La agonía de esperar en un mundo que no se detiene

La agonía de esperar en un mundo que no se detiene

"La prisa se ha convertido en nuestro sentimiento más fuerte: amamos deprisa, soñamos deprisa, reímos deprisa y, como diría Sanz, vivimos deprisa"

Por: Iván David Correa Acosta
junio 12, 2020
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La agonía de esperar en un mundo que no se detiene
Foto: Pixabay

Las horas pasan, el reloj no se detiene y nosotros seguimos esperando… esperando a que dejemos de esperar. Esa es la situación por la que el mundo atraviesa hoy o al menos gran cantidad de países que han tomado medidas de cuarentena general para su población, donde sus habitantes esperan a poder trabajar, a poder salir, a poder retomar el rumbo de sus vidas antes de que el tiempo los deje sin lo que tienen.

Para un mundo que nunca espera, que cada vez quiere todo más rápido, que ha adiestrado a su economía de tal manera que la paciencia deja de ser una virtud para convertirla en una némesis, la rapidez y el apuro se vuelven cualidades que todo ser humano debe tener. Aunque el día tenga veinticuatro horas y cada hora tenga sesenta minutos, todo se nos va de la manera más rápida, porque tenemos tanto que hacer que el tiempo se esfuma, se va en cuestión de un chasquido

Nuestra vida e historia se ha basado en que la humanidad a medida que avanza quiere todo más rápido, desde el café de la mañana hasta el dormir de la noche. Todo desea hacerlo de manera acelerada. Nos tomamos el café con prisa porque nos vamos a trabajar o a estudiar y el sueño nos llega tarde porque el día simplemente no alcanza para hacer todo lo que queremos. La prisa se ha convertido en nuestro sentimiento más fuerte: amamos deprisa, soñamos deprisa, reímos deprisa y, como diría Sanz, vivimos deprisa.

Por eso es que ahora que tenemos que esperar para retomar nuestra vida de apuros y correrías, nos cuesta tanto esperar hasta el punto de que agonizamos, de que nuestra salud mental corre peligro, no tanto por el encierro y la claustrofobia propia de las medidas gubernamentales, sino por el desespero de esperar para continuar nuestras apresuradas aventuras que la vida nos tiene. Tanto nos cuesta esperar, tanto nos impacienta y tanto nos sofoca que nos vuelve locos. Algunos lamentablemente mueren en la demora y ese sentimiento es el que ya llevamos en las venas, el que ya no nos podemos quitar... esa larga agonía de esperar algo que para algunos nunca llegará, pero para otros es solo cuestión de un verbo que ya muchas veces he mencionado y que quiero recalcar a lo largo de este escrito: es solo cuestión de esperar.

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