Hace treinta y cinco años todos los niños queríamos ser arqueros. El culpable era Julio César Falcioni, era imponente, hermoso y tenía la agilidad de un gato, de un tigre. Era la época del América de Cali glorioso, el de los Rodríguez Orejuela, el de Gabriel Ochoa Uribe, el que tenía a mundialistas como Roberto Cabañas o integrantes de la selección Argentina como Ricardo Gareca. Pero la joya que más brillaba era Julio César Falcioni, guardián del arco americano, ángel custodio de Ochoa Uribe. Lo logró todo, menos ser campeón de la Libertadores. Su vínculo con Colombia es tan grande que alcanzó a cobijar a James: Julio César fue el técnico del Banfield campeón donde destelló el joven James a los 18 años. Acá un espacio para las mejores atajadas del argentino:
Pero el cigarrillo le jodió la vida. Desde que era jugador del América le gustaba el cigarrillo, se fumaba dos paquetes al día. El exceso le pasó factura el día de Pascua del 2018 cuando celebraba con su familia y lo sorprendió una neumonía con fiebre de 40 grados. El diagnóstico del médico fue lapidario: tenía cáncer de laringe. Dos años después el gato está al frente del Independiente de Avellaneda y lo único que perdió fue su voz, completamente irreconocible y diferente al rugido de león que tenía. Los detalles de cómo superó la enfermedad las contó a Torneos y Competencias:
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