“No se apuren chicos, que yo me desintoxico"

“No se apuren chicos, que yo me desintoxico"

Tras el escándalo por consumo de drogas que la arrastró, ir a rehabilitación y salir de la clínica, Kate Moss posó para Roberto Cavalli

Por: Camilo Villegas
noviembre 01, 2017
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“No se apuren chicos, que yo me desintoxico

Allá, por el año 2006, al otro día de abandonar la clínica en la que se había sometido a un proceso de desintoxicación, la modelo británica Kate Moss posó como la ven ustedes para el diseñador italiano Roberto Cavalli. Desconocemos si se había liberado de la adicción a las drogas ilegales, pero lo cierto es que para hacerse perdonar tuvo que proporcionar al mundo de la moda y a sus seguidores una buena dosis de estupefacientes legales.

Ahí la tenemos, junto a un maravilloso árbol y con un hierro en la garganta que evoca el collar de un perro. Aquí estoy, hagan conmigo lo que se les dé la gana, pero dejen de esnifar su polvo en mi piel. Para ese entonces había perdido importantes contratos con H&M, Burberry, Chanel, y Rimmel... De hecho, todas las marcas más importantes del mundo se apresuraban a desligar su nombre del de la modelo. En menos de 48 horas se había convertido en una junkie. Por otra parte, el que vendió las fotos de la mujer, obtenidas de forma clandestina con un celular, se forró en dinero. Es lo único que sabemos de él, que se forró en plata, de ahí que nadie afeara su manera de proceder. Para muchas personas era un tipo con olfato, un hombre listo, como dicen, un ganador.

Sigamos con la historia, entonces la hermosísima Kate Moss dijo “no se apuren chicos, que yo me desintoxico”. Y el mundo apreció este gesto que para ese entonces le implicó a ella un grado de sumisión, de arrepentimiento, de voluntad de enmienda. Se recluyó en una clínica especializada en aflicciones para gente famosa y adivinen. Se curó o eso dijeron, pero salir de una clínica es como salir de una cárcel. ¿Adónde vas ahora? A las tiendas de ropa, lógicamente. Si quieres limpiar tu imagen, lo mejor es que te muestres en plan de santa para que el público te siga jodiendo a gusto. Mujer, has de mostrarte frágil, sumisa, desamparada, para que el consumidor te esnife sin problemas. Levanta ese brazo y cógete de la rama. No te atamos al árbol porque se nos echarían encima las feministas. Basta con que insinúes la postura y levantes el mentón, que se te vea bien ese collar de animal domesticado tan brillante.

Kate no quiero que me pongas cara de angustia porque se supone que tu destino es el árbol del paraíso. A este lado de la foto habrá muchas personas que te van a querer azotar imaginariamente por haber sido una niña mala. Mi amor, tienes que esperar el latigazo con expresión de éxtasis ¿Has leído la Biblia? ¿No? Qué vaina. ¿A santa Teresita, la monjita tampoco? Claro. Pero me imagino que habrás visto por lo menos retratos de vírgenes con el pecho atravesado por una espada. Aja, ese es el registro. Un dolor que no es dolor, una especie de elevación, de abstracción, de borrachera. Imagina que has esnifado cocaína, no es tan difícil Kate, eres drogadicta. Eso es, sujétate bien, mira al vacío, como si esperaras a alguien que quizá te quisiera ayudar, no sin haberte castigado previamente. Obvio. Levanta esa carita. Di whisky, seguro que te gusta decir whisky (y beberlo). Excelente, en tres días te habrán perdonado. Te caerán del cielo ofertas de todas las marcas, ya verás.

Esta imagen la vi pegada junto a un calendario del año 2017 en los baños de un antro bogotano, y hace diez años esta misma imagen dio la vuelta al mundo para finalmente terminar pegada en los mismos cuartos de baño de la misma clase media globalizada que se había escandalizado al ver a la genial y espectacular modelo preparar una raya de cocaína con una tarjeta de crédito (no he podido averiguar si de Visa o MasterCard). Así es la vida. Tampoco sabemos si Kate Moss, a la que admiramos tanto, necesitaba dejar o no la coca. Pero es evidente que usted y yo necesitamos quitarnos del fetichismo. A ver si por fin salimos adelante.

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