El rumor viene cobrando fuerza y va tomando aires de certeza: el cuestionado exsenador Julián Bedoya sería el candidato del petrismo para disputar la Gobernación de Antioquia. Bedoya se va erigiendo como el aspirante del Pacto Histórico para enfrentarse a la ficha del uribismo y al ungido del gobernador Aníbal Gaviria. Al mediático encuentro con periodistas —a los que agasajó con tables y bonos— se suma un conveniente matrimonio político con el senador Carlos Andrés Trujillo y el pragmatismo rampante que viene caracterizado al Pacto Histórico. Algunos sectores de izquierda ven a Bedoya como la “ficha ganadora” y están ansiosos por cantarle su apoyo.
La disyuntiva es evidente y contradictoria, porque Bedoya es un político tradicional, un maestro del clientelismo y la politiquería. Su habilidad para tejer acuerdos y acomodar intereses a lo largo de todo el espectro ideológico le ha permitido construir una infraestructura electoral con marcado arraigo territorial y capacidad de incidir ante el gobierno nacional. Su grupo político, “Renovación Liberal”, es la tendencia del liberalismo con mayor presencia en el Urabá, el Occidente y el sur del Valle de Aburrá. Bedoya administra su grupo como si fuera el gerente de una empresa, en la cual todos tienen roles y funciones específicas. Ahí reside el éxito de sus apuestas electorales.
Éxito que se confirmó con su adhesión a Petro desde la primera vuelta. Una adhesión que bajo ninguna circunstancia obedeció a una conversión o transformación ideológica. Para nada. Bedoya es de los políticos que hace campaña para ganar y desde muy temprano comprendió que la situación social del país conllevaría a un “timonazo” en el gobierno nacional. Y se arriesgó, pues siempre tuvo claro que Federico Gutiérrez ganaría en Antioquia con creces en primera vuelta, pero eso no lo disuadió para alinear toda su maquinaria a favor de Petro y redoblar esfuerzos en la segunda vuelta. Con la victoria de Petro empezó a vislumbrar su siguiente movida: la gobernación.
Al interior del Pacto Histórico hay visiones encontradas; mientras unos sectores abogan por concertar un candidato de unidad que responda a los intereses ideológicos de un “frente amplio”; otros solo están a la espera de oficializar su adhesión a Bedoya. Algo que no resultaría extraño y que responde a la misma naturaleza de la coalición de gobierno; sin embargo, no dejaría de resultar curioso que la izquierda paisa —tan radical y reacia en sus posiciones— termine avalando a un candidato ungido por la derecha conservadora (la misma que gobernó con Duque) y apoyado por algunos de los principales caciques del departamento. Sorpresas nos da la vida.
Y son pocos quienes osan disputarle esa posición. Hasta el momento, solo han sonado Esteban Restrepo y el diputado Andrés Mesa. El primero viene siendo impulsado por el movimiento Independiente, pero su aspiración no tiene ni pies o cabeza, pues el hombre de confianza de Daniel Quintero (que en su pasó por la alcaldía fue conocido como el jefe de la burocracia local), no tiene mayor trayectoria política en el departamento y el desprestigio de su jefe político en Medellín —el único escenario donde podría resultar competitivo— le juega en contra.
El segundo es un diputado liberal que se ha caracterizado por su férrea oposición al gobernador Aníbal Gaviria y al expresidente César Gaviria. Un diputado petrista que viene abogando por un candidato de unidad. Hasta el momento no es claro si su mensaje ha calado al interior del Pacto Histórico o si generó si quiera un ánimo de unidad sobre un acuerdo programático.
Lo único cierto es que el rumor va cobrando aires de certeza y que desde el Pacto Histórico Bedoya fue “purificado” de sus pecados.
