A sus 5 años de edad le llegó por primera vez y en forma accidental una cámara de fotografía marca Kodak. A partir de ahí comenzó a registrar todos los eventos sociales de su casa.
A los 15 años y estando en grado 11 dejó a un lado la vieja Kodak para tomar prestado el celular de su mamá, el cual tenía cámara.
A los 17 años un tío le regaló una semiprofesional que se convirtió en su pasaporte para ingresar al mundo de la fotografía.
Hoy, a sus 30 años de edad y luego de haber huido de la violencia de La Dorada (Putumayo), sembrada por los grupos armados ilegales que se disputaban el territorio para la época, muestra orgullosamente su primer lugar en el concurso de fotografía Putumayo Justo, que en el 2020 convocó USAID, programa por una Paz Sostenible y la fundación Makikuna.
En su momento participó con 5 fotografías a blanco y negro, donde obturó la tragedia que marcó la huella de esa guerra absurda en su pueblo y como siempre dejando víctimas inocentes.
Fue así como relató con su lente mágico la historia de Norbertino y Bernarda, una pareja de esposos que ha vivido en su casa por más de 40 años, en el corregimiento de Puerto Colón, jurisdicción del municipio de San Miguel bajo Putumayo.
"Al estar situada al lado de la estación de Policía fue afectada directamente por los ataques de los armados, sus paredes hablan por sí solas de las fuertes marcas que dejaron los actos violentos de la guerrilla y los paramilitares. El acto más impactante para ellos fue el que ocurrió en octubre del año 2005, su vivienda quedó casi destruida por las balas y el fuego que lanzaban los grupos enemigos; Norbertino y Bernarda creyeron que morirían esa noche, pero no fue así. La madrugada y el amanecer se les hizo eterno, fueron muchas horas de angustia y zozobra; hasta que de un momento para otro paró todo, ya no se escuchaba ningún tiroteo, al fin había terminado su terrible momento. En medio del polvo y los escombros se levantaron a ver qué tan grave había sido el enfrentamiento, querían saber cuántos heridos o muertos contabilizar dicho ataque, y si aún había algo por rescatar de su humilde casa; en realidad lo que quedó en buen estado fue muy poco" relató en un texto la joven fotógrafa.
Karol Benavides Tello aprendió fotografía empíricamente y a través de tutoriales que bajaba mientras administraba un café internet de su pueblo. Sin embargo, con el encrudecimiento de la violencia, que colocaba en riesgo la integridad de ella y de su hermana, sus padres decidieron enviarla a Popayán, donde aprovechó el tiempo y estudió fotografía, y posteriormente en Bogotá.
Años más tarde retornó a su tierra natal y es ahí donde le surge la idea de crear un Centro de Memoria Histórica de San Miguel, y en esa tarea se encuentra en el día de hoy. Todos los días sale en busca de historias que encuentra con sus paisanos, porque cada habitante de esta tierra del olvido tiene algo que contar de la violencia que por años ha tenido que vivir.