“¿Cuestionar a otra persona, no es acaso la confesión más íntima de quien juzga? Probablemente cuando juzgar se hace recurrente en el discurso cotidiano, se configura -según el psicoanálisis- el mecanismo defensivo de la proyección, a través del cual se protege al Yo de elementos inconscientes individuales, familiares, sociales y culturales constitutivos de la personalidad".
A través de este mecanismo, se “escupe” en los demás los temores, angustias e incluso anhelos de quien proyecta. En este contexto, las declaraciones de Martha Lucía Ramírez frente al quehacer profesional de las mujeres en Colombia resultan fascinantes, en tanto develan el sustrato hegemónico de una sociedad basada en el machismo manifiesto de los hombres y latente en las mujeres, además, permite argumentar la relevancia de psicólog@s, sociólog@s y antropólog@s en el reconocimiento y elaboración de fenómenos psíquicos y sociales que enmarcan las dinámicas históricas, políticas y económicas presentes en la Colombia del 2020.
Para ser justo, ¿es insensata la vicepresidenta cuando opina que en “Colombia hay muchas psicólogas y que deberían optar por carreras mejor remuneradas?”. Si y no:
Es insensato en primera instancia, porque refleja la ceguera selectiva ante modelos históricos, sociales, políticos – económicos, excluyentes y lesivos para la salud mental individual y colectiva de las mayorías. Ahora, ¿No es acaso la salud y enfermedad mental asunto prioritario en el quehacer de psicólogos y psicólogas?
Además, ¿no es acaso prioridad del gobierno, y en este caso, de la vicepresidenta velar por el bienestar psicosocial de un país inmerso en el lastre de traumas no elaborados producto de la violencia, la inequidad y la ausencia de un padre simbólico (el estado)? ¿No debería entonces ser prioridad, incentivar y posicionar a las ciencias humanas como catalizador en la elaboración y transformación de una sociedad que se cae a pedazos?
Es también insensato, porque supone el empoderamiento de la mujer en el constructo equívoco de validar al ser humano a partir de la productividad, en otras palabras, tácitamente se conmina a valorarlas “equitativamente” con los hombres si y solo si prima lo material sobre lo humano. Es un equitativo en comillas, porque la paridad se hace ambigua en decisiones propias de la mujer como el aborto, ante el cual la vice rechaza tajantemente asumiendo la posición del pecado y el patriarcalismo hegemónico, que la convierten en una mujer de convicciones machistas.
Ahora, no es insensato pensar que hay demasiadas psicólogas y psicólogas, no obstante, ese no es el problema, el problema radica en una educación superior pobre, cuyo objetivo es hacer parte de un negocio rentable en contubernio con el Ministerio de Educación quien se encargó de otorgar registros calificados y acreditaciones a instituciones mediocres, que gradúan cientos de psicolog@s anualmente, con tan solo un puñado de ellos competentes, críticos y contextualizados a las necesidades particulares de este país.
Finalmente y en conclusión debemos agradecer a Martha Lucía Ramírez por sus declaraciones, porque a través de ellas nos hace entender que necesitamos más psicólog@s y menos políticos, menos inversión en la industria y más inversión en las personas, gracias además, porque nos ha hecho entender que para argumentar la importancia de nuestra profesión, no necesitamos intentar argüir la rigurosidad científica de la psicología como erróneamente hace la asociación de psicólogos (COLPSI y Ascofapsi). La argumentación gira en torno de la posición crítica, la interpretación y el planteamiento de acciones que transformen a esta nuestra sociedad.
