El 16 de marzo de 1621 era asesinado en Cartagena de Indias a manos de la colonia española el líder rebelde negro Benkos Biohó. Ahorcado y luego descuartizado para el escarnio público por orden del gobernador García Girón luego de dos años de prisión, el martirio de Benkos Biohó sellaba la primera perfidia en nuestras tierras a la tregua convenida en 1605 y convertida en acuerdo de paz en 1613. Cuatro siglos de perfidia y traición, como sucede en la actualidad. Más de cuatro siglos de racismo estructural, que con el emblema de Benkos debe ser refutado por cualquier proyecto alternativo. No hay alternativa política posible falseando nuestra historia y negando a los pueblos étnicos.
La reivindicación de la figura legendaria de Benkos Biohó, el rey del arcabuco, no solo es esencial para la reparación del pueblo afrocolombiano, sino que forma parte del patrimonio de la resistencia y la subversión de Nuestra América. Cuando hoy muchos y muchas pretenden liquidar la historia, no sobra recordar que en su época Benkos y los cimarrones eran visto como hampones o criminales, cuando ejercían el derecho a la rebelión contra la tiranía. Y es que la rebelión de Benkos –como la de Bolívar o la de Mandela- implicó la ruptura con la legalidad existente: el desconocimiento de la autoridad de la Corona, la violación de la propiedad privada blanca y el ejercicio de la violencia contra las instituciones coloniales. Negarlo sería manosear la historia.
La diáspora africana en nuestro continente es producto de la acumulación por despojo del capitalismo que secuestró millones de seres humanos en África para ser traficados y esclavizados en función del enriquecimiento de las coronas y consorcios europeos. Pero no puede haber opresión que no engendre rebelión. En 1596 esclavistas portugueses raptan más de 200 pobladores de las islas Bijagós en la actual Guinea-Bisseaú, que serán vendidos en Cartagena de Indias. Entre ellos se encontraba Benkos Biohó – cristianizado como Domingo- , su compañera Wiwa y dos de sus hijos. En 1599 Benkos y su familia matan a su “amo” y huyen con 30 cimarrones al arcabuco de la Ciénaga de la Matuna conformando el primer palenque: primer territorio libre de América.
La rebelión de Benkos implicó al mismo tiempo la organización militar del palenque y de la resistencia, así como la configuración de un orden social y cultural distinto al de la colonia española donde se salvaguardó la africanía. Tras varias expediciones militares fallidas por destruir el palenque en las que fracasaron esclavistas, la administración de Cartagena y hasta milicias de esclavos sumisos comandadas por sus amos, hacia 1605 el entonces gobernador Suazo propuso un armisticio contra los cimarrones rebeldes que sumaban ya un millar provenientes de todos las poblaciones del litoral Caribe. Hacia 1613 se firma como tal el primer acuerdo de paz del continente: la Corona Española a través de su gobernador Fernández de Velasco, reconoce la existencia y autonomía del palenque de La Matuna y garantiza la libre circulación de las y los cimarrones en los dominios españoles. A contrapartida los rebeldes, con Benkos proclamado rey, se comprometen a no atacar las plantaciones y propiedades europeas, a no promover nuevas fugas de esclavos y a no recibir más cimarrones en el palenque.
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De la compulsión a asesinar al antiguo contradictor en la guerra no ha podido salir el Estado colombiano, tras 200 años de vida independiente
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6 años más tarde, un nuevo gobernador aduciendo que él no había firmado ningún acuerdo capturó a Benkos en una de sus visitas a Cartagena, ejecutándolo en 1621. Se inauguraba tempranamente la triste tradición de la perfidia a la paz y de la burla sistemática de las autoridades a lo pactado con comunidades o con insurrectos. Coincidencialmente este 16 de marzo también se conmemoraban los 240 años del inicio del levantamiento de Los Comuneros, donde nuevamente la administración colonial firma un acuerdo para incumplirlo: las Capitulaciones de Zipaquirá, que terminaron en el martirio de José Antonio Galán. Como Benkos o Galán, Uribe Uribe, Gualadupe Salcedo, Jacobo Prías Alape, Carlos Pizarro o los más de 250 excombatientes de las Farc-EP asesinados nos dan cuenta de esta compulsión a asesinar al antiguo contradictor en la guerra, de la que no ha podido salir el Estado colombiano, tras 200 años de vida independiente.
El ejemplo de Benkos se extendió por toda Nuestra América. En el entonces Nuevo Reino de Granada sus herederos erigirían el palenque de San Miguel, hoy San Basilio de Palenque, reconocido formalmente tras un nuevo acuerdo de paz con la Corona hacia 1713, así como muchos otros más en los Montes de María, la Serranía de San Lucas, el Baudó o el Cauca. La colonia no fueron 300 años de calma, sino de luchas y rebeliones de las y los oprimidos. Solo a manera de ejemplo miremos el apretado resumen del historiador Ricardo Sánchez:
En 1530 los cimarrones incendiaron Santa Marta. En 1533 hay una fuga masiva de esclavos de Cartagena. En 1556 hubo una rebelión de esclavos en Popayán. En 1598 se presentó una sublevación de esclavos en las minas de Zaragoza, matando a los dueños y creando palenques. Para 1755 se dio una gran rebelión en Panamá. En el Valle del Cauca, hacia 1772, el mulato Pablo organizó una conspiración en Cali con unos 50 esclavos para unirse a 500 más en la región minera del pacífico. En 1777 hubo rebeliones en los enclaves mineros de Antioquia, en Cáceres, Zaragoza, San Jacinto, Guarne, Rionegro, Itagüí y Envigado. Para 1796 se denomina Palenque a un pueblo en Panamá conformado por cimarrones
Los palenques de Benkos, se llamaron kumbés o rochelas en Venezuela y quilombos en Brasil, pero el fenómeno se extendió junto a varios levantamientos de esclavos. Valga reseñar entre otros el de Yanga en Veracruz, el quilombo de Zumbi de los Palmares en Brasil, el palenque de Bayano en Panamá, o el cumbe del negro Miguel en la entonces capitanía general de Venezuela. Historias borradas por la historia oficial, pero que las actuales generaciones deben conocer como las rebeliones de José Leonardo Chirinos, Pardo Morales, Sebastián Lenga, Petrona Conga o la de Andresote. Olvidar sus luchas es pensar que el fin de la esclavitud fue un acto humanista de los negreros y es parte del etnocidio que niega nuestra cultura afro.
Mientras se condena al rey Benkos y a las luchas negras al ostracismo histórico, en nuestro país esclavistas y negreros como Sergio Arboleda reciben homenaje público, cuando en un acto de reparación debería proscribirse tales gestos de revictimización con la comunidad afrocolombiana, como lo propuse en mi informe a la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad.
Amigo Benkos, Kombilesa Benkos, rey de la Matuna, no has muerto: cuatrocientos años después, tu pueblo sigue en pie de lucha.