Los últimos días han sido críticos para la Amazonía en Brasil y Bolivia. Los incendios en agosto han consumido miles de hectáreas de bosque y han llamado la atención de la comunidad internacional.
Aunque la temporada de fuegos en Colombia suele ser hacia enero y febrero, la acelerada deforestación, sobre todo en la Amazonía noroccidental del país, tampoco da tregua. Ni siquiera se escapan áreas protegidas de vital importancia para comunidades indígenas y para el corredor ecológico de transición entre la cordillera de Los Andes – Amazonía – Orinoquía.
El último reporte del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), una iniciativa de la organización Conservación Amazónica (ACCA) en colaboración con la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) en Colombia, muestra cómo la deforestación está impactando fuertemente a los Parques Nacionales Sierra de la Macarena, Tinigua, Serranía de Chiribiquete y la Reserva Nukak.
A pesar de que el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) indicó que la deforestación en Colombia disminuyó un 10 % en el 2018, en comparación con el año anterior —197 159 hectáreas contra 219 973—, estos parques nacionales siguen en peligro. Por ejemplo, el municipio de La Macarena fue el que registró un mayor incrementó en la deforestación en todo el país (26 %) y “casi la mitad de la pérdida de bosque se la aportó el Parque Tinigua”, dice Rodrigo Botero, director de la FCDS.
La Amazonía sigue clamando por atención
Si bien la deforestación en el país tuvo una leve disminución el año pasado, no se debe perder de vista que la Amazonía colombiana ha perdido 478 000 hectáreas de bosque en solo tres años (2016-2018), de las cuales el 73 % (348 000) era bosque primario.
MAAP enciende las alarmas al mostrar la tendencia deforestadora en algunas zonas amazónicas en lo que va del 2019. “Estas alertas indican la pérdida adicional de 60 600 hectáreas en los primeros siete meses de este año, de las cuales el 75 % (45 700 hectáreas) era bosque primario”. El mapa base que utilizaron muestra que la pérdida de bosque de este año impacta principalmente cuatro áreas protegidas en el noroeste de la Amazonía colombiana: los Parques Nacionales Tinigua, Serranía de Chiribiquete y Sierra de la Macarena, y la Reserva Nacional Nukak.
Algunos de los datos más relevantes del estudio son: durante 2016-2018 se deforestaron 29 000 hectáreas en las cuatro áreas protegidas; para finales de julio de 2019 se deforestaron 4300 hectáreas y tres de los parques (Tinigua, Chiribiquete y Macarena) perdieron más de 1000 hectáreas cada uno. El Parque Nacional Tinigua es el área protegida más impactada por la deforestación pues entre 2017 y julio de 2019 perdió 16 000 hectáreas, con un pico pronunciado en 2018; y el Parque Nacional Chiribiquete perdió 2600 hectáreas desde su expansión en julio de 2018, de las cuales el 96 % era bosque primario.
Gran porcentaje de la deforestación se da sobre bosque intacto y prístino donde habitan flora y fauna poco estudiada, y cuya pérdida podría tardar, según expertos, siglos en recuperarse, si es que esto de verdad ocurre. Así lo expresó Matt Finer, director de MAAP a Mongabay Latam al indicar que “los bosques primarios en este caso son bosque tropical húmedo natural maduro que no ha sido completamente talado y regenerado en la historia reciente (30-50 años). En realidad, en muchas casos, probablemente son bosques que nunca han sido talados. Entonces estamos hablando de bosques superintactos con toda su biodiversidad y cuya pérdida quizás nunca podrá ser reemplazada”.
¿Por qué está ocurriendo esto en áreas protegidas de gran importancia biológica y ecológica? La salida de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) de la zona a finales de 2016, luego de la firma del Acuerdo de Paz con el gobierno colombiano, abrió el camino para que grandes terratenientes y otros grupos armados ilegales quisieran apoderarse de estas tierras donde la presencia del Estado es escasa. “Los parques nacionales de la región amazónica que presentan mayor deforestación son aquellos donde hoy no hay presencia de funcionarios de Parques Nacionales porque han sido desplazados y/o evacuados por las amenazas que existen contra ellos”, comenta Rodrigo Botero.
Para el director de la FCDS, muchas veces el sector ambiental se encuentra limitado pues las condiciones de gobernabilidad no son suficientes para que haya presencia de funcionarios y acciones donde se trabaje con comunidades y “eso ayuda a consolidar mucho estos núcleos de deforestación”. Una de las cosas más preocupantes para los expertos es que el mercado ilegal de tierras se está dando dentro de resguardos indígenas, parques nacionales, reservas forestales y reservas campesinas.
Corredor Andes-Amazonía-Orinoquía en peligro
El análisis de MAAP hace un zoom en tres puntos críticos de deforestación en la Amazonía noroccidental de Colombia: (A) en la zona de encuentro entre los parques Tinigua, Macarena y Chiribiquete; (B) el sector occidental de la zona de ampliación del Parque Chiribiquete; y (C) la parte noroccidental de la reserva nacional Nukak.
En todos los casos, hay un motor (driver) de deforestación común. “El principal motor en la región es la conversión a pastos para el acaparamiento de tierras y la ganadería”, dice Matt Finer.
Según información de la FCDS, el parque Tinigua en su zona sur tiene un proceso de intervención persistente durante los últimos tres años, donde la zona mejor conservada está quedando hacia el norte del río Guayabero. La preocupación es que se trata de un fragmento muy pequeño y su conservación se debe, en parte, a la presencia de grupos armados, desde las FARC en su momento, hasta hoy que están las disidencias. Por eso aún no se ha colonizado ni destruido esta zona.
De acuerdo con un gráfico presentado en el reporte, la deforestación de bosque primario en Tinigua pasó de casi 3000 hectáreas en 2017 a casi 12 000 en 2018 (un aumento de casi 400 %). Por su parte, el parque Sierra de la Macarena también ha presentado un aumento consistente de pérdida de bosque desde 2016 y que se empieza a parecer a lo que ocurre en Tinigua: una fragmentación del corredor Andes-Orinoquía-Amazonía.
“En Macarena se ha concentrado muy fuerte el eje de deforestación en la trocha ganadera, lo que genera desconexión entre la planicie amazónica, entre los ríos Guayabero y Cafre, y las zonas de montaña”, comenta Rodrigo Botero. Para él, los impactos empiezan a ser muy fuertes, no solo porque son un obstáculo para el flujo de especies sino también para los servicios ambientales, pues se pueden ver afectadas las precipitaciones y la capacidad de regulación hídrica. “Ya se están viendo fenómenos de sequía y disminución de agua superficial en la zona”, indica.
Sobrevuelos e información satelital han permitido apreciar cómo en Tinigua y Macarena se está dando una rápida ampliación de la frontera agropecuaria, sobre todo para ganadería de mediana y gran escala. Además, en Macarena también se vive un fenómeno de concentración de cultivos de coca en algunos sectores y algo similar ocurre en la reserva Nukak, donde los cultivos ilícitos se han concentrado en el río Inírida y donde la afectación ambiental no solo proviene de la deforestación sino también de la contaminación del agua por vertimiento de residuos químicos.
Para Botero, Colombia no puede relajarse aunque la deforestación en la Amazonía haya disminuido en 5971 hectáreas entre 2017 y 2018, según datos del Ideam. Esta disminución sigue siendo muy poca comparada con las 138 176 hectáreas que se perdieron el año pasado. “Cada año tenemos menos bosque, entonces, el impacto de la pérdida de cobertura forestal es cada vez mayor”, dice. Por ejemplo, comenta Botero, no es lo mismo perder 100 000 hectáreas cuando se tienen 50 millones de hectáreas de bosque, que perder 100 000 cuando ya tienes 47 millones. “La pregunta es: ¿lo que hemos perdido cada año se ha venido recuperando o no?”, añade.
El problema de la deforestación en el país está lejos de ser solo preocupación del sector ambiente. Lo que ocurre actualmente con los incendios en la Amazonía boliviana y brasileña impone nuevos retos para todos los países que comparten el bioma. En Colombia, los expertos consideran que luchar contra la deforestación es un tema de gobernanza que no se soluciona solo con la implementación de la estrategia Artemisa. El tema crítico sigue siendo el acceso a tierras.
“Si no recuperas las tierras de esa gente que se echó al bolsillo más de medio millón de hectáreas de la Amazonía en los últimos años, entonces la impunidad se convierte en un estímulo al delito y miles de hectáreas seguirán entrando al mercado ilegal de tierras en Colombia”, concluye Botero.
*Artículo originalmente publicado en Mongabay Latam bajo el título de "Colombia: deforestación en el parque Tinigua aumentó cerca de 400% entre 2017 y 2018"