La agonizante chiva periodística

La agonizante chiva periodística

Los tiempos han cambiado dramáticamente y la que antes fue la columna vertebral de los consejos de redacción, ya no lo es

Por: Rodrigo Beltrán
junio 20, 2019
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La agonizante chiva periodística
Foto: Pixabay

Hay ciertos valores y patrimonios del periodismo universal de ayer y de hoy que representan el ADN de la profesión y que independientemente de su cultura, medio, política, sociedad y avances tecnológicos en comunicaciones no pueden desaparecer o ser abortados porque sí. Me refiero al compromiso sagrado e inquebrantable de la buena prensa: la ética, la objetividad y las buenas prácticas.

Contrario a lo anteriormente planteado, la velocidad de la información digital, los nuevos criterios de contenidos periodísticos en estas plataformas, y los titulares noticiosos ya no dependen de un periodista u autor de la nota, sino de ingenieros de sistemas, que son contratados para medir algoritmos, lecturabilidad y quizás la “transformación” de la profesión con las sugerencias de titulares constantes, para mantenerla con el valor de ser además una herramienta para consulta histórica del desarrollo de una sociedad, han afectado, entre otras: el valor y la definición exacta de lo que se conoce desde que nació la profesión como: “la chiva”, ayer esta era la columna vertebral en un consejo de redacción de contenido periodístico, hoy llevada a la práctica como tal está agonizando. La primicia informativa, mal o bien cuando es presentada como tal en tiempos modernos, ya no lo es, puesto que de una manera u otra, en redes sociales, ya se ha conocido y el medio periodístico, como se afirmaba popularmente en el gremio, queda “chiviado” o repitiendo lo que ya es un secreto a voces.

Otro aspecto interesante es que la responsabilidad de información y el respeto de la confidencialidad son víctimas, ahora con la velocidad digital se ha incrementado el afán despiadado de divulgar o anticipar hechos al garete, sin importar las consecuencias, ejemplo: algunos sectores del gremio periodístico han manifestado su inconformidad por el proyecto de ley (desconozco en el momento si fue aprobado en el Congreso o archivado) que da cárcel y sanción penal para aquellos funcionarios del estado que divulguen por “debajo de la mesa” información y documentación que es catalogada como confidencial frente a procesos jurídicos, que no se han resuelto.

Soy periodista académico y de profesión y me parece perfecto ese proyecto de ley. Estoy de acuerdo ya que algunos medios y periodistas que se convierten en francotiradores se acostumbraron a infiltrar a estamentos del gobierno para divulgar documentos, testimonios, audios, vídeos, que son en su momento definitivos en un proceso y que cuyo valor pierde, afecta a culpables o inocentes si son divulgados antes de tiempo. Es cuestión de sentido común y de responsabilidad social del periodista, quien con ínfulas de investigador cree que es noble a la profesión haciendo pública esta información que nunca le ha pertenecido y mencionando nombres o entidades comprometidas que luego  pueden salir inocentes, causando daño irremediable, así el medio realice la rectificación obligada o simplemente tome el camino más fácil para evitar demandas, agregar palabras como: se dice, se afirma, al parecer, para protegerse de demandas, pero la conclusión es muy sencilla, ¿quién responde por la mala reputación entregada de un colombiano o entidad? En Colombia, ¡nadie! Además, esta práctica convierte a los periodistas en legisladores públicos en momentos en que hay un proceso vigente en donde no se han finiquitado las investigaciones, muchas veces sirviendo de “idiotas útiles” a intereses particulares o fuentes nada fieles y si voraces, para cambiar los rumbos de los procesos.

Sobre esto, hay todavía mucho que plantear y puede ser motivo de una columna más adelante. El ejemplo anterior es también por el afán de la deteriorada “chiva” y en casos excepcionales por intereses oscuros, más cuando se trata de procesos delicados, donde se pone en tela de juicio la dignidad de una persona, o como afirmé la reputación y credibilidad de una organización social o empresa público-privada. No se trata de tapar sino de informar cuando exista un proceso finiquitado y con base a una declaración de un juez, corte o entidad fiscalizadora… ¿Antes para qué?, ¿por qué? Señores periodistas, dejemos el show, que la responsabilidad hoy está por encima de la asfixiada, deteriorada, manoseada y poco cotizada… chiva.

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