ecológica y alteración del planeta con efectos sobre la supervivencia de la especie, no hacen sino profundizar los objetivos políticos de la Alianza Verde del 24 de septiembre de 2013, cuando se fusionaron el Partido Verde y Progresistas, que, por lo dicho anteriormente, solo puede ser progresista.

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