Escribo estas líneas apenas supe que el Ñoño Elías, a cuyo prontuario no me referiré, fue recibido ayer domingo como héroe en Sahagún, un municipio cordobés fundado hace 247 años.
Sahagún no está en la periferia. Es una población importante: está incluida dentro de las 97 llamadas Entidades Territoriales Certificadas, que incluyen los 32 departamentos, Bogotá y y un grupo selecto de municipios, 64. Por su población, alrededor de 100 mil habitantes, ocupa el puesto 69 dentro de los 1.042 municipios de Colombia.
Esto de ser certificado significa, en términos prácticos, que en materia de educación pública, por ejemplo, Sahagún no tiene de intermediario al gobernador de Córdoba y al correspondiente secretario de educación, sino que se entiende directamente con el Ministerio de Educación en Bogotá. A propósito de educación, los resultados de las pruebas Saber 11 en 2019, año pre-pandémico, fueron, al lado de los correspondientes a Montería, los mejores de la Costa Atlántica.
Gobernadores del departamento, congresistas, secretarios del Congreso y de algunas comisiones, ministros, han sido oriundos de Sahagún. Apellidos como Bula, Nader, Elías, Besaile, Otero, en política, vienen, por lo general de allí. Lejos, pues, del provincianismo, con alta capacidad de moverse en los canales del poder en Colombia y de apuntar lejos, para bien o para mal.
Un sahagunense que ha vuelto a ocupar primeras planas en estos días es Emilio Tapia que, cuando estallaron los escándalos en la Alcaldía del finado Samuel Moreno, tenía 34 años. Nada que hacer: capaz de meterse, con éxito, en licitaciones como la de Centros Poblados después del atraco de hace 12 años en Bogotá, colarse en Santander y otras latitudes para lo mismo: apropiarse de recursos públicos.
Lejos de pretender afirmar que la corrupción y el clientelismo sean característicos de la Costa. Demasiados ejemplos, de todo el país, los convierten en fenómenos corrientes en todos los territorios y capitales.
.... P’allá voyyyyy... y Pa’lante!!!”, escribió en Instagram el Ñoño Elías, desde su cuenta que tiene la leyenda de “Con Dios y Pa’lante”
“Y al final de cuentas... TODO PASA y el momento esperado llegó. GRACIAS DIOS por mantener la salud, por la enseñanza, por mi familia, por los verdaderos amigos. GRACIAS DIOS por la paciencia infinita, por la fortaleza, por la experiencia adquirida, por cada una de las bendiciones. Después de cumplir viene lo mas esperado, salir a abrazar a los míos.... P’allá voyyyyy... y Pa’lante!!!”, así escribió en Instagram el Ñoño Elías, con sus subrayados, desde su cuenta que tiene la leyenda de “Con Dios y Pa’lante”. Dios es bueno con el Ñoño, como corresponde.
La aclamación al Ñoño, profeta en su tierra, un individuo condenado en su momento por la Corte Suprema de Justicia por cohecho, tráfico de influencias, concierto para delinquir y lavado de activos, y que quedó en libertad después de pagar cuatro quintas partes de su condena, sólo nos dice que la forma de hacer política tradicional, incluyendo algunas prácticas delictivas en el quehacer electoral, están impresas en la cultura de políticos y de millones de ciudadanos colombianos que las aceptan. Que algunos islotes de “voto de opinión” existen, como Bogotá, y que aún así, fenómenos como el de los hermanos Moreno Rojas muestran que el espacio para el atraco del erario público está abierto por doquier.
Es reconocida la gestión del clan Char en Barranquilla (alcaldes con altos niveles de aprobación) y en el Atlántico. También lo son las prácticas que doña Aída Merlano aprendió y practicó en el seno de la clase política barranquillera, liberal y conservadora. Todos lo sabemos: el clan pondrá de nuevo alcalde en octubre. Mezcla imbatible de eficiencia con clientelismo y cinismo.
A veces pienso en que sí puede pasar algo para cambiar la cultura y las normas sociales que aceptan la corrupción. Sin embargo, después de lo del Ñoño me acojo al viejo dicho: “Acá no pasa nada”. Lo que opinemos algunos sobre estas formas de hacer política no tiene lo menor relevancia en los territorios en los que se vota y decide sobre el poder en Colombia.