En la democracia de este país, aunque nos duela reconocerlo y decirlo, muchas cosas tienen un precio. En la política electoral, es decir, en la de la conquista del voto, se conoce que actividades operativas de una campaña, como la propaganda, la organización y la movilización del ciudadano, tienen un costo; al punto que ya existen tarifas de mercado para la prestación de estos servicios.
La participación del ciudadano en los procesos de elección política, suele estar sujeta a situaciones emotivas, racionales o materiales, lo que en cierta forma limita la libertad del voto y deforma la voluntad popular; para fortuna del pueblo y para la desgracia de los políticos, la gente por alguna extraña razón, ha aprendido a diferenciar una elección de otra, es el caso de las votaciones de alcaldía o gobernación, que resultan ser distintas a la elección de concejos y asambleas.
El comportamiento de los electores en Soledad, en la elección popular del alcalde, no es distinto al criterio que tiene la gente en otras ciudades para decidir, a su libre gusto, su voto por el candidato a la alcaldía que más les simpatice; y en esa decisión poco vale la imposición de los caciques políticos y del dinero, para “amarrar” la voluntad del pueblo, a través de la compra y venta del voto.
Ya el ciudadano de a pie, con poco conocimiento de la política y de la función pública, ha comprendido que de un aspirante a la alcaldía que su voto le compra, solo puede esperar un gobierno corrupto e indecente, dispuesto a recuperar sin escrúpulo, todo lo que se gastó en su macabra campaña; esa es una conclusión trivial a la que sabiamente ha llegado hoy el pueblo.
La alcaldía de Soledad, aunque tristemente funcione en la Gran Central de Abastos (Gran abastos) no es un bulto de arroz, ni de pollo o de cualquier otro producto de mercado, que fácilmente puede comprarse en algún almacén de cadena o súper tienda. La Alcaldía de Soledad ni se compra ni se vende, por la sencilla razón de que el ciudadano en este tipo de elección, confía libremente su voto y la suerte de su ciudad, al candidato con el que más se identifique.
La gente de una ciudad, y es el caso de Soledad, se identifica y brinda su respaldo a un candidato a la Alcaldía, ya sea por reconocimiento a su capacidad, a su preparación, a su personalidad o a su carisma; pero sobre todo, porque no lo siente ajeno a la realidad de vida de su calle, de su barrio y de su pueblo; el ciudadano Soledeño se identifica con quien tiene identidad con Soledad, con quien ha visto defender a Soledad; el pueblo se conecta con quien ha estado por tiempo, conectado bien de cerca con ellos, con sus problemas y sus soluciones.
Llegar a ser Alcalde de Soledad, no depende de una cotizada chequera o de cuanto tienes tanto vales, esa lección ha quedado bien aprendida por muchos, que sin mayores méritos al de querer comprar la Alcaldía, recibieron el castigo del pueblo. El poder económico de un grupo político, tal vez resuelva muchas cosas en una elección de Alcaldía, pero no resuelve el elemento de mayor peso para ganar, ese que no tiene precio, que se le conoce como conexión o identidad con el pueblo, y que se da con facilidad cuando existe arraigo con la tierra.
Entender y sintonizarse con Soledad y la realidad de su gente, no es asunto que se puede conquistar de forma exprés con la fuerza del dinero y el favor de los padrinos políticos; la opinión del pueblo en las votaciones para Alcalde, no es un simple negocio de oficina y mucho menos un cambalache de compra y venta. Ganar el favor popular en Soledad, parte de la mismísima pertenecía del candidato con este suelo, y la pertenencia aquí, no es algo que se pueda aparentar tener, es algo que se construye cuando se vive, se siente, se sufre y se respira el mismo aire, que respiramos todos los Soledeños.
Ya veremos como las encuestas en Soledad, irán reflejando el mal recibimiento y el claro rechazo de la ciudadanía a esos candidatos a la Alcaldía, que sin identidad y pertenencia Soledeña, pretenden con el aval de sus jefes y la política del todo vale, convertirse olímpicamente en alcaldes; ya los veremos varados y sin vuelo propio, ante la opinión de un pueblo que en las elecciones de Alcaldía ya no come de chinos cuentos.
