Para nadie que viva a aquí es una novedad que Uribe, Londoño, Gaviria, Valencia, Cabal, Noguera, Lafaurie, Duque, el tristemente célebre Macías, entre otros, son apellidos que supuestamente representan a la derecha política que defiende los intereses de la gente de bien. Esta clase dirigencial, que ha llegado al poder con la espalda del expresidente Álvaro Uribe Vélez, maneja un discurso bastante interesante, puesto que habla del papel de la inversión privada, del desarrollo empresarial, la fuerza de la autoridad como principio del orden, en fin, de todo aquello que fundamenta el capitalismo clásico. Sin embargo, deja entrever un halo de falsedad, porque son nombres que están manchados por el influjo de la corrupción. No nos olvidemos que Duque llega a la presidencia con los votos que compró el Ñeñe Hernández, y que Uribe, su mentor, hoy no tiene cómo esconder sus vínculos con el paramilitarismo que tanto daño le ha ocasionado al país. Según mi humilde opinión, esta es una derecha falsa, desacreditada y que no representa a la gente decente.
El Centro Democrático ha llegado al solio de Bolívar porque desde hace rato los partidos de antaño se han convertido en animales prehistóricos: hoy no tienen incidencia en la vida de una nación que le rinde culto al clientelismo. Por eso el Partido Conservador únicamente conserva su sede, y el partido Liberal en manos de Cesar Gaviria apenas cuenta con su distintivo color rojo. Esa época en donde colocaban presidentes con la alianza del Frente Nacional, para después en los años noventa dejarle al pueblo la decisión de escoger a su presidente es un recuerdo empolvado. Hoy mandan los partidos de garaje, los cuales crean programas políticos que se ajustan a los intereses de un pueblo inconforme, y que en el caso del mundo uribista no son más que la representación de sus ideales para atacar a todo lo que no le conviene.
Éticamente, la derecha que nos gobierna se hace insostenible, porque ha demostrado sus vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo aunque se defienda como lo hace su líder en las cortes. Se la debe rechazar, pero cuanto antes. Entiéndase que Chávez gobernó a su antojo Venezuela no porque haya llegado al poder por la fuerza, sino porque la derecha se olvidó de la gente y no le importó crear una élite desconocedora de la necesidades de los más desfavorecidos. Así que si el país vecino está como está, no es por otra cosa que por la incompetencia de una derecha que no supo atajar los problemas sociales de los países condenados a ser repúblicas bananeras. Es por eso que también se debe cuestionar a la derecha que tenemos en Colombia, si se tiene en cuenta que fomenta la desigualdad social e instaura la tenencia de la tierra para subyugar a los que hoy viven en un total desplazamiento.
Tipos como Petro sacan ventaja de toda la inconformidad que manifiesta el pueblo colombiano. Su discurso propone la lucha de clases y el asistencialismo social, hace ver el olvido de los poderosos, y se ajusta a lo que realmente la gente que sale a marchar quiere escuchar de sus líderes. Se le reconoce que nos ha hecho ver que históricamente la élite que nos gobierna está corrompida, pero igualmente se le cuestiona la poca visión que tiene para gobernar en un mundo que le rinde culto al capital. Si queremos que el populismo no nos gobierne, pues es necesario fundar una derecha decente, la cual se fundamente en la equidad, la educación y el emprendimiento. Sigo insistiendo en que el 2022 va a ser un año crucial, y también en que Uribe y su gente hoy están desacreditados para gobernar.
