Apreciado lector, sea esta la oportunidad para llamarle en un momento de tragedia, en el que el país, más que nunca requiere de nuestra ayuda.
Los hechos recientemente acaecidos en nuestro sistema judicial son de gravedad extrema y urgen de toda nuestra atención. El país nos necesita a todos con urgencia, pues la justicia, es la piedra angular que hace viable a nuestra nación. No pocas veces nos ha salvado de las aspiraciones dictatoriales de algunos innombrables.
No obstante y sin desconocer esos esfuerzos en el pasado, la situación actual los ha empañado y se torna difícil, por ahora, pedirle a la ciudadanía confianza, pues es esta la que se ha vulnerado y traicionado. Es lamentable tener que decir que en adelante haya que ponerse al sistema judicial bajo sospecha.
Muy difícil resulta tener garantías en un sistema en el que sus cabezas más visibles, sus líderes más encumbrados, están envueltos en la más bochornosa e indecente compraventa de sentencias.
Para ciudadanos como en mi caso (perdón por hablar en primera persona), no era raro ver que al Congreso le capturaran y condenaran miembros, lo raro era que eso no ocurriera. A pesar del malestar que eso producía, de alguna manera se encontraba algo de consuelo en la justicia, hoy no hay consuelo.
La desilusión que nos embarga es grande, pues se nos han arrebato algo, algo que en el pasado nos sostuvo y nos dio esperanza. En medio de la pesadilla y de la horrible noche que parece no cesar, no dejamos de preguntarnos. ¿Quién tiene hoy en nuestro país la autoridad moral para tomar la batuta, para ser el faro que en medio de la oscuridad nos conduzca a feliz puerto y nos dé algo de consuelo?
El golpe propinado ha sido de tal abatimiento y perplejidad del cual aún no hemos logrado volver en sí, y medio del intento por salir de ese estado inconsciente, creo que debe ser la academia, la llamada a guiar al país, a encender la luz al final del túnel.
Las mejores universidades en materia de derecho en el país junto con sus mejores talentos son de los pocos que en mi opinión tienen legitimidad, el pedido es para que presenten de la manera más rápida alternativas que conjuren el grave daño que ha sido propinado.
A quienes van a decir que la academia también es responsable de la crisis, pues es allí donde se forma el capital humano que termina en el sistema judicial, puedo decirles que ninguna universidad y quienes han pasado por ellas saben, se enseña a ser deshonesto, bandido o corrupto.
La academia debe actuar ahora ya que como se sabe las cortes son la última línea en la defensa de la constitución y el estado de derecho. Y, para el caso que nos ocupa, la academia puede ser la última línea en la defensa de la moribunda institucionalidad colombiana.
La pretensión de esta opinión, no es otra sino pedirle a usted, desde el más profundo sentimiento patrio, al borde de casi perder la esperanza y con la angustia de la indiferencia de muchos, para que no caigamos en el peligro de normalizar el peor de nuestros males y el más grande de nuestros problemas.
Usted y yo no tenemos excusa válida para eximirnos de la responsabilidad, de dejarle un país mejor a las futuras generaciones. Esa responsabilidad es mayor si tenemos hijos porque ¿qué buen padre o madre no quiere lo mejor para sus hijos?
Quizá nuestros padres no hicieron lo suficiente por cambiar la realidad, pero hoy lo sabemos y somos conscientes de ello, y lo que mínimamente podemos hacer es esforzarnos porque la situación no se repita.
Nos corresponde actuar a todos sin excepciones. Que “el no elegir a los mismos con las mismas” no se nos convierta en simple eslogan o en frase de cajón. Que en las elecciones de 2018 por primera vez aleccionemos a aquellos que en gran medida son responsables de la crítica situación.