La doble moral significa el poder de sostener
dos creencias contradictorias en la mente al mismo tiempo,
y la aceptación de ambas.
GEORGE ORWELL
Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo,
puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos.
SIGMUND FREUD
Errar en el camino propio es mejor
que acertar en el camino de alguien más.
F. M. DOSTOIEVSKI
Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, vía Cine-Club AL Filo del Tiempo, se da inicio al II Ciclo en tributo a la vida/obra de Akira Kurosawa, con uno de sus filmes mayores: Kagemusha, la sombra del guerrero (1980), el que, desde el inicio, un plano secuencia de 6’ 29”, ya determina el Leitmotiv temático: el problema del poder de un sujeto sobre otro, a partir del asunto del doppelgänger, literalmente caminar juntos (del alemán gänger, caminar, y doppel, juntos), o desdoblamiento o doble, sosías o señuelo político, que en el filme es la voz en castellano por Kagemusha. Este, por la persona muy parecida a otra, mas sin parentesco alguno, pero que llegan a confundirse (1). Doble no necesariamente es lo mismo que impostor/imitador o suplantador de identidad, como se verá, que es el ladrón que actúa/imita o suplanta a Shingen Takeda, el líder del clan que en 1572 gobierna el territorio de Kai, a 500 km de la capital, Kyoto, y que a sus 53 años es el feudal más poderoso de Japón.
Desde la citada secuencia inicial, Kurosawa sienta la impronta que dominará el filme de principio a fin: la fina ironía sobre el Poder, sobre el que lo ejerce y el que lo suplanta; el fino humor negro con que presenta a los tres personajes básicos del relato; el fino estilo con que acerca el doble a su amo y la forma como lo distancia hasta marcar los límites entre doble e impostor. En ello juegan papel crucial los demás personajes: cercanos al Poder, miembros del clan, hijos y hermano de Shingen, Nobukado, Nobunaga, el ladrón/Shingen o impostor más que doble, el niño Takemaru que no lo reconoce al inicio como ‘abuelo’, el caballo que lo tumba, Katsuyori, quien termina siendo el amo del clan Takeda, etc. Japón ha entrado en la Sengoku Jidai o época de las guerras, que se extenderá hasta comienzos del XVI, cuando Shingen Takeda espera que su bandera ondee en Kyoto; para luego a su vez dar origen al clan de Tokugawa Leyasu, fundador y pionero del shogunato Tokugawa, régimen feudalista.
El mismo que habría de gobernar a Japón desde la batalla de Sekigahara (1600), hasta la Restauración Meiji (1868), como ya se vio al hablar sobre El perro callejero (2) y Los siete samurais (3). Leyasu es, junto a Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi, parte del trío de los llamados ‘grandes unificadores’ de Japón. El filme inicia, entonces, con los tres sujetos básicos: Shingen, su hermano Nobukado y Nobunaga el ladrón, que es increíble, según el segundo (que ya fue doble del primero), y fue hallado en el campo de ejecuciones: como quien dice un desecho, fuera de circulación, cancelado. A quien lo iban a crucificar: por eso, Nobukado pensó que podría ser útil como doble de Shingen. Y es un ladrón (como casi todo político, se agrega): ambos ríen, porque, además, es de los duros: no lograron hacerlo hablar ni con la tortura y puede que, aparte de ladrón, sea un asesino. Los fiscales no notaron nada sobre su similitud con Shingen; en cambio, a Nobukado lo deslumbró su aplastante parecido.
Luego, no fue sino vestirlo a la usanza del amo. A raíz de tal comentario, soltado como al garete, surge otro dato iluminador, que parece no tener nada que ver con el anterior, cual conclusión dialéctica de un haiku: Nobukado cree que Shingen Takeda pudo haber tenido un hijo en otra parte. Con lo que, de paso, alude a la infidelidad de los poderosos. Que, por serlo, se creen muy machos y por lo general resultan eunucos, a los que ni el viagra les ayuda y no les queda más que ver la viga en su propio ojo, pero ellos creen ver la paja en cuerpo ajeno. Tal como le pasa al clan Takeda con el clan Tokugawa cuando manda a sus tropas asaltar el castillo de Noda, a cargo del daimyō (daimio) o señor feudal de Sadamitsu, pero, tras días de refriega, un general de los 24 Takeda informa que han logrado bloquear el suministro de agua al castillo. Como hoy hace el imperio sionazista/gringo con Palestina. Pero, ni los Takeda ni Israel advierten que su aparente triunfo parcial es el preaviso de una inexorable derrota final.
La misma derrota final que no advierte Nobunaga o Ladrón/Kagemusha al iniciar su camino sobre piedras en pies descalzos, como es el de enfrentar a las bastas/fuertes botas del Poder, por mucho que se parezcan al amo. La mentira sobre el probable hijo del padre va de la mano con el no preocuparse: como él es del Norte del Japón, no hay hermano a la vista. Pese al parecido con Shingen, Nobukado es tan canalla/perverso que se le sentenció a ser crucificado. Lo que hace de Rashomon y Kagemusha dos más de los filmes posibles de anexar a la lista de obras con la crucifixión como tema (4): Ordet o La palabra, de C. Dreyer; Nazarín, de L. Buñuel; Rey de reyes, de N. Ray; El evangelio según San Mateo, de P. P. Pasolini; Jesus Christ Superstar, de N. Jewison; La última tentación de Cristo, de M. Scorsese. Con todo lo que ella entraña como mecanismo de tortura, daño mental y eliminación de personas por parte de quienes detentan el Poder y cuyo objeto no es otro que controlar bajo miedo y terror.
Factores implícitos y que emergen de la pregunta que, no sin cierto fingido candor, se hace Shingen: ‘¿Cómo es posible que este canalla sea mi doble?’ El doble se carcajea, burlándose al afirmar que sólo robó unas monedas y que por eso es un ratero. Pero, enseguida, le echa en cara al amo que él ha matado a cientos de miles de personas y saqueado dominios enteros, como cualquier Varito. Así que quién es el malvado: ¿usted o yo? Estuvo a punto de ser crucificado y su vida pudo haber terminado ya. Las amenazas, de miedo o terror, no lo afectan ya: pide que lo hiervan o asen. De pronto, Shingen se funde con Shakespeare cuando confiesa sus crímenes: que desterró al padre, mató a su hijo y haría cualquier cosa para gobernar a su país. Ratifica que hay guerra en todas partes. A menos que alguien unifique la nación y la reine, se verán más ríos de sangre y más montañas de muertos: como hace rato en Colombia y hoy en Palestina, Congo, Yemen; luego, Shingen se para, coge el sable y dice que hace frío.
Ese frío es el de la muerte, que tanto hace doler las viejas heridas. Como el habla del ladrón es impulsiva, Shingen cree que podría serles útil: el título en pantalla, lo refrenda: Kagemusha (El Doble). Resultados del combate: muertos por doquier; soldados en descanso; alguien que baja corriendo. Un soldado dice que han cortado el canal que va al castillo y que, por ende, pronto caerá el castillo de Tokugawa Leyasu. Shingen va al campo de batalla y escucha a un flautista en la noche. Al intentar descubrir de dónde sale el sonido, un francotirador le dispara. Herido de muerte ordena a su grupo de oficiales mantener su muerte en secreto por tres años. Más tarde, mientras es llevado en un palanquín, con un grupo de testigos a través de un paso de montaña, Shingen muere. Tres espontáneos parecen ser los únicos que observan el hecho. Shingen recibe a Masakage Yamagata y pide los dejen solos. Si Asakura se retira Nobunaga reforzará Leyasu y obstruirá el paso de Takeda: éste, según recuerda tiene 53 años. ¿Por qué?
Porque para Yamagata ‘¡aún se comporta como un niño de cinco años!’ Y piensa que los seres se unen y se dispersan, y van de un lado a otro, según convenga o no; que, con una mente tan limitada, no debe soñar con un reino. Le pide que regrese a sus dominios y le dice que es ‘un mono de montaña’. El humor regresa: y que, en vez de jugar al amo, vaya a recoger nueces en las montañas del reino de Kai. Por otra parte, cita al excelente guerrero que es el jefe de guarnición que en la noche les deja oír su flauta. Shingen recuerda que le han contado sobre esa flauta y pregunta con ironía: ‘¿Volverá a tocarla esta noche, aunque no tenga agua?’ Con lo cual parece decir que contra la alegría de la música la tristeza de la sed o la victoria del sátrapa. Shingen es malherido y poco después muere. Poco antes, ha pedido mantener el secreto por tres años al menos, custodiar sus dominios, nunca salir de ellos. En otras palabras, debe haber un doble, entre el doppelgänger y el impostor, en tanto que no es lo uno ni lo otro.
Tal triángulo, el de Shingen, Nobukado y Ladrón/kagemusha, no es propiamente el Triángulo de las Bermudas, sino el Triángulo de los Bandidos, los que imitan/roban/saquean a todos sin margen de error, porque todo lo tienen calculado, medido, urdido de modo deliberado. Por eso, las batallas parecen no estarse dando, como si no ocurrieran en ningún lado, pero se dan, y de forma terrible, sólo que sus devastadores efectos no afectan para nada a los opresores sino a los oprimidos; ni a los de arriba sino a los de abajo; ni a las élites sino a los perimetrales. En fin, guerras que eliminan a los marginales y dejan incólumes a los políticos. Kurosawa lo muestra de un modo que parece sencillo, pero es harto complejo: con el recurso al fuera de campo, es decir, cuando una acción, como la de la guerra, o cualquier personaje u objeto no se ve en pantalla, pero de los que no hay duda que son parte de la escena o secuencia o están cerca del lugar en que se filma: basta que el espectador lo advierta/registre.
Antes de seguir, cabe citar los casos de dobles o suplantadores o impostores más famosos a lo largo de la historia y para ello se hace énfasis en los campos de la literatura y el cine para, de paso, saber de qué obra en concreto Kurosawa extrajo la idea nuclear para Kagemusha. Sin duda, la deuda mayor la contrajo con la segunda novela de Dostoievski, la primera es Pobres gentes, es decir, El doble: la historia de Goliadkin, ese personaje hijo de la soberbia, la ambición, la astucia, que cuando su jefe lo echa del baile en que celebra el cumpleaños de su hija, a la que pretende, se inventa un doble que encarnará muchos de sus vicios/defectos y no pocos de sus anhelos sin confesar y, de contera, a lograr victorias que a él se le niegan. Allí, se habla de un impostor que da origen a otro, con el que busca reconciliarse, sin lograrlo, y que a la postre lo destruirá. Otras adaptaciones, vía literatura rusa, de Kurosawa: El idiota (1951) y Los bajos fondos (1957), de M. Gorki. El tema del doble en literatura da para todo.
Aparte de El doble, bastaría citar otros cuantos casos: Los elíxires del diablo, de E. T. A. Hoffmann, Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, de R. L. Stevenson; El rincón feliz, de H. James; El retrato de Dorian Gray, de O. Wilde; El cómplice secreto, de J. Conrad; Aura, de C. Fuentes; El hombre duplicado, de J. Saramago; si cabe otro ejemplo, cómo no citar a El perseguidor, de J. Cortázar o el pretexto de meterse en la piel/música de Ch. Parker. Aunque para Kagemusha A. K. no recurre a ninguna fuente literaria de Occidente, se percibe el tono de Shakespeare: sus dramas han sido la base de otros dos filmes del tríptico que inicia con Trono de sangre (1957), según Macbeth y cierra con Ran (1985), según la leyenda del daimyō Mori Motonari y el drama El rey Lear, y en el medio va Kagemusha. Célebres adaptaciones al cine han sido: El retrato de Dorian Gray (1970), de Massimo Dallamano; El extraño caso del Dr. Jeckyll (1941), de Victor Fleming; El retorno de Martin Guerre (1982), de Daniel Vigne, etcétera...
Para terminar, los casos de dobles políticos, unos para protegerlos por exposición al peligro, otros para simular apretadas agendas, durante la II GM son los del farsante y criminal de guerra, fuera de falso Nobel, W. Churchill; la rata austriaca A. Hitler, antes de la gringa D. Trump; el miembro del Partido Nal. Socialista Obrero Alemán, NSDAP, y suicida en 1987, Rudolf Hess (no confundir con Rudolf Höss, director de Auschwitz); J. Stalin, defensor y a la vez atacante del pueblo ruso; luego, N. Ceausescu y S. Husein; en fin, hay referencias sin confirmar de señuelo en los casos de Isabel II y Pablo VI. En cambio, nada más confirmado que el caso Uribe, cuyo sosías no se le parece en nada desde el físico, sólo desde el actuar corrupto y la impostura: Iván Duque, alias Porky, alias Iván Mordisco, que nada tiene que ver con el seminarista de los ojos negros, beato pecador y scout siempre listo… ¡para robar!, como hizo con 467 empresas que privatizó y nadie supo jamás adónde fue a parar la platica.
Yamagata se encarga de los que vieron a Shingen en el palanquín: Nobukado fue el doble del difunto amo en la batalla y el enemigo no lo supo. ‘También debemos engañar a nuestros propios hombres’, dice Nobukado, o Nobunaga, o quien sea, con tal de que le sirva al Poder, al político de turno. Pero, aquél está impedido: el secreto sería revelado. Pasa otro doble, Shingen le hace quitar la máscara y le pregunta por el amo, que no reconoce. Entre tres hombres detrás de un arbusto, uno lo reconoce. De pronto, cae del caballo, con lo que corre el riesgo de ser visto y disipe así la farsa del Poder. Otro piensa que antes agonizaba y ahora está saludable. Luego, el Ladrón intenta robar la urna con el amo embalsamado y recibe el regaño del amo: rápido le saca en cara que puede hacer el papel de vez en cuando, pero no de un día para otro porque es demasiado; además, el amo ya murió y le mintió/engañó. Le ordena callar y obedecer: el Ladrón se rebela, no es una marioneta y no puede ser controlado.
Si esta reflexión sobre el doble prefigura lo que hoy pasa, sin duda A. K. se adelantó a la Agenda 2030, que busca implementar las CBDC o monedas digitales de los bancos centrales para tener más control sobre la economía; la identificación digital y el control del iris para poder instalar el crédito social y controlar a la población por su conducta; el pasaporte de salud para a su vez controlar el tema de inoculaciones; los impuestos del CO2; la instalación de los microchips y la dependencia de la IA para poder así impulsar al transhumanismo [dizque para mejorar la capacidad emocional y cognitiva]; la demonización de la agricultura [vía Bill Gates] y del campo para que seamos cada vez menos autosostenibles y para así depender cada vez más de los [OGM] manipulados y llenos de toxinas y metales pesados, con los cuales nos quiere alimentar el Sistema (5); que creamos en el no tendrás nada y serás feliz: todos, mecanismos para intensificar la esclavitud. Como hace Shingen con Kagemusha.
Pero, de los 17 objetivos y las 169 metas [de la Agenda 2030] a nadie se le ocurre [preguntar] ¿y por qué no acabamos con los paraísos fiscales en el mundo? Es lo primero que habría que acabar, porque ahí es donde está todo el dinero [para calmar el hambre, por ej.] (6) La misma hambre que acosará al Kagemusha cuando cese en sus funciones. No obstante, cuando se resiste a seguir su rol de doble, porque pensaba que Shingen estaba vivo y lo halló muerto, declara que ha sido una estupidez, algo inútil (voz vinculada hoy a la Yakuza, como se verá), ¡no podemos utilizarlo!, dice indignado. Pero, si se rehúsa a pasar por el amo, morirá. Sólo si ayuda, será recompensado y en tres años liberado. Yamagata le recuerda que eso nada tiene que ver con los Takeda. El Ladrón les ruega que lo utilicen, sin recompensa alguna: sólo quiere ser útil al amo. Shingen es depositado, parece, en el lago Suwa; pero, el aviso político señala otra cosa: en la canoa no iba aquél, sino una vasija de sake dedicada al dios del lago…
Takemaru, desnuda al Ladrón. La anciana le explica al niño que Katsuyori, su padre, es a la vez su tutor. Le piden que se acerque al abuelo, y ve que es cierto, ha cambiado y por eso ¡ya no le tengo miedo! Esto es, ya puede enfrentar al impostor. La hilaridad es de estruendo. Para completar el absurdo, Nobukado nota que debió prevenirlo pues casi los descubren ya que los niños se dan cuenta. Felicita al apócrifo doble por el trato que dio al niño; pero el Ladrón desvirtúa su ardid: ‘No sabía qué hacer’. Otra risotada estentórea, esta vez del espectador. Y viene la retahíla seductora, por mentirosa: que el difunto amo era franco, que llegaba directo al corazón del Otro y, filosófico, que se comporte según le dicte el corazón. Llegan al salón de los sutras, donde el amo los lee: como antaño haría el propio A. K. con su padre, sin ser creyente. Tres sirvientes y dos pajes saben todo, lo cuidan, uno de ellos siempre estará a su lado, en fin, que se porte como ellos le digan y no levantará sospecha. Conocen su identidad.
Tras pasar el tercer año de mantener el secreto, ¿qué pasará con el doble si sólo cobra valor cuando existe el original? Cuando éste ya no viva, ¿qué le ocurrirá al doble? Lo ya dicho: será un desecho, una cáscara de limón, un estorbo. Kagemusha cae del caballo, otra vez: las concubinas corren a socorrerlo. Una descubre que no tiene la cicatriz, obtenida en la batalla de Kawanakajima. Así que después de todo no es más que un impostor. Lo dicho, no es un doble en sentido estricto, sino un actor, quien finge algo, un bufón del rey. Otro, Yamagata, anota: pudo engañar a los hombres, ¡pero no al caballo! La representación ha acabado. ‘Katsuyori es nuestro nuevo amo’ y en calidad de tal empieza a operar: se sabe que el jefe es jefe, aunque mande mal. Abril, 1575. El joven guerrero señala que es típico de Shingen, que tres años después de su muerte logre engañarlo, y canta: ‘Los 50 años, incluso / que vive un hombre / son cortos [comparados] con la vida del mundo. / La vida no es más que un sueño’.
Aquí, el instante en que el Ladrón parece evocar Ikiru o Vivir: ‘Una enfermedad grave puede incluso transformar el corazón de un hombre’ (9). Y señala que el juego se acabó pues no es el amo Shingen sino su doble: para una de las concubinas ‘bromea’. No, ‘es cierto’ y lo dice con enfado. Confiesa que Nobukado se cansó del trabajo y lo contrató; pregúntenle; ambas mujeres ríen, porque creen que aquél pretende engañarlas. ¿No es cierto, Nobukado? Y éste también se burla. Mírenme bien, no soy su amo, les dice a las cinco concubinas, pero no por un acto noble sino de cobardía. A las mujeres, a los niños, no se les puede mentir. A nadie, se debería mentir. Sólo que el verdadero sinónimo de política es mentira, no verdad. Si fuera verdad, su eterno castillo de promesas se derrumbaría. El niño, Takemaru recita: Veloz como el viento. Silencioso como el bosque. Feroz como el fuego. Inamovible como una montaña… porque primero atacan los jinetes, luego los lanceros, más tarde la caballería, y el amo vigila.
Katsuyori sale de su dominio con 25.000 soldados hacia Nagashino: allí, el 21.may.1575 las tropas del clan Takeda son arrasadas por los tiros con arcabuces de Nobunaga. En esta secuencia, se dijo, gran parte del combate ocurre en fuera de campo: por eso, los soldados que caen no se ven sino hasta el final. Sólo se ve un amplio paisaje de la carnicería. El Ladrón sigue los pormenores de la masacre: como gesto postrero de lealtad al clan Takeda, coge una lanza y se arroja sin sentido contra la fortaleza de Nobunaga. La montaña se ha movido y el clan Takeda dejará de existir. El lema quedó atrás: Inamovible como una montaña, porque no se atendió la orden espontánea de Shingen: la tropa se movió. Al final, el Ladrón/impostor, ya no doble sino Kagemusha, señuelo político, engaño masivo, no es sino un cuerpo acribillado a tiros y arrastrado por el mar junto al escudo del clan Takeda. Un plano en picado lo muestra diminuto, lo que ahora es: un desecho tóxico, basura letal, sujeto/objeto cancelado.
El rol de Nobunaga/Kagemusha recuerda, sin querer, los más de tres siglos de la Yakuza en la sombra, como él a la de Shingen, y cuyos cimientos se dieron, justo, en el periodo Edo (1603-1868), con dos grupos básicos: bakuto (jugadores) y tekiya (vendedores de calle), que a menudo hacían parte del comercio ilegal. Todo esto una excusa para citar a Nishimura Mako (7), (casi) la única mujer (porque hay otra: Taoka Fumiko) que no sólo se ha unido a la Yakuza japonesa, sino que puede asimilarse a la voz Yakuza con lo ‘inútil’, como en el fondo es el papel del Ladrón respecto al amo: se le usa y luego lo botan. Del tradicional juego de naipe Oicho-Kabu, y su combinación 8 (Ya), 9 (ku) y 3 (za) parece provenir dicha mafia. El vínculo yakuza-inútil proyecta la idea de que a sus miembros se les margina de la sociedad. Tras el periodo Meiji (1868) la Yakuza se adaptó a la modernización del país y entró en todo tipo de actividades ilegales: juegos de azar, usura, narcotráfico e, incluso, negocios legítimos.
Esto es, distintos a los negocios de Hollywood. Así, la cantidad de premios obtenida por Kagemusha va en directa relación con las inversiones gringas en su parte financiera: los productores ejecutivos, por cuya labor lograron hacerse a la distribución en Occidente, fueron George Lucas y Francis Coppola (hoy sin Ford) y lo financió 20th Century Fox, el mismo estudio que diez años antes, sabedor de su criterio artístico/libre, sacó del rodaje a A. K. del filme Tora! Tora! Tora! (acrónimo de Totsugeki Raigeki) (1970) y puso en su lugar a otro más afín a sus intereses comerciales, Richard Fleischer. Durante mucho tiempo, no se supo que otros dos japoneses, habían sido codirectores: Kinji Fukasaku y Toshio Masuda, basados en la farsa guionizada del ataque nipón a Pearl Harbour (7.dic.1941) con la que los EE.UU justificaron, de sobrada mala fe, su entrada en la II GM. Kagemusha obtuvo, exaequo con All that Jazz (1979) o El show debe seguir, de Bob Fosse, la Palma de Oro en Cannes en 1980…
En conclusión, el problema del doble para el Ladrón/Kagemusha estriba en tener que albergar dos creencias contradictorias en su mente y tener que aceptarlas a ambas: de ahí su cansancio, su renuncia y, por ende, su muerte a balazos: el único fin que el impostor espera, el único, qué paradoja, capaz de soportar. Sobre todo, por aquella frase al vuelo que un día le soltó Nobukado por su extraordinario parecido con Shingen, cuando luego lo vistieron como él y causó asombro. Es el asombro por la forma y no por el fondo, como pasa siempre que de por medio están los políticos, los gobernantes, los funcionarios, en fin, los representantes del Poder. Es al mismo tiempo la eficacia de lo deleznable, lo básico, lo primario y, por contraste, la ineficacia de lo útil, lo esencial, lo pertinente, a causa de los extraños vericuetos de la burocracia, cuyos caños siguen desbordándose por doquier (8) y no con aguas salubres sino pútridas, como pútridas están las estructuras y superestructuras del statu quo y del Sistema…
Si dos individuos, uno sujeto y otro objeto, están siempre de acuerdo en todo, no cabe duda de que Shingen, esté presente o haya muerto, piensa por él y su Kagemusha: lo cual, de paso, muestra el grado de impotencia que es reducir su figura por estar a la eterna sombra del otro. Porque ello supone no sólo la enajenación de sí, sino el paso a la esclavitud inconsciente, a la libertad de la impostura, que es como ser sin estar o estar sin ser. Sólo así es posible entender/captar lo que Nobukado le recuerda al impostor, más que doble, porque hace menos de alter ego y mucho más de actor, aquel que finge/representa a otro: así, cuando le explica que siempre le ha elegido tipos astutos, a su vez le cuenta que no fue nada fácil ser el doble del amo por mucho tiempo, que todo era una tortura, es muy difícil suprimirse/anularse y desaparecer para convertirse en otro. Por fortuna, la burla de A. K. siempre acude presta: por estar enfermo, el amo debe abstenerse de montar: igual debe pasar con las cinco concubinas.
El drama humano de Kagemusha/ladrón, el desconcierto en su mirada, el extravío en su andar, radica en que no tuvo opción de errar, en su camino por ensayar; vivir su vida de prestado fue algo que superó sus débiles defensas contra la instrumentalización del Poder: por fortuna y por contraste, de ahí surge la fina ironía, el humor negro elegante de Kurosawa para mostrar los desafueros, el abuso, la desmesura del mismo Poder y los impactos de sus efectos sobre la condición humana. ¿Para qué sirve acertar en la ruta de alguien más, máxime si ese sujeto está en las antípodas, nada tiene que ver con nadie, salvo por el parecido físico, por la ropa que usa, por el humor que libera? Una especie de humor que, por lo demás, no es sinónimo de libertad, sino de esclavitud, que somete/tortura/asfixia, así hasta la muerte. El que Kagemusha, el Ladrón, haya sido la sombra de su hermano (el verdadero guerrero, no el remedo del mismo) y que esa sombra jamás lo haya abandonado, es la peor de sus derrotas.
A Santiago, un auténtico guerrero que no resiste doble alguno, ni siquiera su padre… ‘Uf, menos mal’.
A Valentina, una rara Kagemusha porque era la luz del guerrero, jamás su sombra, por insoportable.
A Marthica, heroína de mil batallas llevando siempre en alto el blasón de los Aldana, vía Blanquita.
Notas, enlaces y bibliografía:
(1) https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-33252012000400001
(2) https://rebelion.org/neorrealismo-japones-cine-negro-y-jidai-geki-sobre-un-policia-etico/
(3) https://rebelion.org/el-hecho-de-sobrevivir-no-implica-que-haya-ganadores/
(4) https://rebelion.org/la-crucifixion-y-sus-sucedaneos-en-el-cine/
(5) Tomado de video en WhatsApp en el que una joven denuncia el plan torcido de las élites. Plan ya firmado por 193 países, según Ione Belarra, secretaria de Estado de España para la Agenda 2030.
https://www.youtube.com/watch?v=lc7DQ8Pnt3I
(6) https://www.youtube.com/watch?v=xcr9jC_1d04
(7) El Tiempo, sección A fondo, 24.mar.2024, p. 2.7.
(8) https://rebelion.org/los-canos-de-la-burocracia-siguen-desbordandose/
(9) Íbidem.
FICHA TÉCNICA: Título original: Kagemusha. En castellano: Kagemusha, la sombra del guerrero. País: Japón / EE.UU. Año: 1980. Gén.: Épico / Histórico / Drama. For.: 35 mm; color; 180 min. Dir.: Akira Kurosawa. Guion: Masato Ide / Akira Kurosawa. Prod.: Akira Kurosawa / Francis Coppola / George Lucas. Mús.: Shinichirô Ikebe. Fot.: Takao Saitô / Masaharu Ueda. Mon.: Akira Kurosawa. Int.: Shingen Takeda (Tatsuya Nakadai); Nobukado Takeda (Tsutomu Yamazaki); Katsuyori Takeda (Kenichi Hagiwara); Tsuchiya Sohachiro (Nezu Jinpachi); Masakage Yamagata (Hideji Otaki); Nobunaga Oda (Daisuke Ryu); Leyasu Tokugawa (Masayuki Yui); Otsuyanokata (Kaori Momoi); Oyunokata (Mitsuko Baisho); Nobufusa Baba (Hideo Murota); Masatoyo Naito (Takayuki Shiho); Katsusuke Atobe (Koji Shimizu). Prod.: Tōhō / 20th Century Fox. Dist.: Tōhō / Netflix. Premios: Palma de Oro, exaequo con All that Jazz, Cannes, 1980. David de Donatello, Academia de Italia. Premios César, de la Academia francesa.
* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine, de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín Cultural de EE, 5.jun. 2012; columnista, 23.mar.2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, fue lanzado por la UFES, el 20.feb.21. Invitado por Pijao Editores al Encuentro Nacional de Narrativa Colombiana vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, Brasil, 25.nov.23). Autor en ARC, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en Rebelión, Magazín EE, Las2Orillas. E-mail: [email protected]