Yo me despierto todos los días con el firme convencimiento que algún comentarista va a destronar de mi preferencia a Julio Sánchez Cristo. Hace poco me dio por usar Blu. Escuché algo interesante en el momento en que la sintonicé. Felipe Zuleta afirmaba que Vargas Lleras le habría pedido a Oscar Iván Zuluaga que fuera su fórmula vicepresidencial. La propuesta era tan tentadora que Alvaro Uribe lo estaba pensando. El debate que se formó en la mesa me pareció interesantísimo. Aurelio Suárez le da nivel a cualquier discusión. Me quedé enganchado durante media hora. Me dije a mí mismo, listo, se acabó, terminó mi adicción. Al otro día, por instinto, a las cinco de la mañana, me quedé adherido, como mosca en la miel, a una discusión entre Julio y Juan Pablo Calvás sobre Chick Corea. Una hora duró esa vaina. La música, incluso, no me gustaba. A las siete, después de una conversación con Margot Robbie, dije, juemadre, ya van a ser las ocho y no sé cómo va el país. No me importó, la verdad. Estoy por creer que Julio es mi placer culposo favorito.
Respeto a Blu y sin embargo nunca dejaría de escuchar la desparpajada risotada de Camila por encima de la sapiencia de Aurelio Suárez. Nunca, por razones ideológicas y de criterio, pastaría en los campos de Luis Carlos Vélez, ahora en la F.M, tampoco lo haría en Caracol en donde Dario Arismendi se ha quedado desfasado de tiempo y ni siquiera el atine de César Augusto Londoño sirve para remontar. Por eso es que ya nadie escucha eso. El panorama no es el mejor. Si tuviéramos buen gusto nunca moveríamos el dial de las emisoras universitarias o de la Radio Nacional de Colombia. Programas como los de los maestros Mario Jursich y Alberto Salcedo Ramos, enaltecen el género. Pero en la radio comercial el panorama es desértico.
En medio de todo hay que decirle a Julio Sánchez que gracias, que no se retire nunca. Después del mundial, cuando se nos vaya Iván Mejía Álvarez, vamos a quedar medio huérfanos. Julio, no te vayas nunca
