Cuando a uno le cuentan que hay jóvenes y adultos que duran ocho días o más sin bañarse, que comen muy poco, que se vuelven agresivos y que no vuelven a estudiar o a trabajar por cuenta de los juegos de computador, uno no solamente se sorprende, sino se resiste a creer que sea cierto. Y no es para menos. Si bien es cierto que el común de la gente no la identifica como una adicción peligrosa porque no hay deterioro físico, ni robo de dinero, ni de joyas, lo cierto es que ese apego a los videojuegos en computador es una de las adicciones no tóxicas, no químicas, que más daño hace.
En Colombia todavía no hay estudios que identifiquen claramente esta problemática. Pero uno adelantado recientemente en España asegura que esta patología se ha incrementado de manera importante en los adolescentes; del 65% que juega en computador, el 15% está siendo abusador de la tecnología y el 5% ya está en situación crónica, es decir, igual o peor que el caso que describo al inicio de esta columna. Dicho con otras cifras, de ocho adictos crónicos, cinco son hombres y tres son mujeres. La situación es tan complicada, que hace no mucho las noticias registraban el suicidio de un joven en China frustrado porque la máquina le había ganado…
¿Y entonces, cómo identificamos los padres o familiares cuando hay un problema de esta magnitud? Para la doctora Martha Suescún, sicóloga especializada y directora de la Fundación Libérate, el adicto a los videojuegos tiene cuatro características fundamentales: 1. La obsesión, no puede parar; 2. Pierde el control de su vida cotidiana; 3. No reconoce que tiene el problema; 4. Su conducta compulsiva tiene consecuencias negativas (pierde el año, el semestre, el trabajo, deja de salir en familia, etc.).
¿Por qué resultan nuestros familiares ludópatas o adictos a los videojuegos por computador? Porque es el refugio a sus falencias emocionales; por eso nos estamos enfrentando a este, un factor más en el que cualquier persona encuentra el alivio a sus penas que le genera un estado depresivo, ansiedad, intolerancia; es un enfermo. El computador es solo la forma de escape, no el problema, dicen los especialistas. Igual podría ser el alcohol o las drogas. Basta con mirar a nuestro alrededor en un restaurante, por ejemplo, para ver a cada miembro de la familia con su teléfono o tableta, jugando o chateando, pero no interactuando.
Surge entonces la pregunta del millón: ¿Qué hacer si ya está el problema? ¿Cuál es la solución? Hay que pedir ayuda profesional y hacer intervención con la familia; hay que fortalecerla, hay que hablar con los miembros más cercanos y buscar al que más “toque” o influya sobre el enfermo adicto. Si así no se obtienen resultados, hay que generarle una crisis, porque mientras tenga todo (comida, techo y sus necesidades básicas), nada se va a solucionar y va a terminar muy mal.
Sin duda es mejor prevenir. ¿Cómo se puede evitar una situación tan difícil para la sociedad? Se sabe que es una enfermedad progresiva en el tiempo. Los inicios se dan con el consumo social normal desde que los niños están muy pequeños, y ocho o nueve años después la adicción a los videojuegos por computador se vuelve crónica. Un consejo muy importante que dan los especialistas es prohibir los videojuegos a los niños entre semana y limitar su uso a un par de horas el fin de semana. Querido lector, vaya tomando medidas.
Para concluir, y con la actual explosión de tecnología (teléfonos inteligentes que tienen todo tipo de aplicaciones, etc.), ¿cuál es el límite entre su uso adecuado y el abuso? Con el impresionante aumento de las consultas, esta adicción será en no mucho tiempo un problema de salud pública porque está de por medio la necesidad de la tecnología, pero también nuestra condición de seres humanos en riesgo de caer más temprano que tarde. Si bien es cierto que los padres de familia tenemos un papel preponderante para evitar esta situación, que entre otras se ha convertido en un gran nicho para los ingresos económicos de los sicólogos, algo deberían estar haciendo ya las empresas que venden tecnología en sus programas de responsabilidad social, y los gobiernos con la situación de salud que se avecina, porque aquí no hay mafias ni carteles que combatir, sino seres humanos que salvaguardar. Como bien lo dijo un paciente en recuperación: “Para mi los videojuegos se convirtieron en un cáncer del alma”.