Desde luego uno preferiría que en el tarjetón del próximo domingo tocara marcar entre Angela Merkel, el Pepe Mujica o Barack Obama. Uno apetecería, cómo negarlo, que la protagonista del debate electoral hacia la presidencia no fuera Vicky Dávila con su reality show de sangre en la jaula, que el conteo de votos no estuviera en manos del anodino Alexander Vega sino un Registrador; o que por lo menos en el reparto de actores secundarios de la trama de esta película no siguieran apareciendo como un infectado tatuaje Álvaro Uribe, el Clan del Golfo, o Armandito Benedetti desbocado y suelto.
Sería buenísimo que, aunque caiga el aguacero de siempre, ir a votar produjera hormigueo en el estómago, no digamos cercano al de asistir a un concierto de Metallica, pero al menos no la sensación del vacío, ese aturdimiento apocalíptico e impuesto, de que gane quien gane, esto se pondrá peor de lo que ya está, lo que de por sí sería como acelerar a doscientos por hora de frente a una gran caída en el Everest.
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Sería buenísimo que, aunque caiga el aguacero de siempre, ir a votar no produjera ese aturdimiento apocalíptico de que gane quien gane, esto se pondrá peor
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Sería ideal que los meses previos no se hubieran manifestado como una sobredosis de fealdades, furias, denuncias, vaguedades, y acusaciones; que la educación, los jóvenes, la cultura o la ciencia hubiesen tenido una página suficiente en el debate, que el debate mismo fuera de ideas no de arañazos, de palabras y más palabras como ruido.
A esta altura, como van las cuentas y las posibilidades de que un señor extravagante como Rodolfo Hernández pase y gane, resultaría fantástico que Jürgen Klopp dirigiera a Colombia, no a la selección triturada por dirigentes burócratas y un técnico afligido, sino a Colombia, a este país que siempre parece caminar entre filos. Klopp que es un ganador disciplinado habla siempre con alguna enseñanza que se oye sincera: nunca ha pensado que ser segundo sea un fracaso porque le importa el recorrido más que el título, Klopp respeta a sus rivales; Klopp es apenas Klopp, no una estrella ni un profeta agorero de desastres según la conveniencia del lugar que ocupe en el podio. Pero Klopp no será quien dirija a Colombia.
Aquí muchas cosas de la democracia están en cuidados intensivos, se deterioraron más de lo verisímil en breve tiempo. Sin embargo, en lo que me concierne, no creo que tirando de los extremos de la cuerda o simplemente cerrando la cortina, aquellas se resuelvan.
Puesto que las encuestas no son las que votan, prefiero creer que Fajardo llegará a una segunda vuelta y el debate mejorará.