Es cruel y apocalíptico el mundo cuando el hombre es víctima de aquella enfermedad llamada "Ausencia de voluntad", pues es esta la que limita su mente a simples ideales.
Colombia surge como un ejemplo claro de lo que puede llegar a suceder en un Estado cuando esta crisis se generaliza. En este país donde coartamos nuestro pensamiento a tan solo unos particulares y donde nuestros ideales son reprimidos, no hay señal alguna de que una fuerza mesiánica venga a salvarnos del abismo en el cual hemos caído.
Al mundo (principalmente a Colombia) le sobran ideas, pero le falta voluntad para hacer nuestro pensamiento realidad. Tal como lo decía H. Miller: "Las ideas tienen que ir unidas a la acción; si no hay sexo ni vitalidad en ellas, no hay acción. Las ideas no pueden existir solas en el vacío de la mente. Las ideas están relacionadas con la vida". Es esta ausencia de voluntad lo que nos ha subordinado a seguir el camino trazado por aquellos tutores, que con un mínimo de voluntad han logrado dominar nuestra mente para hacer realidad sus ideales. Parece ser ésta una marcada característica de la naturaleza humana. Sartre decía:"El hombre está condenado a ser libre", y es esta condena a la cual nuestra voluntad se niega a hacer frente. Solo en nuestra individualidad se vislumbra esa voluntad de poder que es capaz de liberarnos de las cadenas del conformismo y el sometimiento.
Únicamente a través del ejercicio de nuestras ideas podremos generar aquel cambio que alberga nuestra mente en este mundo en decadencia que pide a gritos la evolución de nuestro pensamiento y se deje atrás aquella doctrina Malthus que ha generado caos a través de la historia.
Es evidente que nuestro país necesita un cambio, pero éste no vendrá con el logro de la paz o con mejores salarios (por mencionar dos entre tantos). Cada uno de nosotros está moralmente obligado a generar un cambio, y éste tiene su principio único en nosotros mismos, en nuestra voluntad; es ésta el principio de nuestra salvación, es aquel espíritu luchador, es lo que nace cuando se combina el corazón ardiente con la cabeza fría.