La absurda democracia colombiana

La absurda democracia colombiana

Somos un país inconcluso. No tenemos pasado digno, el presente es desastroso, el futuro se vislumbra oscuro si continuamos bajo el régimen neoliberal actual

Por: CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA
diciembre 27, 2021
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
La absurda democracia colombiana
Foto: Pixabay

Nuestra actual “democracia” es producto de la guerra entre federalistas y centralistas, corrientes embrionarias de los partidos políticos liberal, 1884 con Ezequiel Rojas, y conservador, 1885 con José Eusebio Caro y Mariano Ospina Rodríguez.

Desde su principio, por malas prácticas ideológicas de aquellas tendencias estadounidense y francesa, los sedientos de poder sumieron a Colombia en una pugna sin fin. La agresividad contra el pensamiento libre, el accionar bélico hacia el pueblo inconforme por las injusticias cometidas por el gobierno, se convirtieron en una operación normal y necesaria en nuestro acontecer.

No se requiere ser sociólogo ni un versado en economía para observar el patético desarrollo de las políticas de Estado. Colombia nunca ha podido ser una nación independiente, poderosa, tiene todos los elementos para lograrlo, porque jamás ha tenido la intención de franquear sus propias barreras, se acostumbró a ser una nación súbdita de los países capitalistas, porque hemos tenido gobernantes pusilánimes, mediocres, sin respeto alguno por la ciudadanía, sin más propósito que el de llenar sus arcas personales, por los actos de corrupción, por el pésimo manejo de los recursos públicos.

Porque hay un grupo de administradores insensibles cuando se requiere orientar el capital público en obras de infraestructura serias y de envergadura, a la vez porque hay un conglomerado de borregos incapaces de analizar propuestas de candidatos independientes con anhelos de crear una nación prospera, con oportunidades en todo cuanto tiene que ver con lo social. Casi siempre se peca por omisión cuando urge señalar a los desfalcadores de la hacienda pública.

En Colombia se dificulta elevar el PIB per cápita, la inflación sobrepasa el poder adquisitivo del asalariado, de esta forma se abre la brecha entre ricos y pobres, la desigualdad se vuelve todos los días más abismal. Acontecer aciago de la economía nacional.

Por esto, y otros factores trasversales, podemos catalogar a Colombia como un país inconcluso, sin orden ni destino. Es decir, no tenemos pasado digno, el presente es desastroso, el futuro próximo se vislumbra oscuro si continuamos bajo el régimen neoliberal actual.

Vivimos bajo una política fanfarrona, cínica, rapaz, inhumana, lista a crear ordenanzas a favor de intereses personales hasta convertir estas destrezas delictivas en constitución sagrada, amparada siempre por el gobierno transgresor de turno. Con el fuero político se cobija la democracia siniestra.

Colombia se halla en una inadmisible e irracional encrucijada política, económica y por ende social. Inadmisible porque vivimos en un narcoestado. Absurda porque el dinero, producto de este mercadeo, ya es transacción fundamental de parte de la élite gobernante y de ciertos conciudadanos que se pasean por la calles con lujosos carros blindados, muestran sus capitales untados de sangre sin temor alguno a través de mansiones, chalets etc. como en la época del Oeste cuando el más asesino se convertía en dueño absoluto de una región determinada. En Colombia esta manera de vivir se le llama democracia.

Es imposible entender el término democracia si en esta prevalece la pobreza multidimensional y la pobreza extrema en pavorosos porcentajes.

Es inadmisible una democracia donde se mata, se atropella, se le da un ultimátum a quien denuncie las injusticias del gobierno, donde sujetos de clases sociales altas salen armados con metralletas y otras armas letales para dispararle a jóvenes, por el solo hecho de no estar de acuerdo con normativas perversas de este gobierno dictatorial.

Democracia no debe quedarse en una palabra sin sentido, en un despliegue rimbombante de vocablos como paz, amor, mientras en todos los pueblos de Colombia la miseria hace parte del paisaje, donde los ciudadanos viven sin la opción de tener seguridad en salud, en educación, en comida, donde el desempleo se encuentra en extremos humillantes, donde el trabajo informal lo registra el DANE en un 48%, hasta septiembre de 2021.

¿Democracia? Este vocablo sería sinónimo de verdad donde tuviéramos políticos a favor de la clase obrera, no diligente en momentos antes de elecciones. Para hacer democracia se requiere tener conciencia, ser humanista.

Duele observar el hambre y las necesidades primarias en cada región nuestra, basta con mirar alrededor para darnos cuenta de cómo se incrementa la desigualdad extrema en Colombia.

¿Y cómo se crea una política humana? No votando por los mismos sátrapas, por los delincuentes listos a colocarse la máscara de la autenticidad en momentos de mendigar el voto.  La absurda “democracia” de Colombia es sinónimo de desdicha, de autocracia, de transgresiones del Estado, del retorcido manejo de los peculios oficiales, de dolor. En Colombia decir estas crudezas absolutas nos convierte en enemigos de la democracia.

La democracia nuestra es abominable, hecha con la intención de aumentar el capital de los privilegiados, su único objetivo consiste en eternizar la opresión al pueblo. Infecta los sentidos la absurda “democracia” colombiana.

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