La edición del 10 octubre del diario Wall Street Journal traía un titular: ‘Harris dice que no es Biden pero se muestra reacia a explicar por qué’.
Creo, en mi opinión, que no lo explica porque no tiene ningún plan de gobierno y no está preparada para ejercer tan enorme responsabilidad. Además, no esperaba que fuera nominada a la presidencia por la convención demócrata, habiendo tantos pesos pesados en su partido. Eso nunca pasó por su cabeza en los cuatro años de vicepresidenta.
Pero, de pronto, al verse en la tesitura que le cayó encima, y ya nominada, se dijo a sí misma: Si Biden estuvo los cuatro años así como estuvo: vacilante, dudoso, sin principios claros, como refundido en la bruma, tartajoso, perdido en sus efluvios mentales y, siempre, los que salían a enmendar sus constantes meteduras de pata, eran unos jóvenes asesores y todo ese ejército de funcionarios que manejan la Casa Blanca a su antojo, entonces yo me apoyaré en ese mismo equipo y actuaré de la misma manera que Joe, aunque, por supuesto con un poco más de soltura.
Harris lo tuvo que pensar así: aquí lo que está en juego es el poder. Lo demás, así arda el mundo, ya pasa a un tercer plano. Eso sí, habrá que tener cuidado en inundar el mundo de armas -vigila bien la industria armamentista que es fuente de pingues beneficios- por tanto, toda la geopolítica mundial dependerá de la adocenada ambición hegemónica de los Estados Unidos.
También hay que dejar claro y vender la idea de que América es inexpugnable y que las hojas de los árboles solo se mueven con el consentimiento de la primera potencia mundial.
¿Pensará Harris en la deuda nacional de los EEUU, que, a mitad de este año, ya superó los 35 billones de dólares, convirtiendo a este país en el más endeudado del mundo? Las próximas dos o tres generaciones ya tienen pignorado su futuro. Los jóvenes no tienen muchas esperanzas; miran al fentanilo como su tabla de salvación. La deuda es una bomba atómica en potencia.
Quedan muchas preguntas pendientes que Washington se niega a responder y que tienen al mundo es ascuas. El 5 de noviembre se despejará este interrogante: ¿Podrá la fiscal Kamala Harris vencer el Síndrome Hillary?