Después de informar que lleva en la línea tres horas, toda la mañana, implora o suplica el oyente para que no le cuelguen, hablando como si conociera a los profesionales radiales de toda la vida, como si anoche se hubiera pegado un lamparazo con el doctor Casas o conociera de toda la vida al perro Ramón, y suplicando pide que le dejen expresar todas sus ideas y algún derecho debe conllevar el haber estado pacientemente a la espera de ser atendido tres eternas horas y por todo ello merece ser oído. “Julito, no me cuelgue, please, que quiero decirle tres cosas”, indica al final entre tono de petición sumisa u orden imperial.
Y apenas comienza la persona a salirse de la línea editorial o a incluir calificativos poco santos, la colgada no se deja esperar y pasamos al nuevo oyente que ojalá pueda expresarse.
Cada país tiene su gran comunicador y yo creo que se equivoca quien llegue a pensar que el gran comunicador colombiano sea alguien diferente a Julio Sánchez Cristo, Julito, a quien un cincuenta por ciento de los oyentes odia por cargado y manipulador, cuando el otro cincuenta por ciento lo considera un vendido, simplemente un agachado a los grandes anunciadores y, sin embargo, todos lo oyen u oímos de seis a doce y una conversación de tú a tú con Julito vale más que cinco carátulas de Semana.
De Julito aplaudí la forma decidida como denunció al triste gobierno de Samper Pizano y los narcoaportes a aquella campaña, así como la forma indecente como se autojuzgó, pero parece que de aquel agudo periodista no queda mucho y es notorio el mal sabor de boca después de asistir a una entrevista suya a alguien tan ricamente entrevistable como pueden ser el presidente o el alcalde capitalino. Los entrevista, pareciera, con un guion prediseñado por la misma entidad pública con fáciles preguntas en donde sería mejor preguntar y contestar simultáneamente.
Pero sigue siendo el gran comunicador, no en vano estamos en Colombia, y seguirá cortando las conversaciones así se diga que anoche me tomé un lamparazo con el doctor Alberto o se afirme que se conoce el caminado del perrito de Camila.
Lástima que Julito no tenga más tela de dónde cortar…
… y hablando de…
- Hace nada vi un muy viejo recorte de El Tiempo (obviamente), de hace 25 años, en donde se habla con ligereza y soltura sobre lo que sería en muy pocos meses el metro de Bogotá, made in Italy y en donde se afirma sin sonrojarse que los vagones serían igualiticos a los del metro de Washington. Tal cual, copy paste.
No se hizo el metro. Acabaron con el tren.
Han pasado 25 años y hoy se ve en el mismo papel que el metro es para ya, que el alcalde no se aguanta las ganas de cortar la cinta y que solo cuesta 10 billones. 10 billones de pesos, de dólares o de yenes, ¿qué más da?, si solo son 10 billoncitos y como nunca lo harán nadie dirá que se gastaron 30 billones. Tal vez se gasten esos diez en el logotipo y uno que otro estudio (pero, si mal no estoy, el metro de Bogotá ya tiene logotipo a colores).
Aunque me quedé con las ganas de saber cómo serán los vagones articulados…
2. El posconflicto…, maravillosa palabra.