Somos seres entretejidos de relatos, bordados con hilos de voces, de historia, de filosofía y de ciencia,
de leyes y leyendas. Por eso, la lectura seguirá cuidándonos si cuidamos de ella.
No puede desaparecer lo que nos salva. Los libros nos recuerdan, serenos y siempre dispuestos a desplegarse ante nuestros ojos, que la salud de las palabras enraíza en las editoriales, en las librerías,
en los círculos de lecturas compartidas, en las bibliotecas, en las escuelas.
Es allí donde imaginamos el futuro que nos une
(Irene Vallejo, 'Manifiesto por la Lectura')
La escritora española Irene Vallejo, doctora en clásicas y autora de 'El infinito en un junco', su premiado ensayo sobre la historia de los libros y los libros a través de la historia, multiventas orbital traducido a más de 40 idiomas, con una versión gráfica ilustrada por el pincel del reconocido Tito Alba, seguramente registrará su visita al departamento del Chocó como uno de los viajes más gozosos, entrañables y significativos del maratónico itinerario que, desde 2019, le ha demandado la presentación de su bestseller alrededor del mundo.
Podría decirse, que la breve, pero no menos estimulante visita de la narradora de Zaragoza a la capital del Chocó, fue a todas luces el campanazo de apertura de la versión 36 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, que este año cuenta con la presencia honorífica de Brasil como país invitado, con la consigna 'Lee la Naturaleza', invitación expedita ante los dramáticos reveses del cambio climático, que coincide con el racionamiento de agua en la capital, por la sequía imperante ante el desabastecimiento de los embalses que proveen a los bogotanos del preciado líquido.
Casa Motete
Invitada por Velia Vidal, narradora, poeta, activista, gestora cultural y promotora de lectura, oriunda de Bahía Solano, paraíso del Pacífico colombiano, Vallejo se entregó en cuerpo y alma a una expedición de amor, admiración y reconocimiento del pueblo chocoano, con su principal protagonista, la niñez, que la siguió y la rodeó en la mayoría de actividades programadas a esta cita lúdica y didáctica en el corazón del reino de la biodiversidad, paradójicamente uno de los territorios más desamparados y empobrecidos de Colombia, azotado por la violencia y la persecución a ultranza de grupos armados al margen de la ley.
Imaginar mundos diversos a través de la lectura, más amables y generosos que el de la cruda realidad que por decenios ha padecido el pueblo chocoano en medio del abandono, el temor y la precariedad, fue el motivo de inspiración de Velia Vidal al sembrar los primeros mojones de Casa Motete, fundación proyectada a la culturización, el despertar de conciencias y la promoción de lectura como vehículo de sanación y redención colectiva, con énfasis en la infancia desprotegida.
"Vivimos custodiados por la selva: al pedirles a los niños que lean y escriban, los ayudamos a levantar la mirada de los zapatos desgastados, del cuenco del arroz vacío, para descubrir nuevos universos donde resarcir la tediosa rutina de la pobreza y la desesperanza", dice Vidal, quien ha aprovechado la corriente del Atrato y los brazos que comunican aldeas y caseríos para repartir libros en lanchas y fomentar en nativos y lugareños el interés y la vocación por la lectura.
Para Velia Vidal, no podía ser otra su aliada ideal en esta filantrópica cruzada de incentivar el apego por los libros en las profundidades de la selva chocoana, que Irene Vallejo, su partner al otro del Atlántico, infatigable impulsora del poderoso hábito de leer, autora de cientos de artículos y ensayos como 'El Manifiesto por la Lectura', escrito con la erudición, la belleza y la cercanía a todos los públicos.
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Enhorabuena, destacar, uno de los apartes del Manifiesto, donde Vallejo propone y dispone de un pacto entre libro y lectura, como tabla de salvación ante la debacle que hoy por hoy sufre la humanidad, acorralada por los estertores apocalípticos del planeta, la indiferencia de quienes mueven los hilos del poder, tanto estadistas como impetuosos millonarios, agregado a la guerra inmisericorde y absurda que azota al Medio Oriente. Escribe Irene:
"Somos una especie frágil, particularmente frágil: ni muy fuerte, ni demasiado rápida, ni especialmente resistente al hambre y la sed, el calor y el frío. No estamos adaptados al vuelo o a la vida bajo el agua. Nacemos completamente indefensos y nuestra infancia es mucho más prolongada que la de cualquier otro animal. Hasta un virus minúsculo nos pone en peligro. Sin embargo, la brisa de una cualidad asombrosa nos ha impulsado hacia un desarrollo inesperado, hacia un imprevisible progreso.
Esa facultad es nuestra imaginación que, aliada con el lenguaje, nos permite soñar lo inconcebible, colaborar y fortalecernos unas a otros. Somos la única especie que explica el mundo con historias, que las desea, las añora y las usa para sanar. Nuestra auténtica fortaleza es creativa. Gracias a la imaginación hemos inventado el mito de Ícaro y los aviones, el Nautilus y los submarinos, los viajes estelares de Luciano y el Apolo XI.
Si los humanos no hubiéramos fabulado con tierras soñadas como El Dorado o con seres mitológicos como las sirenas, no habríamos podido explorar territorios desconocidos, ni llegar a la luna, alumbrar la teoría de la relatividad, el automóvil o el ordenador. Lo imposible debe ser soñado primero, para algún día hacerlo realidad".
Palabras profundas y reveladoras, de quien a partir de 2019 se ha erigido como la melodiosa intérprete de Sherezade en sus infinitos relatos de 'Las Mil y una Noches', acuciosa en su misión de desandar las huellas milenarias de la invención del libro, de muchos siglos antes de la imprenta de Gutenberg y de la pulpa hecha papel de los chinos, como en minucias y con su admirable prosa, nos ha entregado en su bello y memorioso libro: 'El infinito en un junco'.
Selva de libros
El encuentro participativo de Irene Vallejo y su digna anfitriona Velia Vidal en tierras mágicas y exuberantes del Chocó, y de su capital Quibdó, tuvo matices variopintos en jornadas académicas, visitas a planteles educativos, entrevistas con maestros, lecturas de cuentos, actividades con niños y jóvenes (los más atentos y entusiastas en esta inolvidable celebración de la palabra), muestras artesanales y gastronómicas, presentación de grupos folclóricos, paseos por el emblemático malecón, y una entretenida y provechosa conversación de la autora española con Yijhan Rentería, escritora y docente universitaria, celebrada en la Universidad Tecnológica del Chocó.
En Quibdó, Velia Vidal ratificó el título de Madrina de la Corporación Motete a Irene Vallejo por su vigoroso y decidido compromiso con el pacto que rige esta institución: el de hacer posible, no solo la consecución de libros -como Vidal lo viene haciendo en tierra firme, o en lancha, río adentro por los palafitos de comarcas aledañas-, sino en despertar en las comunidades el interés por la lectura, con acompañamiento en su comprensión, interpretación y disfrute, todo ello inspirado en la obra y la sabiduría del escritor y poeta chocoano Arnoldo Palacios, de quien en 2024 se celebra el primer centenario de su nacimiento.
"El libro es ser vivo. Engendrado, parido se desarrolla. Se lanza a cumplir su destino. Robustece. Desafía tempestades, canta. Amamanta la inteligencia. Sufre y se aterra. Reflorece la alegría milenaria bordada de semillas. Desafía las leyes de la dialéctica como nacer y morir. El libro trae y lleva las semillas. Es inmortal. Es un amigo fiel. Exige un campo sideral para la amistad. Cuando más se nutre, más ingiere energía, lo que lo convierte en estrella negra, la que no se extingue sino que es eterna", como rezan los versos de Arnoldo Palacios en 'La Selva y la Lluvia'.
La Selva de libros que reverdecerá por siempre en este soberbio y paradisiaco rincón del planeta, catedral gótica de la naturaleza, pulmón palpitante del Pacífico colombiano, con sus aguaceros repentinos y sus cielos tachonados de estrellas, cruzados por furiosos relámpagos, donde se mezclan a la vez sentidos boleros de Arista Son con dejos de pasillos, valses y chirimías; salsa choke de ChocQuibTown; llanto impostado de plañideras en despedidas de difuntos, y arrurús de las nanas de Amalia Lú Posso Figueroa entre parteras y recién nacidos.
A la hora del adiós y el hasta pronto, hubo sonrisas y sollozos de amor y celebración de la vida y la palabra en los rostros de Irene Vallejo y Velia Vidal. La postal para la posteridad quedó impresa con las dos escritoras, que abrazadas y sonrientes, lucieron prominentes motetes en sus brillantes testas, esos canastos de mimbre, lúcuma o palmiche de iraca, donde se recogen piñas, guayabas, chontaduros, mandarinas y carambolos, y libros, muchos libros, a manos llenas, porque la insaciable sed de la Selva, ahora es de lectura, gracias a Velia, y al toquecito de la varita del hada madrina que un día vino al Chocó de lejanas tierras, de un puntito de la España de Cervantes, Benito Pérez Galdós y Federico García Lorca, llamado Zaragoza. Sí, la misma que tiene embebido al mundo con 'El infinito en un junco'.