En eso consiste la historia. Leyendo el artículo de Juan Esteban Constaín: Al calor de las masas, donde el autor hace un recuento de algunos aspectos de las dos primeras décadas del Siglo XX, no deja uno de asombrarse con los parecidos de la realidad que estamos viviendo en la actualidad, a tal punto de que las similitudes con las dos primeras décadas del siglo XXI no son pura coincidencia, sino el eterno retorno del pasado, ahora revestido con la tecnología moderna.
“De este siglo me gusta lo que hemos conmemorado del pasado: desde los 30 años de la caída del muro de Berlín, hasta los cincuenta años de la llegada del hombre a la Luna; desde el centenario de la Revolución Rusa, en 19l7, hasta la Primera Guerra Mundial, entre el 1914 y 1918: nuestro tiempo es un campo minado donde estalla el pasado”
“Hoy ya sabemos que bajo el relumbrón de los años 20 ardían las heridas de la guerra. Y sabemos que en Alemania, que había perdido, pero también en Italia y Francia, que había ganado, lo que había era un resentimiento y una frustración muy profundos: un desprecio por la democracia y sus instituciones moribundas; un ansia de violencia y destrucción”
Cualquier parecido con la realidad colombiana… “Cuando vino la crisis de 1929, fue el caldo de cultivo del fascismo: la necesidad de encontrar un culpable para odiarlo, enajenación de sociedades en apariencia muy cultas y desarrolladas que le vendieron el alma al diablo. Bastaba soplar, atizar el fuego, pero los caudillos jamás lo habrían sido sin las turbas que los aplaudían a rabiar. El espíritu totalitario que se sirve de la democracia para llegar al poder y luego destruirla. Fue hace cien años, pero no importa: la historia es un campo minado; puede ser hoy”
Estas palabras son premonitorias de lo que está sucediendo hoy en día. Los primeros 20 años de este siglo en medio de otro Frente Nacional oligárquico: 8 años de Uribe-2002-2010; 8 años de Santos-2010-2018, y 4 años de Uribe-Duque-2018-2022. Qué no me vengan a decir que no hay mucho parecido con las 2 primeras décadas del siglo XX.
En este período que estamos viviendo se acabó de consumar y consumir la crisis definitiva de la democracia liberal: separación e independencia de los poderes públicos: congreso, poder ejecutivo, poder judicial, prensa, radio, televisión y ahora las redes sociales.
La corrupción campeando en todos los niveles del Estado, empezando por los más altos dignatarios de los poderes públicos y de las más sagradas e intocables instituciones de la República.
El Estado reducido a instrumento administrador de los intereses de los grandes empresarios capitalistas y de las trasnacionales neoliberales por encima de toda consideración con las grandes necesidades de las mayorías nacionales.
La violencia en todas sus manifestaciones, pero principalmente la violencia de los grupos armados “organizados al margen de la ley”, como los del Clan del Golfo, las “disidencias” de las Farc y las guerrillas del ELN Y del EPL, creciendo en el Cauca, Nariño, Catatumbo, Bajo Cauca y Chocó, mas la violencia estatal que viene desde las altas esferas del Ejército, de la Policía, de los cuerpos de inteligencia y de seguridad.
Una democracia liberal vuelta pedazos con el modelo de desarrollo capitalista neoliberal; con un 50% de informalidad en el trabajo y un 50% de abstención electoral, como base democrática de las oligarquías dominantes; con conflictos armados en el Cauca, Nariño, Putumayo, Catatumbo, Bajo Cauca y Chocó, en torno los ingresos de la coca y de la minería ilegal, y el Estado como si nada.
Una democracia con un Plan de Desarrollo, un Presupuesto Nacional, y una Reforma Tributaria para favorecer a los grandes cacaos del capitalismo trasnacional, Ardila Lule, Sarmiento Angulo, Santodomingo, el Grupo Empresarial Antioqueño, la familia Gilinski, los verdaderos dueños de este país.
Una democracia electoral corrupta con un sistema de salud en cuidados intensivos, una educación superior en bancarrota, con primaria y secundaria de mala calidad, con un sistema de ciencia y tecnología andando en muletas, con programas de vivienda de interés prioritario sin financiación estatal y con la violencia en las comunas populares que producen y reproducen la miseria moral y económica de la juventud.
Una democracia que ve crecer todos los días el asesinato de líderes sociales, de defensores de Derechos Humanos y de excombatientes de las Farc con la indiferencia cómplice del alto gobierno nacional.
Una democracia que se revuelca en el fango de la crisis con un gobierno y un partido que se atornillan en el gabinete para que todo siga igual con su gobernabilidad de mermelada, de violencia política, económica y social.
Por eso el drama de los familiares de los falsos positivos desaparecidos en Dabeiba, Antioquia, no puede ser más elocuente para mostrar la verdadera tragedia de este país: “Cuando empezamos se hablaba de 4 mil personas, para el 2013 ese número llegaba a 25 mil casos y hoy la cifra asciende a 80 mil hombres y mujeres desaparecidos; es una tragedia que equivales a la suma de todas las víctimas de las dictaduras de Chile, Argentina, y Brasil; han sido las víctimas más invisibles, las más frágiles, casi todos los demás grupos contaban con vocerías reconocidas”, Gonzalo Sánchez Gómez-No podemos convertirnos en los parias de la Memoria Histórica- El Tiempo- 20-II-2020-
Por eso el llamando es a expresar la indignación popular participando activamente en el Paro del 25 de marzo (25M), contra el sistema y el gobierno de los violentos e inmorales que siguen desangrando este país.
Ni el reencauche del gabinete ministerial, ni las promesas de soluciones sociales y de seguridad para los líderes de las comunidades, anunciadas por el gobierno el fin de semana en Hatogrande, podrán cambiar el rumbo político en los dos años que le quedan de mandato.
