En ninguna democracia del mundo lo primero es que el presidente tenga que terminar su período. Siempre lo primero, y así tiene que ser, es que el presidente debe respetar la Constitución y las leyes.
Es esta la razón por la cual no basta que una persona haya sido elegida para que comience a gobernar. Aún después de haber sido elegido, para comenzar a ejercer el gobierno, el presidente electo debe primero jurar el respeto y el acatamiento a la Constitución para poder tomar posesión del cargo. Sin esto, que se llama el juramento constitucional, no puede comenzar a ejercer como Presidente de la República.
Que es lo mismo, en sana lógica, que decir que sin cumplir con el juramento de respetar y acatar la Constitución, el presidente no debe seguir ejerciendo como Presidente de la República.
Lo que Petro ha venido haciendo es destruir a Colombia; destruir su democracia y su economía, destruir su historia y destruir sus símbolos, destruir sus instituciones y destruir sus empresas, destruir sus fuerzas armadas y destruir nuestro sentido de país como nación unida.
Lo que hizo esta semana contra nuestro sistema de salud es infame.
Que no crea que va a engrupirnos con más embustes.
No es, ni mucho menos, Gustavo Petro quien pueda venir a enseñarme cómo es Sanitas. Yo no necesito que alguien venga a enseñarme sobre una empresa con la cual sostengo una relación constante desde hace treinta años. Con Sanitas nacieron mi hija y mi nieto, Sanitas atendió a mi madre en su delicadísimo tratamiento de leucemia, con Sanitas he sido atendido en varias cirugías y en varias urgencias, Sanitas ha cumplido por décadas con las atenciones de persona mayor que requiere mi padre y que en su momento requirieron mis abuelas. Luego no necesito que vengan a contarme cualquier cosa, y menos los mil embustes, sobre una experiencia que he vivido en carne propia en un área de la vida tan esencial como la salud de mi familia.
Mi afiliación a Sanitas la determiné en el ejercicio más absoluto de mi libertad. La escogí entre muchas opciones, a sabiendas de que también había otras excelentes. Sin embargo, me decidí por Sanitas y no me arrepiento. Conozco sus fortalezas y sus defectos. Claro que he tenido muchos disgustos en estos años y quiero que mejoren muchas cosas. Pero también he recibido de sus médicos, de sus enfermeras y de sus funcionarios la mejor atención. En momentos de angustia y de dolor, mi familia y yo nos hemos sentido dignificados con su humanidad y su profesionalismo. Por eso siento una gratitud inmensa con Sanitas. No existe otra forma de explicar que siga siendo su afiliado, libremente, después de una decisión que tomé hace tres décadas y que hubiera podido cambiarla en cualquier momento a lo largo de tantos años.
Por eso me siento tan agredido por la tiranía de Gustavo Petro contra Sanitas. Porque además de saber que está destruyendo uno de los más grandes patrimonios de mi país, como lo es el sistemas de salud, porque además de saber que esto nos va a costar muertos y lágrimas, también me siento ultrajado en el ejercicio de mi libertad como ciudadano.
Me siento, además, estafado. Si alguien me hubiera propuesto, algún día, que me afiliara a una EPS administrada por el Pacto Histórico, yo le hubiera dicho mil veces que no. Jamás me hubiera pasado por la cabeza poner la salud de mi familia en las manos de los burócratas del Pacto Histórico.
Lo único cierto es que, hasta que llegó Gustavo Petro, el sistema de salud y Sanitas funcionaron. Lo cierto es que siempre fueron capaces de resolver las dificultades y las crisis que fueron apareciendo en el tiempo, como todo en la vida. Lo cierto es que fueron capaces de superar crisis tan severas y repentinas como la que provocó la pandemia. Lo cierto es, y lo digo por experiencia propia que no admite embustes, que la crisis en que estamos metidos con el sistema de salud no es una crisis del sistema sino una crisis creada y conspirada por Gustavo Petro para solazarse una vez más en sus delirios ideológicos inadmisibles y perversos.
No es una crisis del sistema de salud sino una crisis creada y conspirada por Gustavo Petro para solazarse una vez más en sus delirios ideológicos inadmisibles y perversos
-¿Por qué carajos, entonces, me encuentro con que la salud de mi familia quedó en manos de unos militantes del Pacto Histórico, cuando por el contrario yo había optado y pagado, en el ejercicio de mi libertad, por una empresa privada que congrega a un equipo de personas de la mayor calidad humana y profesional?
-¿Acaso es que aquí ya no tenemos derechos, será que ya desapareció la Constitución democrática que ayudamos a edificar y que nos pertenece a todos?
-¿Será que Gustavo Petro va a ser capaz de imponerle a Colombia sus ímpetus tiránicos?
Yo no puedo creerlo. Estoy seguro de que no podrá y de que aún estamos a tiempo de salvar nuestra Constitución, nuestra democracia y nuestra economía. Es más, aún estamos a tiempo de salvar nuestro sistema de salud y nuestra Sanitas.
Pero tenemos que despertar. Despertar y actuar.
Vamos por el Juicio Político. Gustavo Petro ha violado la Constitución y las leyes y debe ser juzgado. Eso es lo que dice la Constitución.
No podemos seguir permitiendo que un sector de políticos y partidos corruptos sigan burlándole a Colombia su derecho a juzgar al gobernante cuando este viola la Constitución que está obligado a cumplir.
El Juicio Político no es una opción de los congresistas. Es una obligación constitucional.
El Juicio Político no es una limosna política que pedimos los ciudadanos. Es el derecho del pueblo a juzgar al gobernante cuando este incumple su obligación de respetar y acatar la Constitución.
Marchemos todos el 21 de abril.
Si no hacemos el Juicio Político, Gustavo Petro acaba con el país.