Con el perdón de los fans a mi nunca me gustó Kaleth Morales. Como músico nunca fue mejor que Silvestre, Leo Gómez y Lucho Alonso y toda esa Nueva Ola que prometía tanto pero que terminó siendo un fiasco, una especie de música para traqueto que no enciende el corazón del pueblo vallenato. Kaleth no fue mejor que ellos ni que muchos otros. Fue un cantante regular que tuvo un hit importante y ya no más. Es que 12 canciones son muy poquito para juzgar a alguien a no ser que sean 12 canciones tan buenas como los 12 cuentos que escribió Juan Rulfo en El llano en llamas.
Lo mejor que le pasó a Kaleht fue haberse muerto en un accidente y a los 21 años, la edad en la que murieron poetas como Ian Curtis o Raymon Radiguet. Vive rápido, muere joven y deja un cadáver hermoso, decía Billy the kid, creo. Digo que es lo mejor no porque lo mereciera, Kaleth era un buen muchacho y nunca hizo escándalo alguno. Era juicioso. Fue bueno para su música la muerte temprana. Lo catapultó inmediatamente a la categoría de ídolo siendo un cantante común y corriente que hizo apenas 12 canciones y cuya cancioncita mediocre Vivo en el limbo se convirtió en un himno solo porque estaba número Uno por que se mató.
Hay muertes trágicas como las de Rafael Orozco que igual no afectaron su legado. Rafael Orozco es un maestro absoluto. Lo mismo se puede decir de Diomedes o Guillermo Buitrago. Pero Kaleth no es nada del otro mundo, nunca lo fue. Su papá tampoco. Su papá no es más que un imitador del gran Rafael Orozco. Ahora tienen novela. ¿Será el público tan descriteriado que crean que esta es una dinastía de vallenateros tan buenos como los Zuleta?
En países católicos como Colombia es pecado hablar mal de los muertos. Creen que volverán de su tumba a jalarle las patas y a susurrarle en el oído todos sus pecados mientras lentamente le va mordiendo la oreja. No, hay que decir las cosas por su nombre. Recuerdo un artículo del gran escritor de Sahagún Victor Alfonso Moreno en donde se hablaba de la historia de la nueva ola y le echaba la culpa –en parte- a Kaleth y a Silvestre de habernos privado, por culpa de su éxito, de escuchar en toda su magnitud a Leo Gómez, muerto prematuramente en un accidente automovilístico, y de Lucho Alonso quien se dedica ahora tiempo completo a la cirugía estética, verdaderos bastiones del vallenato.
De Kaleth solo puedo decir que es una mentira, como todos los mitos y está sobredimensionado como la mayoría de cantantes o artistas que mueren jovenes