“Mis padres fueron oriundos de la ciudad de Pupiales, orgulloso de pertenecer a esa casta de gente supremamente inteligente y bondadosa como son los pupialeños”, dice el poeta nariñense Julio César Chamorro Rosero, autor de numerosos libros como Canciones furibundas y Los ángeles perversos en poesía y las novelas Las mujeres que amé y El día de mi desgracia.
Este poeta y novelista, miembro de la Academia de Historia del Ecuador y director de la Casa de Montalvo en Ipiales, dice que su abuelo materno y su padre, que era un magnifico lector, fueron factores determinantes para que se despertara en él su apego a los procesos culturales y la escritura literaria.
Sus obras le han dejado grandes satisfacciones, “la meta de todos los escritores radica en la publicación de sus obras para compartirlas a la comunidad y someterlas a la crítica y mirar si se está caminando por el sendero correcto”, dice Julio César, quien con sus páginas ha obtenido críticas favorables que invitan a seguir insistiendo en el perfeccionamiento del estilo y, sobre todo, en la búsqueda de nuevas propuestas estéticas y literarias.
De igual manera, destaca que sus libros han servido para que se conozca la región donde suceden sus poemas y novelas, aspecto que visibiliza a la ciudad de Ipiales como potencia cultural del sur de Colombia.
Entre sus lecturas de formación se encuentran El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra, por iniciativa de su padre leyó a Alejandro Casona y posteriormente descubrió a escritores magníficos como Gabriel García Márquez, “que me atrevo a decir que escritor que no haya leído al hijo de Aracataca, no puede concebirse como tal”, expresa.
“Por otro lado, me produjo mucha complacencia encontrarme con la escritura de Gustavo Álvarez Gardeazábal, de Manuel Zapata Olivella y de tantos otros autores colombianos como Eduardo Zalamea, por ejemplo, que influyeron definitivamente en mi afán por la escritura”, agrega.
Es así como Julio César Chamorro personifica el trabajo literario que se escribe desde la periferia, con calidad sí y con una profunda convicción que lo lleva a insistir en el difícil y complejo mundo de las letras, lejos de los centros de poder y los cánones impuestos por el centro.
Y quizá sea ese uno de los mayores valores del poeta y novelista ipialeño que con su trabajo abre espacios de cultura y de encuentro con la palabra en regiones donde las preocupaciones diarias y los intereses políticos y económicos miran hacia todos lados, menos hacía lo fundamental: las manifestaciones del espíritu.