Cinco días de visita papal en Colombia y guardo sentimientos contradictorios.
En primer lugar, pienso en él como individuo de 80 años, vulnerable como cualquiera, sometido al fatigoso ajetreo. Dos vuelos diarios, horas de pie en el papamóvil, sonriendo y dando bendiciones, larguísimas misas, abrazos y toques de miles, discursos, viendo, obligado, piezas se baile, almorzando con humildes y también con importantes, siempre dispuesto a la amabilidad aunque estuviera agotado. Pobre papa, cero privacidad en medio de semejante marea humana. Mis respetos a su resistencia.
Pienso en sus propias características, como algunas de sus posiciones frente a temas cruciales y me agradan varias. Su posición, no indulgente, frente a la pederastia practicada por religiosos. El llamado al respeto a la población homosexual. Papa tolerante, respetuoso de la diversidad, en contraste con buena parte de sus antecesores. Me gusta que le guste el club de fútbol San Lorenzo. Lo baja de la infalibilidad, esa tontería decretada en el siglo XIX, a la humanidad. Su comprensión acerca de las consecuencias del cambio climático, considerando el planeta como la casa común, es la precisa.
Papa tolerante, respetuoso de la diversidad,
en contraste con buena parte de sus antecesores
Me encantó que escuchó con atención a jóvenes en situación de discapacidad cognitiva, una noche cuando llegaba a la nunciatura en Bogotá. En semejante cansancio pudo haberse comportado como el político atento que no escucha. Al contrario, sin libreto, se refirió a lo que los chicos dijeron y lanzó una frase estupenda: “Queremos un mundo en el que la vulnerabilidad sea reconocida como esencia de lo humano”.
Ya que creo que el país debe hacer su mejor esfuerzo en reconciliarse, por supuestosje sus mensajes, como el que dirigió a los jóvenes en su primera jornada en Bogotá, y dos días después a centenares de miles en Villavicencio, caen como anillo al dedo. A mí me conmovieron. Le apostó a la paz, con lo que ello significa en Colombia, tierra también de halcones prestos a la violencia.
Sin embargo, más allá de la personalidad de este papa en particular, no dejan de inquietarme varios hechos. ¿Qué hubiera pasado si el Papa fuera aún Ratzinger, con posiciones diferentes a las de Francisco? ¿O que tal un Pío XII, liviano con el fascismo, igual que su antecesor Pío XI? Quizás el volumen de gente en las avenidas y en los escenarios donde se celebraron las misas hubiera sido similar. En cambio, el Dr. Galat no hubiera renegado del pontífice.
Por otra parte, este, se supone, es un estado laico. ¿Cómo así que cierran vías, impiden la movilización de ciudadanos en ciertas áreas de la ciudad, se declaran días cívicos solo porque un líder religioso ha llegado? La respuesta: independiente del número creciente de ovejas que se trasladan a iglesias cristianas, Colombia es, predominantemente, católica y conservadora y los políticos son conscientes al respecto.
La visita del papa fue una oportunidad
de algún grado de reencauche para el gobierno
No creo que ninguno de los líderes de la polarización haya cedido un ápice en sus proyectos de sabotear el acuerdo con las Farc. Como también veo que la visita del papa fue una oportunidad de algún grado de reencauche para el gobierno.
Finalmente, la venida del papa es una oportunidad de negocios. Desde los esambladores del papamóvil, las grandes superficies que vendieron como arroz los kits papales, hasta los vendedores ambulantes que ofrecían todo tipo de íconos. “Kit oficial del peregrino”, fue el lema de mercadeo de uno de los productos, que incluía manillas y rosarios. Hoteles, restaurantes, empresas aéreas, de taxis y buses, independiente del credo religioso de sus propietarios, aprovecharon, ni tontos que fueran, la demanda de los fieles creyentes.