Cuando se está cansado de Londres, se está cansado de la vida; en Londres hay todo lo que la vida puede ofrecer.
Samuel Johnson
El horror. Sábado 3 de junio, 10:08 p. m. Tres yihadistas lanzan un pequeño camión contra los peatones que en ese momento caminan por el Puente de Londres. Cuando terminan su embestida asesina y chocan el vehículo, corren por el sector armados de grandes cuchillos apuñaleando a todo aquel que se cruce en su camino. 8 minutos después de atropellar al primer peatón, la policía enfrenta y mata en plena calle a los 3 extremistas. Resultado: 8 muertos y 48 heridos en el tercer ataque terrorista al Reino Unido de este año.
Minutos después empiezan a circular en las redes sociales los videos donde se ve a la gente escondida bajo las mesas de los Pub´s y restaurantes y muestran la llegada de los policías a la zona. En un video, que se ha hecho viral con el paso de los días, se puede observar a un hombre, posteriormente identificado como Paul Armstrong, caminando entre las multitudes que huyen de la escena del crimen con un vaso de cerveza de 16 onzas, conocido en el mundo anglosajón como un pint (paint), medio lleno.
Esa escena describe muy bien un rasgo de los londinenses que no es nuevo, y que siento, es cada vez más importante en este mundo incierto en el que un vehículo y una cocina bien equipada permiten una carnicería humana de inmensas proporciones. El estoicismo victoriano, la capacidad de permanecer tranquilo en las más extremas circunstancias, la autodisciplina y el autocontrol… el labio superior rígido (stiff upper lip).
Muchos lectores habrán visto el afiche o meme, Keep Calm and Carry On (Mantén la calma y continúa avanzando), recuperado en los últimos años para utilizarlo en gran variedad de temas. Tal afiche fue diseñado e impreso en 1939 cuando empezaba la Segunda Guerra Mundial y ya los británicos avizoraban la avalancha de bombas que el Tercer Reich les tenía preparadas. El blitz –bombardeo masivo y sostenido– de Londres empezó el 7 de Septiembre de 1940 y se extendió hasta el 10 de mayo de 1941. Cerca de 32 000 civiles murieron, 87 000 fueron heridos de gravedad y 1,5 millones de casas fueron destruidas. En medio del dolor y de la destrucción se forjó el espíritu del blitz como una respuesta muy británica a la amenaza de exterminación y al infierno que todos los días y noches se vivía en la ciudad. El lechero caminando sobre escombros para llevar su producto; parejas bailando en los salones elegantes; conciertos en las estaciones de metro convertidas en refugios; familias enteras que decidían dormir en sus camas a pesar de los 200 bombarderos nazis que cada noche dejaban caer 100 toneladas de bombas y hasta imágenes del primer ministro Winston Churchill fumando un habano mientras acompañaba la limpieza de ciertos sectores.
Mantener una apariencia de normalidad en medio del violento ataque
era tanto una necesidad sicológica y sociológica para sobrevivir
como una estrategia militar
Mantener una apariencia de normalidad en medio del violento ataque era tanto una necesidad sicológica y sociológica para sobrevivir como una estrategia militar, pues el objetivo del blitz no era arrasar la ciudad, sino obligar al Reino Unido a capitular para así evitar una costosa y violenta invasión por el Canal de la Mancha. Cada imagen del espíritu londinense ante el terror, combinado con la destreza de los pilotos británicos en el aire, alejaba a Hitler de su objetivo y consolidaba a un solitario Reino Unido como la única salvación democrática en el oeste.
El objetivo de los extremistas islámicos, como el de otros terroristas, no es la desaparición física del enemigo; ese es su medio. El fin es acabar con una forma de vida, de sociedad y de gobierno que consideran infiel, diabólica, extraña o rara. Sin duda, la lucha se entabla con armas, información, controles y normatividad, pero el verdadero reto y la auténtica batalla se libra en el campo de las relaciones humanas: cómo interactuamos cada día con los demás; qué prioridad tienen los valores que nos definen.
Mientras escribo esta columna y 5 días después de la violencia terrorista los británicos van a las urnas para elegir mayorías parlamentarias y consecuentemente su primer ministro(a). Por lo visto el Gobierno conservador de Theresa May se mantendrá en el poder por un pequeño margen y sin mayoría decisoria. Sin importar el resultado, la caminada de Armstrong cerveza en mano el sábado pasado y las colas de votantes en el día de hoy rendirán homenaje a las víctimas de los ataques y le enviarán un mensaje a quienes odian la libertad, el pluralismo y la diversidad: Acá no ganan.