Doña Julia Elena Suarez Jaime, identificada con cedula de ciudadanía 20.538.999, es una de las tantas víctimas del pésimo servicio y el abuso extremo de la empresa de aviación Viva Colombia. Ella es una señora muy mayor, tiene 90 años de edad, nacida en el Cocuy, Boyacá y residente en Bogotá desde 1955. Hace menos de un año fue operada de un trasplante completo de cadera, y desde entonces usa un bastón para ayudarse a caminar.
Una de sus nietas, quien vive en Barranquilla, tuvo la feliz idea de invitarla al bautizo de una de sus bisnietas. Entusiasmada doña Julia acepto la invitación a la fiesta y el tiquete que le enviaron. El viaje estaba programado para el día jueves 25 de mayo a las 8:30 de la mañana. Como buena madrugadora que es desde hace muchos años, llegó al aeropuerto, acompañada de su nuera, a las 6:30, pues les advirtieron que debían llegar con dos horas de anticipación. El vuelo no salió a la ahora programada. A las 9.30 las hicieron pasar a la sala de embarque, pero media hora después les informaron que el vuelo estaba un poco retrasado. Como el desespero y el hambre acechaban no tuvo más remedio que pedirle el favor a un pasajero que le comprara un sándwich.
A las 10.30 Viva Colombia anunció que el vuelo quedaba cancelado. Que el avión programado estaba todavía en los talleres en revisión. La protesta, incluida la de doña Julia Elena, no se hizo esperar. Gritos, reclamos, insultos durante más de una hora. La empresa respondió que posiblemente a las 4 de la tarde podrían viajar. Y les ofreció como compensación a la demora y fatiga un frugal almuerzo, consistente en una hamburguesa, unas papas fritas y una gaseosa.
A las 4 de la tarde les dijeron a los pasajeros que no viajarían a Barranquilla, sino a la ciudad de Santa Marta o Cartagena. Y que de allí los llevarían en otro avión a Barranquilla. Entre agotados e indignados no tuvieron otra opción que aceptar. Cuando llegaron a Santa Marta, les comunicaron que desgraciadamente el avión que iba a llevarlos a Barranquilla ya había partido, que habían llegado tarde. Pero que ya tenían una solución: viajar en un bus a Barranquilla. Doña Julia, una mujer de una paciencia infinita, después de 11 horas de fatiga, espera, alegatos y mucha rabia, se tuvo que montar en el bus rumbo a Barranquilla. Un viaje imprevisto que duro 1 hora y 45 minutos. Ella que imaginaba su feliz llegada en avión a Barranquilla para el bautizo de su bisnieta, terminó abandonada, junto a su nuera, en una avenida de Barranquilla a la espera de un taxi que las llevara a la casa de su nieta.
Doña Julia, que viaja muy poco, y menos en avión, no entiende de tiquetes caros o tiquetes baratos, de empresas de bajo costo o de línea. Solo sabe decir que” fue un pésimo servicio, una porquería de empresa, me hicieron sentir como una idiota, pues nadie nos daba razón de nada, simplemente que esperáramos”. “Gracias a Dios el regreso fue muy bueno, viajamos en otra empresa, no hay comparación. Toda la gente fue muy amable, nos demoramos solo una hora y cuarto, eso fue rapidísimo”.
*Hijo de doña Julia Elena Suarez