Sin duda, tenemos unas estructuras de gobierno que no operan acertadamente; en muchos ámbitos de la vida colectiva el Estado colombiano marcha 'a veces sí, a veces no'; el problema es que funciona muy bien para captar las rentas y es muy frágil para brindar unos mínimos de seguridad económica y social y para garantizar la convivencia pacífica. Los servicios públicos básicos, tanto los domiciliarios, como los de movilidad, salud, educación, protección socioambiental y acceso al trabajo digno son de gran precariedad; muchos de ellos sometidos a cobros excesivos y a coimas y especulaciones que se anidan en la manipulación amañada de las leyes y las políticas nacionales, pero también en el desvío de los recursos a nivel local y departamental.
La cultura y el comportamiento administrativo que tenemos es muy veloz para operar en la repartición irregular del erario a través de redes de mafias políticas y contratistas que hacen transacciones a cielo abierto, sin que la rama del poder público y la justicia siquiera les incomode, quizás porque también buena parte de las autoridades en ese campo son parte del tinglado que opera para encubrir, excluir, manipular y apropiarse de los recursos colectivos tan necesarios para fortalecer los bienes comunes y lograr inclusión social.
Las ciudadanías activas reflexionan en estas circunstancias y se preguntan ¿Cuáles son los mecanismos de transacción democrática para superar la indecencia en el manejo del Estado?, ¿dónde está la organización popular movilizando alternativas reales?, ¿cómo hacer para que los partidos tradicionales tengan al menos un atisbo de renovación y cambio?, ¿dónde están las nuevas fuerzas proponiendo alternativas viables?, ¿dónde está la renovación política y qué está promoviendo?
¿Por qué sucede este aletargamiento? Porque los procesos alternativos que se juntaron hacen muy poco en torno a la presidencia de Gustavo Petro están dispersos y habitando sus propias contradicciones
Esas preguntas no tienen respuesta fácil, quizás están mal formuladas o cuesta decirse algunas verdades. No operan las transacciones porque la democracia está pervertida en sus más hondas raíces éticas, las bases populares están en el seguidismo inocuo y en la sobrevivencia electoral, los partidos tradicionales y sus principales agentes están que muerden para no perder en las próximas elecciones la posibilidad de mantener sus garras en la manipulación perversa del Estado local y departamental; la renovación está comprometida por la continuidad de los viejos métodos y las mañas más decepcionantes. ¿Partidos? Unos y otros van tras la bolsa burocrática, eso es lo que aprendieron a hacer, no pueden ver para otro lado.
El asunto es que este comportamiento no es nuevo, está enquistado históricamente y cambiarlo ha sido el propósito de varias generaciones, algo se ha avanzado, sin embargo, por momentos incluso en las fuerzas alternativas se ve desorden, caos, agotamiento, desorientación. ¿Por qué sucede este aletargamiento? Porque los procesos alternativos que se juntaron hacen muy poco en torno a la presidencia de Gustavo Petro están dispersos y habitando sus propias contradicciones; porque sectores democráticos que ayudaron a posicionar una agenda progresista ahora no confluyen y van tras propósitos burocráticos tradicionales; porque muchos de los liderazgos sociales han terminado abrumados por las agendas electorales y falta mayor claridad sobre las respuestas ante los clamores de los territorios.
Lo que prima son las mismas fórmulas políticas trasnochadas, sin mayor cambio en los propósitos y en los métodos, escasamente vestidas de márquetin a la moda y como en ese campo se trata de comprar y vender, pues las prácticas siguen siendo las mismas de siempre, pura forma sin mucho contenido. En los acomodos clientelares, las ciudadanías no logran diferenciar, en medio del gatopardismo electoral, qué es señal de transformación viable o de continuidad perversa.
Hace falta conectar de forma más creativa los sectores políticos alternativos con las situaciones, lenguajes y demandas populares; de lo contrario, seguiremos en medio de la misma corruptela e ineficiencia del Estado y dejando que crezca la desesperanza popular que estalla de vez en cuando a la manera de catarsis. Para eso se necesita que se concreten con más sentido práctico las agendas del cambio a nivel territorial, donde puede ser que el espectro de escucha se esté agotando y se necesita ver y sentir las transformaciones a nivel ambiental, social, productivo y de la seguridad integral.