Por fin conocimos la verdadera voz de Carolina sin autotune en la final de la Copa América 2024, al desnudo y sin efectos, y era lo que muchos sospechábamos: una vocecita promedio, tan normal como un corrientazo de quince mil pesos.
Una voz de esas que se presentan en un reality de cantantes que no pasa del capítulo 10 porque los jurados entendieron que era tiempo perdido, que por más que se presentara con el pelo de colores, tatuajes y chaqueta abullonada de colores chillones ahí no había nada más que explotar.
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Carolina es un cuerpo publicitario, nos hace creer que canta para convencernos de tomarnos una gaseosa, comprarnos cierta prenda de ropa y meternos en un plan pospago de alguna compañía de celulares. Ese es el único objetivo de los que la crearon, entendamos eso y decidamos si lo compramos o no.
Alégrense porque ella se gana millones y millones de dólares mientras ustedes ven cómo carajos pagan lo que ella promociona.Endéudense por esa manía de comprar y comprar y creer que están haciendo patria porque están “reactivando la economía”.
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Lo del himno nacional en la final es una prueba de que Carolina es como un paquete de papas con sabor a Colombia: puro empaque con los colores de la bandera, pero por dentro solo aire y un poco de papas con sabor idéntico a papa criolla, pero si se leen los ingredientes es simplemente glutamato monosódico y mucho sodio.
Un fraude, una estafa, igual a Karol G y todo lo que nos quieren hacer ver a punta de autotune, premios obtenidos por récord en ventas, estadios llenos y tantos triunfos en una carrera tan corta que nadie sospecha nada, nadie se cuestiona nada, no hay tiempo de eso, solo hay tiempo de celebrar y de publicar en redes que esa es la verdadera cara de Colombia.