El pasado miércoles 3 de abril, en las horas de la mañana, más de 130 congresistas le dieron un respiro a la patria; es decir, a la JEP, a la paz, y a nuestro futuro. Es quizás el surgimiento de una nueva fuerza política que podría ganar miles de adeptos en cuanto está vinculada a una palabra clave en el momento difícil que vive nuestro país: es la voz de la moderación; esto es, de la sensatez, de la cordura, del equilibrio frente a la amenaza de los extremos, de cara al evidente resurgimiento de la violencia, o del lamentable protagonismo del terrorismo de un bando y del otro.
La buena nueva consiste en un bloque de centro, defensor de la paz y de la reconciliación entre los colombianos y conformado por congresistas del Partido de la U, Liberal y Cambio Radical. Estas fuerzas en coalición conformarían una abrumadora mayoría, la cual en consenso pretende impulsar tres iniciativas fundamentales: el derecho constitucional a no tener hambre; un proyecto de ley respecto a la salud y la pronta solución a los problemas de los ciudadanos con las EPS; y lo más interesante del anuncio, una colectividad que iría en contravía de las objeciones y reformas del presidente Duque a la JEP. Es decir, plantea una nueva propuesta que tiene en cuenta los intereses mayoritarios del pueblo colombiano, en momentos en que la polarización y la crisis de gobernabilidad ponen en jaque las instituciones. Porque lo que actualmente está en juego es la seguridad, la tranquilidad, la esperanza y la fe de todos los colombianos.
En efecto, estos congresistas (si cumplen con su palabra y si se sostienen en lo que proponen, que en apariencia pinta muy bonito) están interpretando los signos de los tiempos, el clamor del pueblo que se cansó de las masacres, del terror, de la guerra, de la maldita violencia de los últimos 70 años, de las mentiras, de las manipulaciones de la clase política. Estoy convencido que a Colombia solo la puede salvar una fuerza moderada y sensata, lúcida para vadear las furiosas aguas del odio. Debe prevalecer la inteligencia para crear puentes que nos salven del abismo; la solidaridad, para tener en cuenta las necesidades vitales de los compatriotas; independencia política y liderazgo, para tomar decisiones firmes desde el congreso de tal manera que veamos una luz del otro lado de este agujero de incertidumbre política en que se ha convertido Colombia.
Así pues, celebro esta unión, esta integración de moderados, de congresistas que toman el toro por los cachos, que asumen los inmensos retos en un momento crucial para el devenir de la patria. Quiero ser optimista como para creer que toman la partida desde una buena y sana intención: ojalá lleguen a la meta sin torcer el camino por intrigas de terceros o intereses mezquinos de uno o de otro. En otras palabras, Dios quiera que no se dejen dividir ni comprar ni desintegrar, y mucho menos, que no permitan boicoteos y conspiraciones a una propuesta que se constituiría en un hito, después de que el expresidente, estadista y Nobel de paz Juan Manuel Santos nos dejará un legado invaluable para la reconciliación de todos los colombianos.
Por otra parte, y en favor de la moderación, de la mesura, de la prudencia, de la sensatez y de la lucidez de consciencia, cito a uno de los más grandes sabios de todos los tiempos y que marcó casi mil años de nuestra era cristiana: Tomás de Aquino. Este filósofo, teólogo y brillante pensador pronunció estas sabias e iluminadas palabras: in medio stat virtus; es decir en el justo centro, en el justo medio, en el equilibrio está la virtud. Y precisamente esa es la medicina que necesita Colombia, y no otra clase de centro desequilibrado, insensato y tendencioso que se inclina hacia un extremo, y que no es propiamente una expresión de la democracia.
Desde esta óptica podemos parafrasear una pregunta del poeta alemán Erich Frïed: una democracia en la que el pueblo no puede expresar que no es una democracia ni denunciar esa supuesta democracia, ¿es de verdad una democracia? La respuesta es no. Nadie ha descubierto un sistema político mejor que la democracia, el problema es que la palabra es demasiado hermosa en nuestro contexto, o en términos de Ferdinand de Saussure, el gran estudioso del signo lingüístico: es un significante sin significado, es decir, no representa ni indica nada. En este sentido, y desde una perspectiva ideal, el gran estadista Winston Churchill dijo alguna vez: la democracia no es el mejor de los sistemas políticos, pero es el menos peor de los conocidos.
En esencia: el justo centro, la moderación es nuestra única esperanza: está en juego el pan, la salud, la paz y la vida de millones de colombianos. Así que honorables senadores del bloque centro de los moderados: ojalá tanta belleza sea cierta, ojalá no tengamos que acudir al beneficio de la duda como para murmurar: de eso tan bueno no dan tanto. En todo caso si los mueve el corazón y la buena fe, salven ustedes este pobre y sufrido país. Si así lo hiciereis que Dios y la patria os premien, de no ser así, que él y ella os lo demanden.