Kissinger, el gurú de las relaciones exteriores internacionales y su teoría sobre Ucrania...

Kissinger, el gurú de las relaciones exteriores internacionales y su teoría sobre Ucrania...

Nadie sabe para dónde va la guerra de Ucrania. Zelenski, aparte de locuaz, es un misterio sobre lo que persigue. El mundo entero quisiera saber qué piensa Putin

Por: Franz Henao
marzo 29, 2022
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Kissinger, el gurú de las relaciones exteriores internacionales y su teoría sobre Ucrania...
Foto: Archivo

Hay una frase que parece ser cierta: la primera víctima de la guerra es la verdad. Zelenski ya ganó en las redes. Putin derrotado, quería un triunfo en una guerra relámpago y no le salió. Hasta la frase de Biden en su discurso en el Palacio Real de Varsovia: “Y que Dios proteja a nuestras tropas” ¿El máximo Hacedor cuidando a hombres que matan? De acuerdo, cada cual dice lo que mejor se ajusta a sus intereses..

Cuando Pearl Harbor fue atacado por los japoneses hubo que esperar cuatro años para ver cómo terminaba ese episodio. La trayectoria de la guerra es incierta, va acompañada por la angustia, el terror y la muerte. Precisamente a lo que el ser humano más teme.

Estamos en el 34° Día de Guerra. Nadie sabe para dónde va la guerra de Ucrania. Zelenski, aparte de locuaz, es un misterio sobre lo que persigue. El mundo entero quisiera saber qué piensa Putin. La OTAN cada día sabe menos qué hacer y duda si hablar o no con Putin.

Biden con sus problemas de semántica e improvisaciones inoportunas hace las cosas más intrincadas. Y sí, reina un sentimiento impúdico: Todos esperan lo peor. Si es así, ¿por qué no detener lo peor? ¿Por qué esperar a que Harry Truman lanzara la bomba atómica?

Infobae volvió a publicar un artículo de Henry Kissinger, el 24 febrero de 2022, que éste había publicado en 2014, a raíz de la anexión de Crimea a Rusia. El diplomático americano, en su escrito pone el dedo en la llaga: Dónde debe estar Ucrania, si en Occidente si en Oriente.

Está claro que Ucrania tiene raíces eslavas, no europeas, desde la Edad Media. Zelenski y Vitali Klischko fuerzan los hechos. Klischko, alcalde de Kiev, en una entrevista a WELT, aparte de pedir armas y ayuda, dice: “Vemos nuestro futuro como democrático y parte de la familia europea”. Esto es un deseo, afincado en el capricho y la elucubración, no en una realidad tangible, específica, que aleja a los bandos, prolongando el conflicto en el tiempo.

“Para que Ucrania sobreviva y prospere, no se le debe colocar como un pilar de conflicto de un bando contra el otro, sino que debería funcionar como un puente entre ambos”, piensa Kissinger.

La historia rusa se origina en la Rusia de Kiev en el siglo IX, donde también nace la religión ortodoxa, con la conversión de Vladimiro (989), que se extiende a toda la confederación que iba del Mar Negro al Mar Báltico, en una época de transición entre las tribus eslavas, cuando estaban anclándose en la vida sedentaria, que exige una configuración especial. Conocían todos los secretos de ser nómadas.

Decir Minsk, Kiev, Moscú es hablar de hermandad, de un mismo estrato cultural, racial, religioso, intelectual. “Occidente debe entender que para Rusia, Ucrania nunca será simplemente un país extranjero”, precisa Kissinger. Y recuerda que disidentes como Solzhenitsyn y Brodsky, pensaban en Ucrania como parte integral de Rusia. Además, la ciudad portuaria de Sebastopol, en Crimea, es sede de la Flota Naval Rusa, desde los tiempos de Grigori Potiomkin.

Las facciones como distorsión de la lucha partidista

En sus más de 1.000 años de historia Ucrania nunca ha dependido de sí misma. La etiqueta de país independiente la luce desde 1991. Apenas 30 años. Debido a esta juventud Kissinger piensa que sus líderes no han aprendido el arte del compromiso consecuente y menos aún de la perspectiva histórica.

Esto ha dado origen a que la política de Ucrania posterior a la independencia se mueva en una incómoda lucha de facciones, cada una luchando por imponerse a la otra. Kissinger, que escribía en 2014, habla del conflicto que había entonces entre Víktor Yanukovich y su principal rival política, Yulia Tymoshenko. “Representan las dos alas de Ucrania, y no están dispuestos a compartir el poder”.

Han transcurrido 8 años, desde 2014, y esta antropofagia política interna no ha hecho sino intensificarse en Ucrania. Esta vez entre el presidente Zelenski y su antecesor Petró Poroshenko se libró un pulso feroz. Antes del 24 febrero, Zelenski estaba resuelto a llevar a la cárcel a Poroshenko. Era su prioridad.

Poroshenko regresó a Kiev el 16 enero 2022, ese día declaró que Zelenski había destruido la unidad de Ucrania, al permitir la persecución política y politizar la justicia. Mientras ellos discutían, Putin maniobraba, y siguió de largo, hasta llegar a 4 semanas de guerra que han sido mortales para el pueblo ucrano.

Importa mencionar estas fracturas internas para intentar hallar explicaciones a este espantoso Armagedón de consecuencias incalculables por el que ahora atraviesa la antigua exrepública soviética.

Lo más urgente a día de hoy es cómo poner fin a esta, “guerra fratricida”, como la calificó el actor francés, que también posee nacionalidad rusa, Gérard Depardieu y bastante cercano al líder del Kremlin. Las conversaciones de paz del martes 29 marzo en el Palacio Dolmabahçe de Estambul podrían ser el principio de un alto el fuego.

Kissinger denunciaba hace 8 años que tanto Rusia, como Occidente, como Estados Unidos, y las diversas facciones de Ucrania no han buscado la reconciliación sino la dominación de una facción. Cada una se metió en su propia torre de marfil, hasta el punto de que ya todo estalló por los aires.

Qué necesita Ucrania para la paz, según Kissinger

La geopolítica es irreconocible, se gesta un nuevo orden internacional, las reglas económicas están hechas trizas por cuenta de las sanciones contra Rusia, los precios de las materias primas al alza provocarán revueltas en los países menos desarrollados. Larry Fink, CEO del fondo BlackRock, declara: “La invasión rusa a Ucrania pone fin a la globalización”.

Al final de su artículo, escrito 8 años atrás, en 2014, Kissinger recomienda algunos puntos básicos, que hoy siguen siendo goznes para una posible paz. Destaco dos, son tan simples que resulta sorprendente que en los cinco años de gobierno de Poroshenko y en los tres de Zelenski sus gobiernos no los hayan priorizado en su política extranjera. Si se hubiera hecho, quizás hoy no estaríamos presenciando esta barbarie y llegado a este punto de hecatombe.

“Ucrania no debería unirse a la OTAN. Una posición que asumí hace siete años, cuando se trató por última vez”, manifestó Kissinger. En el 34° Día de Guerra, 29 de marzo, en Estambul, Kiev ofrece su renuncia a la OTAN a cambio de que Israel, Polonia, Canadá y Turquía garanticen su seguridad. Renace la esperanza.

A nivel internacional, recomienda Kissinger, se debe conseguir una posición como la de Finlandia, que vive bajo el paraguas de la neutralidad, no tiene dudas internas sobre su independencia, coopera con Occidente y evita cualquier hostilidad institucional sobre Rusia.

Kiev deshoja la margarita: Bruselas o Moscú

Sobre este último punto, Zelenski dice que Ucrania está dispuesta a discutir la neutralidad en las conversaciones con Rusia. Ver para creer porque hasta donde se sabe, la consigna en Ucrania es no hincar la rodilla, así lo sostiene el alcalde Klischko, lo cual no deja de ser sorprendente porque el mismo Klischko sostiene: “Seré honesto: no estábamos listos para la guerra”, dijo en WELT.

Pero creo que Zelenski tendrá que afrontar este dilema. Kiev con quién está: con Bruselas o con Moscú. Este es el punto de realpolitik que tendrá que aclarar el excomediante de televisión. Necesita mostrar lo que hasta ahora no ha mostrado. Sensatez, sentido común y en realidad olvidarse de su ego, y dar paso al interés nacional.

No cesa de pedir armas. Por ejemplo, el sábado 27 marzo, el presidente Biden acordó dar a Ucrania 100 bombas voladoras Switchblade, son del tamaño de una baguette y cuestan $792 millones de dólares. La fábrica MC Armor, con sede en Bogotá, que fabrica cascos y chalecos antibalas, ha vendido en tres semanas lo que vende en un año a Ucrania, 2.400 unidades, por valor de casi $3 millones de dólares. El domingo 28 marzo pide a EE.UU. que le suministre 500 misiles Javelin y 500 Stinger, diariamente.

Y Biden está dispuesto a entregarle todo lo que pida Zelenski. Pero nada de esto es gratis. Y no se puede olvidar que Ucrania es uno de los países más pobres de la Europa Oriental. Su PIB de hoy es mucho menor de lo que era en 1991, cuando se terminó la Unión Soviética. Desde la anexión de Crimea a hoy el gas ha subido un 650%.

¿A Kiev le importa más la lejana y desconocida Bruselas, que su milenaria vecina Moscú? La política mexicana acuñó una frase: México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. En la mente de nadie cabe que EE.UU. va a admitir que Rusia instale sus misiles en tierras aztecas. Kiev no puede olvidar quién es su vecino, si quiere vivir en armonía, progreso y bienestar.

Kissinger creía y ponía sus dotes de destructor de barreras para lograr que las conversaciones dieran fruto. Logró lo que el mundo no creía posible: Acercar a Mao con Nixon. ¿Kissinger volvería a firmar hoy lo escrito hace ocho años, cuando criticó a Occidente porque “la satanización de Vladimir Putin no es una política; es una estrategia y coartada para conseguir aislarlo y desacreditarlo ante el mundo”?

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